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La crisis no se terminó, sólo disminuyó el pánico

El anuncio de Sarkozy y Merkel puede convertirse en un punto de giro definitivo.

¿Terminó la crisis europea? La respuesta negativa es obvia. Mejor formulada, la pregunta de la hora es si concluyó la crisis política, la parálisis que la hizo posible. ¿Toca el adiós a la esclerosis en la toma de decisiones y el extravío de rumbo que asustó al mundo –son palabras del presidente Obama– y lo colocó al borde de un barranco emocional? ¿Europa abandonó, por fin, la fase del autismo? ¿Se puede considerar el anuncio de Merkel y Sarkozy de impulsar la recapitalización de la banca europea como un punto de giro definitivo? Se puede. No sólo porque los líderes dela Unión Europeatoman cartas en el meneado asunto, sino porque ya no hay margen de seguridad para dar marcha atrás. El pánico cedió, lo que habla de una recuperación notable de la confianza a cambio de apenas una promesa verbal. No obstante, tal vez no se deba. Ocurrió más de una vez que con la descompresión de turno rebrotaron luego la desidia y las diferencias insalvables de letra chica. ¿Se romperá el molde? ¿Hubo ya suficiente penuria?

Después de mucho bregar para convencer a Europa de que no estaba a la altura de sus responsabilidades, Christine Lagarde, del FMI, y Tim Geithner, el tesorero de los Estados Unidos, ¿dormirán tranquilos (en camas separadas) con la satisfacción de la misión cumplida? De momento, su silencio es (señal de mejor) salud.

Que nadie se equivoque: diez días atrás el caso Dexia gatilló un zafarrancho de crisis bancaria “a la2008”. Pudo ser un momento Lehman, probó ser de la variedad Bear Stearns. Que Francia, Bélgica y Luxemburgo se hayan apresurado a atajar el derrumbe de Dexia, comola Fedcon el banco de inversión en marzo de 2008, es una analogía evidente. Pero tampoco se dejó naufragar a Fannie Mae ni a Freddie Mac en la antesala de Lehman y, por sí solo, ello no impidió la catástrofe. El rescate de Dexia no hubiera bastado para anular la zozobra si, a la par, los líderes europeos no reaccionaban a tiempo. Sin el resguardo de la expectativa de un futuro fortalecimiento patrimonial generalizado de la banca –sea con capitales privados o públicos– la rebaja de calificación de Italia y de una docena de bancos de la región bien podría haber encendido otro fuego en un aserradero rebosante de materia combustible. Después de todo, Dexia aprobó con holgura los exámenes de estrés dela Autoridad BancariaEuropea (ABE). De las 91 entidades que se sometieron a las pruebas, Dexia emergía en el papel con solidez envidiable: era la número 12, con un ratio de capital (tier uno) del 12,1 por ciento que iría a declinar a un muy confortable 10,4 por ciento a fines de 2012. Y, sin embargo, su posición se pulverizó como un castillo de viruta. Vale puntualizar que la eurozona, a diferencia de Estados Unidos y Gran Bretaña, no forzó la recapitalización de sus bancos. Y los exámenes de resistencia, que debían prender la luz de alerta, se diseñaron (ex profeso) sin tabular la erosión que podía generar el deterioro de la deuda soberana. En ese marco, la negativa europea a cubrir un talón de Aquiles cada vez más vulnerable al contagio era una inusitada invitación a correr contra la banca. A principios de septiembre, Christine Lagarde ya había definido la tarea como urgente. Con más razón, después de comprobar en Dexia una muestra cabal de la dislexia del supervisor.

Los problemas de falta de capital no vienen solos. Se sabe que la banca europea también se distingue por una estructura de fondeo que depende en demasía del acceso a fuentes inestables. La base de depositantes es relativamente pequeña y ello acrecienta el papel de los mercados mayoristas en su alimentación. Dejarle rienda suelta a la crisis provocó una iliquidez creciente que, a su manera, es una lente que aumenta la percepción de insolvencia. La decisión de los fondos de mercado monetario de Estados Unidos de recortar drásticamente su exposición a los bancos franceses dejó en descubierto además la dificultad de procurarse de financiamiento para atender el descalce de monedas de la cartera activa. Grecia pudo ser la excusa inicial, pero lo cierto es que la crisis europea dio un salto de calidad cuando atacó a Italia. No es casual la sensibilidad acentuada sobre la banca francesa a partir de allí: se comprende mejor cuando se entiende que la deuda italiana en manos de tenedores galos supera el 20 por ciento del PBI de Francia. Haber dejado crecer esta bola de nieve mirando hacia otro lado es lo que colmó la paciencia de Lagarde (que supo jugar ese juego mientras fue ministra a la vera del Sena) y de Geithner. Se sabe que la industria financiera es un ovillo integrado que no reconoce fronteras. Una mala lectura de los cuadros explicativos del balance del banco estadounidense Morgan Stanley bastó para provocarle un sacudón eléctrico a su cotización, cuando se confundió su exposición europea bruta con la neta (sensiblemente menor por la utilización de diversas coberturas). Pero, a su vez, la banca es una caja negra (opaca y casi impenetrable hasta para quienes deben oficiar de contralor). ¿Quién puede saber cómo responderán los recaudos ante el agravamiento de la crisis? Tal vez no sea un error obsesionarse con los riesgos tomados en bruto y relativizar los arbitrios de protección. Yendo un paso más allá: ¿es casual que, en paralelo, Central Huijin, uno de los gigantescos fondos soberanos chinos, haya decidido intervenir en los mercados y comprar las acciones de los cuatro grandes bancos de su país? ¿O es otra consecuencia derivada, parcialmente, de todos estos meses de presión constante?

El diablo se aloja en los detalles y los detalles de la capitalización no se conocerán quizás hasta el próximo 23. Pero alivia comprobar que el BCE, que deberá ser pieza fundamental en la estrategia de estabilización, haya decidido atacar los trastornos del fondeo. Como se previó, el BCE mantuvo las tasas de interés en su sitio. Mas abordó lo importante: abrió las compuertas de la liquidez. Y, sin restricción de monto, prestará recursos a doce y trece meses a las entidades que lo necesiten (contra colateral). Y también retomará la compra de bonos cubiertos (sumando otros 40 mil millones de euros a los 60 mil millones en cartera). Para los bancos supone la posibilidad de tomar fondos a más largo plazo a costos sustancialmente más bajos que los que, aun en condiciones normales, deberían oblar. Es un buen presagio. El BCE no puede aparecer en la misma foto que Merkel y Sarkozy, pero para dar vuelta la página deberá sí o sí obrar en igual sintonía.

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