Economía

Veredicto del mercado

La corrida se vuelve maratón: dólar a $61 y riesgo país en 2.441 puntos

La divisa aumentó 73 centavos en el último día hábil, para completar una semana negra. En Rosario se llegó a vender a 63. A la tensión se sumó una nueva y fortísima caída de reservas: 1.943 millones de dólares


La corrida ya es casi maratón. Los mercados dieron este viernes, en el último día hábil de la semana y del mes, su veredicto acerca del “reperfilamiento” de la deuda contraída por el gobierno nacional: pese a lo creativo del término, lo tomaron casi –o directamente– como un default. Así, el riesgo país saltó 176 puntos básicos y quedó en 2.447. En tanto, el dólar cerró con una suba de 73 centavos, concluyendo la semana con una cotización de 61,03 pesos para la venta minorista. En Rosario, la cotización osciló alrededor de los 63 pesos ara la punta vendedora. En el segmento mayorista, la divisa aumentó 1 peso (1,7%) y pasó de 57,90 en la rueda del jueves a 58,90 pesos ayer. En tanto, las reservas perdieron la sideral cifra de 1.943 millones de dólares en una jornada –387 millones por intervención en el mercado cambiario y 1.556 millones por pago de vencimiento de Letes y por retiro de depósitos– para cerrar en 54.098 millones de dólares. Esto es que sólo durante el octavo mes del año se esfumaron 13.793 millones de dólares.

Tras el cierre del mercado cambiario, el BCRA atinó, por primera vez durante el gobierno de Cambiemos, a instalar un primer control para el flujo de divisas: de ahora en más, las entidades financieras deberán solicitar permiso a la autoridad monetaria para girar utilidades al exterior. La respuesta fue casi inmediata, en los bancos que tienen el servicio para sus clientes de operar fuera de horario, el dólar alcanzó en algunas pizarras los 65 pesos. En el Galicia, por caso, estaba a apenas 1,3 peso por debajo del euro, distancia que parece artificial, ya que la brecha entre ambas monedas es mayor, con la equivalencia oscilante de entre 0,83 y 0,91 euro por cada dólar en el último año y medio. En el Supervielle, en tanto, figuraba una cotización de 61,90 pesos por dólar. Y la pizarra del BBVA Francés, otra de las entidades que ofrecen el servicio, a 64,99 pesos.

“Disponer, con vigencia 30.8.19, que las entidades financieras deberán contar con la autorización previa del Banco Central de la República Argentina para la distribución de sus resultados”, reza una comunicación del Central. A letra seguida, la entidad que preside Guido Sandleris advierte que “en dicho proceso de autorización, la Superintendencia de Entidades Financieras y Cambiarias tendrá en cuenta”, además de otros elementos, una medida –la comunicación A 6.430, del 12 de enero de 2018– anunciada para entrar en vigencia el 1° de enero de 2020 orientada al “deterioro de activos financieros”. La orden, que había quedado transitoriamente detenida, establece una validación de “modelos de estimación de pérdida esperada” –toda la información debía estar presentada a fin del año pasado– y presupuestos mínimos de información de esas simulaciones y su adecuación en cuanto a la clasificación de deudores, garantías y previsiones por riesgo de incobrabilidad. Dicho de otro modo, cuánto vale una cartera “real” de clientes cuyo comportamiento en un extremo ideal es que pagan todos, pero el otro extremo es que no cumple nadie, la ruptura total de la cadena de pagos.

Así, los bancos sólo podrán remitir a sus casas matrices ganancias demostradas, previa autorización del BCRA.

Días atrás, el Central dispuso que los grandes exportadores no puedan tomar créditos por más de 1.500 millones de pesos sin su autorización. La medida apunta a que los que buscan pesos para sus operaciones domésticas –pago de sueldos, fletes, alquileres y otros– mientras atesoran dólares producto de sus ventas en el exterior, se fondeen liquidando divisas en lugar de tomar prestamos en pesos que se licúan en el tiempo por devaluación e inflación.

Pero, según portales nacionales de noticias, no es la última medida que tiene en carpeta la autoridad monetaria: la más anunciada una regulación a la compra de dólares para grandes inversores, que en una sola rueda pueden provocar un descalabro.

 

Volver al mundo a contagiar

En el riesgo país, que da el parámetro de la sobretasa que debería pagar la Argentina –si existiera alguien dispuesto a prestarle– sobre la tasa que pagan los bonos del Tesoro estadounidense, hay que retroceder 14 años para encontrar un nivel semejante: se había comenzado a desatar a crisis de 2001-2002 cuando, el 26 de octubre de 2001, durante la gestión de Fernando de la Rúa, el índice perforó los 2.000 puntos básicos. El riesgo país permaneció por encima de esos niveles –a los que llegó a casi cuadruplicar– hasta el 10 de junio de 2005, una semana después de cerrado el primer canje de deuda del gobierno de Néstor Kirchner, cuando cayó de 6.606 a 794 puntos básicos en sólo tres días y cerró el año con 503 puntos.

Como le ocurrió al gobierno de la Alianza, la desconfianza en la capacidad de pago cayó encima sobre la gestión de Mauricio Macri. Ya este jueves la agencia Standard & Poor’s había calificado el anuncio del “reperfilamiento”, esto es la extensión unilateral de los vencimientos de corto plazo, como un “default selectivo”. La evaluación hizo retroceder el valor de los bonos argentinos de todas las legislaciones –incluidos los papeles de la deuda a 100 años contraída en 2017– lo que acrecentaba el temor de que otra vez los fondos buitre intervinieran aprovechando para absorber bonos a precios devaluados, para después orquestar la estrategia de oponerse a toda reestructuración y litigar por activos nacionales.

En el histórico, el 20 de abril de 2001 el riesgo país saltó por primera vez a cuatro dígitos: quedó en 1.046 puntos básicos. De allí permaneció oscilando entre menos de 1.100 puntos y alrededor de los 1.000, con un piso de 879 en una sola jornada de junio de ese año. Tres meses y medio después, octubre, rompía el techo y superaba los 2.000 puntos. En noviembre los 3.000, y en diciembre los 4.000 puntos en la primera semana del mes y los 5.000 en la última, en coincidencia con la caída de De la Rúa en medio de una hecatombe de saqueos, represión, y ahorristas martillando puertas de bancos y vidrieras de bancos reforzadas con chapas acanaladas.

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