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La culpa individual en el nazismo

Una realidad que en Alemania cuesta sacar a la luz.

La multimillonaria familia Quandt, dueña de la automotriz BMW, y la marca de ropa Hugo Boss, dos grandes estandartes de la economía alemana, intentan saldar cuentas con su pasado nazi aceptándolo como algo inevitable o entonando el mea culpa.

Lejos de ser una “víctima de los nazis”, como intentó hacer creer al final dela Segunda GuerraMundial, Günther Quandt, patriarca de una de las familias más ricas de Alemania, “formaba parte del régimen”, zanja el informe encargado a un historiador independiente.

Publicada a finales de septiembre, la investigación de Joachim Scholtyseck es un ejercicio “de apertura y de transparencia”, según sus nietos, que menoscaba la imagen del fundador de un imperio industrial y la de sus hijos Herbert y Harald.

En sus fábricas, Günther Quandt explotó, a veces hasta la muerte, a más de 50.000 trabajadores forzosos, prisioneros de guerra y de campos de concentración, para fabricar armas y baterías indispensables para Hitler.

Empresario “sin escrúpulos”, Quandt prosperó durante el nazismo, aprovechándose para expoliar a judíos y transformar su negocio en un imperio industrial.

Cierto es que no se entendía con Joseph Goebbels, pero era por motivos personales. Después de su divorcio, su mujer Magda se había casado con el jefe de la propaganda de Hitler y educaba a sus hijos junto a él.

Su hijo Herbert, una de las figuras más destacadas de la patronal alemana durante el llamado “milagro económico” de la posguerra, reverenciado por haber salvado a BMW de la bancarrota en 1959, también sale mal parado en la revisión de la historia.

Recurrió a trabajadores forzosos cuando dirigía una de las empresas del grupo en Estrasburgo (Francia) y al final de la guerra incluso supervisó la construcción de barracas para prisioneros de campos de concentración en Sagan, en la actual Polonia, revela el historiador.

Frente a las revelaciones, los nietos de Quandt, que encabezan una fortuna estimada en 20.000 millones de euros, dicen “lamentar profundamente” los trabajos forzados, pero no por ello repudian a su abuelo.

“Nos hubiera gustado que fuera diferente”, declaró Gabriele Quandt, en la única entrevista concedida desde la publicación de este informe, en el semanario Die Zeit.

Stefan Quandt en cambio define a este hombre como “un empresario responsable”, alejado de la política y que “no tenía como objetivo matar a personas”, dibujando un retrato que no se ajusta a las conclusiones de la investigación de Scholtyseck.

En el caso de Hugo Boss no se arrastran historias familiares pero existe el deseo de atajar las “declaraciones vagas sobre su pasado”. Y es que un rumor sugería que su fundador fue “el modisto preferido” de Hitler.

Ferdinand Hugo Boss suministró al partido nazi algunas camisas desde 1924. Después de la crisis de 1929 se adhirió al partido, y no sólo para poder abastecer ala Wehrmachty las SS en uniformes.

Ferdinand Hugo Boss “no era claramente” hostil a los nazis, y suscribía su política –considera el estudio de otro historiador recién publicado– aunque no era, ni por asomo, el principal abastecedor de uniformes del régimen.

Para saldar el pasado, el fabricante de prêt à porter dijo “lamentar profundamente” el empleo de 140 trabajadores forzosos, en su mayoría mujeres y 40 prisioneros de guerra franceses.

La mayoría de las empresas alemanas recurrieron a trabajos forzados durante el nazismo y, de ellas, 6.500 contribuyeron a financiar la fundación Memoria, Responsabilidad y Futuro (EVZ), que pagó 4.400 millones de euros de indemnización a más de 1,6 millones de ex trabajadores forzosos o a sus herederos.

Pero muchos otros, que incumplían los criterios requeridos, no han percibido nunca una compensación financiera. Las últimas investigaciones históricas evalúan en 20 millones el número de trabajadores forzosos en la Europa hitleriana.

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