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La coqueta cartera y la desolación

Por Carlos Duclos

Son las 7 de la tarde de un domingo reciente y un grupo de turistas extranjeros camina por la coqueta y exclusiva Galería Pacífico de la ciudad de Buenos Aires. Hay productos para todos los gustos: calzado, ropa, cosméticos, hermosos y cautivantes relojes. Un gigante árbol de Navidad, delicadamente armado y expuesto, parece querer confundirse con los frescos del techo del lujoso paseo.

Por la misma galería, y entre otros idiomas, una voz argentina, para más datos, rosarina, queda asombrada por los precios. Con estupor, observa que una cartera para dama supera holgadamente los 4.000 mil pesos de costo, y que un ambo para caballero tiene el valor aproximado de dos sueldos de un empleado de comercio. El buen hombre tiene todo el aspecto de ser un escudriñador de la realidad; pasea su mirada que va desde las poderosas cámaras fotográficas de unos franceses que se entusiasman con el hermoso arbolito, y el precio de una cartera de dama color roja, de diseño poco atractivo, que está en “liquidación”: 1.450 pesos.

Sale, y no más trasponer la puerta de la galería, en plena calle Florida, se encuentra con el otro mundo, ese otro paisaje que se observa en toda la Argentina: el vendedor ambulante desarrapado que procura ganar unas monedas, el chico descalzo mendigando y un guitarrista no vidente que de vez en cuando alcanza a escuchar el sonido metálico de una moneda que se precipita, misericordiosa, pero escasa, en un sucio tachito de lata.

El personaje de esta historia, real desde luego, compra en un quiosco de diarios el matutino argentino por excelencia (cuyas ventas han caído estrepitosamente, en razón de que se ha involucrado locamente en una batalla por la defensa de sus intereses olvidándose de los lectores) y lee algo que todo el mundo conocía (¿es entonces noticia?): la tasa de desempleo creció al 9,1 por ciento. Como la información es oficial, es decir del Indec, también conocido como Indec-ente, es dable suponer que la tasa real es superior. La misma noticia sostiene que el organismo oficial, conducido por Moreno, especializado en caricaturas desde hace mucho tiempo, reconoció que el subempleo trepó al 10,6 por ciento. En suma, que la realidad que deben afrontar muchos argentinos no es precisamente la que podría hacer suponer el escaparate finamente decorado de la coqueta marroquinería de la Galería Pacífico.

Claro, nadie exige que cada ama de casa argentina ande por el mundo con una carterita de 4.000 pesos (lo que supondría que su
estándar de vida sería lo suficientemente alto como para gozar de otras grandes comodidades), pero sí se exige el acto de justicia
por el que se dignifica al ser humano y que consiste en que cada persona de este país, sin excepción, tenga trabajo y gane, al menos, lo que vale la cartera. Es decir 4.000 pesos, monto que permitiría a una familia vivir un poco mejor, pero aun así con muchos derechos insatisfechos.

Claro, la realidad de millones de personas en este país no es la de aquellos turistas y gente de recursos que pueden adquirir una carterita de 4.500 pesos. La escena es opuesta y desoladora. A su regreso a su ciudad, el personaje de esta historia, el rosarino, fue a un autoservicio a comprar unos alimentos. Allí se encontró con ese otro mundo antes pintado: un jubilado contaba las monedas para comprar 50 gramos de jamón cocido, y la cajera se quejaba de su trabajo, por el que le pagan 950 pesos por mes.

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