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“La Desfábrica”, un lugar donde los chicos rompen y arman juguetes

Inventar juegos, explorar los conocidos, desarmar y armar juguetes, hacer preguntas e imaginar respuestas son algunas de las propuestas de una iniciativa que promueve la autogestión de juegos y juguetes para incentivar a los chicos a transformar residuos industriales en objetos lúdicos


Inventar juegos, explorar los ya conocidos, desarmar, romper y armar juguetes, hacer preguntas, imaginar respuestas y jugar en grupo son algunas de las propuestas de “La Desfábrica”, una iniciativa que desde el barrio porteño de Villa Crespo promueve la autogestión de juegos y juguetes para incentivar a los chicos a transformar residuos industriales en objetos lúdicos.

“La Desfábrica de juegos y juguetes surgió desde la necesidad de generar espacios para las infancias, en donde cada niña y niño pueda apropiarse del juego (de sus reglas, sus formas, etc.) y de los juguetes que imagina y necesita para vincularse con el entorno socio-cultural en el que vive: desfabricar lo fabricado”, explicó Violeta Argañarás que junto a Martín Carrera coordinan esta iniciativa.

La idea nace en 2018 con el objetivo de desarrollar actividades que promuevan la autogestión de juegos y juguetes, realizando talleres itinerantes en distintos contextos, como plazas, escuelas, ludotecas y organizaciones barriales y desde este año cuentan con un espacio propio ubicado en el barrio porteño de Villa Crespo.

Materiales y técnicas de construcción para que los chicos puedan desarrollar sus propias ideas

 

La respuesta de los chicos “es altamente positiva”, señalan entusiasmados los coordinadores de La Desfábrica, y describen que “al venir al taller los niños comienzan a observar sus propios juegos y juguetes desde otra mirada”.

“Muchas veces vienen con juguetes que fabricaron en sus casas, o con juguetes que ya no usan y quieren desarmar para fabricar otro”, contaron.

Argañarás comentó que el taller propone “reutilizar los materiales para fabricar lo que sea, con lo que hay” y subrayó que “jugar con juguetes no debería ser siempre sinónimo de consumir y comprar”.

Y recalcó que “cuando los chicos descubren que existe esa posibilidad, su creatividad no tiene límites”.

“Quizás lo más novedoso sea que en el taller no proponemos un diseño de juguete para que todos copien, sino que acercamos materiales y técnicas de construcción para que puedan desarrollar sus propias ideas”, acotó por su parte Martín.

Y destacó que “inventar un juego o un juguete resulta un desafío para muchos ya que estamos acostumbrados a que nos digan lo que tenemos que hacer, a los manuales de instrucciones «paso a paso». En cambio, en La Desfábrica no hay una sola respuesta correcta”, precisó Carrera.

Entender que el juego es una práctica cultural colectiva

De ahí que la propuesta de los coordinadores sea que “antes de fabricar un juguete, solemos contar una historia, observar un libro con imágenes, o realizar una actividad corporal que nos sumerja en una narrativa, en un universo ficticio que nos inspire a la hora de crear”.

“No se trata, precisan, de imitar lo que hay en las jugueterías, sino de entender que el juego es una práctica cultural colectiva, atravesada por nuestra propia historia”.

En cuanto a los materiales que utilizan la mayoría son reciclados que recolectan de donaciones de juguetes rotos o en desuso, envases plásticos, tapitas, maderas, telas, y otros materiales descartables.

“Los juguetes que recibimos –explican Violeta y Martín– se desarman, se clasifican, se rediseñan y luego se usan para nuevas creaciones. La Desfábrica provee de todos los materiales y herramientas necesarias (de carpintería, de costura, plástica, material artístico) y una biblioteca con muchos libros”.

“Durante el verano solemos viajar por distintas regiones del país, especialmente el NOA, en donde realizamos talleres intensivos en cogestión con proyectos culturales locales”, agregó Violeta, esta maestra jardinera, de 26 años, que según expresó, su relación con el arte, el juego y la educación arranca desde muy chica.

“Asistí a distintos talleres que despertaron en mí un gran interés por las artes visuales. También realicé formaciones en danza, música y audioperceptiva y después me fui adentrando en el ámbito de la educación, gestionando grupos rodantes, espacios de educación no formal, y en paralelo mi carrera como docente de Nivel Inicial”, compartió.

Su compañero del proyecto, Martín Carrera, de 42 años, también tiene en su haber una vasta experiencia y formación artística y educativa.

Desde el 2004, Carrera es director de Fomento y Promoción de las actividades teatrales en el Instituto Nacional del Teatro y en 2016 fundó junto a un colectivo de artistas el Centro Cultural “Batacazo Cultural”, destinado al desarrollo de proyectos artísticos independientes.

Ambos reconocen ser inquietos y entusiastas en continuar formándose, investigando y aprendiendo sobre el juego y los juguetes.

“Nos gusta estar en constante movimiento, investigar y analizar los nuevos juguetes que año a año lanza el mercado, observar las ideas y representaciones que se ponen en juego, desnaturalizar nuestras miradas sobre esos objetos destinados a las infancias y que, al contrario de lo que se piensa, no son inocentes”, manifestaron.

Una “escondida”  jugada al revés

Durante la pandemia adaptaron la propuesta a la virtualidad, realizando talleres a través de plataformas virtuales y en algunos casos entregaron kits de materiales para desfabricar desde la casa.

Actualmente, realizan talleres de construcción de juguetes con materiales reciclados, destinados a grupos de 4 a 6 años y de 7 a 9 años en espacios públicos abiertos, principalmente en la plaza Benito Nazar, o en su sede de la calle Olaya.

Martín y Violenta compartieron por último un momento que ilustra lo que hacen.

En uno de los talleres virtuales que realizaron el año pasado les preguntaron a los chicos cómo harían para desfabricar un juego como las escondidas.

Después de varias opiniones, llegaron a una posible solución que fue “haciendo todo al revés, pierde el que se esconde, por lo cual estuvimos un rato jugando a no escondernos, es decir que con el solo hecho de estar en el grupo –en este caso frente a la pantalla– era suficiente para estar en el juego”.

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