Política

En el aire de Rosario

La construcción de la Memoria en tiempos de coronavirus

Por primera vez en la historia la marcha del 24 de marzo se suspendió, pero aparecieron espacios de lucha colectiva desde la cuarentena. Balcones, puertas, ventanas y palieres se vistieron de pañuelos blancos


Es 24 de marzo y en Rosario los bombos no suenan en plaza San Martín, los carteles no se levantan por bulevar Oroño, las columnas no avanzan por San Luis hasta Buenos Aires, ni ingresan en el Monumento a la Bandera para escuchar la proclama. Es martes 24 de marzo de 2020, desde el viernes Argentina está en cuarentena obligatoria para disminuir el impacto de la pandemia de coronavirus y el llamado es a que nadie abandone su casa. Por primera vez desde 1984, cuando se realizó una primera y magra marcha, en Rosario no hubo movilización. Pero el espacio público, lo colectivo, siempre encuentra una forma de hacerse presente y desde los balcones de la ciudad se actualizó el reclamo por Memoria, Verdad y Justicia.

El lunes Malena se acostó tarde. En realidad, cuando se fue a la cama en el calendario era 24 de marzo. Había estado viendo videos y recordando cuando era chica y su mamá –que cumplía los años ese día- la llevaba a las marchas y le decía que no se asustara de los tambores que le sonaban a la altura de la cara y le retumbaban por todo el cuerpo, porque esa era tan solo la forma de que se viera que estaban ahí, que se viera que no olvidaban, y que como eran “tantos” no iba a pasarles nada. En la vida de Malena, “los 24 de marzo se marcha o se marcha”, aunque este año la movilización física no haya sido posible.

“Con mi compañera desayunamos en el balcón mientras atábamos a la baranda un pañuelo blanco que habíamos encontrado, y empezamos a pensar qué otras cosas podíamos hacer”. Lo que se les ocurrió fue hacer una intervención en otros espacios del edificio en el que viven, en barrio del Abasto, como el ascensor. Antes, hicieron un pequeño ritual: escucharon música –La Memoria, de León Gieco, fue uno lo los primeros temas–, recortaron telas y las intervinieron. También imprimieron la tapa del periódico El Eslabón, para compartirla con sus vecinas y vecinos.

“Después de colgar las cosas abrí la puerta de mi casa y la del ascensor con el codo, volví, me lave las manos, pusimos música de nuevo. Pensé en las madres, en mi madre, en las abuelas, en los 30 mil, y la cantidad de veces que estuve tirada en el piso haciendo un cartel, y en las palabras que dan vueltas, en la vida y en la muerte, y en cómo las abuelas y madres de Plaza de Mayo nos enseñaron que a través de la muerte vuelve a haber vida”.

Los pañuelos que este martes colgaron de puertas, ventanas, muebles, rejas, terrazas y balcones fueron pañuelos de cuarentena, hechos de bolsas, sábanas viejas, apuntes de algún curso, y hasta servilletas de papel.

“Mis papás me llevan a las marchas desde muy chica. Este año estaba muy entusiasmada porque después de cuatro años de un gobierno al que no le importaban los derechos humanos, la marcha de este año iba a ser, además de un día de memoria, un festejo. Pero parece que después de Macri llegó otro mal al país, así que desde nuestros lugares, desde nuestros balcones, podemos acompañarnos e insistir en lo que vamos a pedir hasta el final de nuestros días: Memoria, Verdad y Justicia”, dijo Gabriela a El Ciudadano.

“Me siento muy rara de no salir a marchar. Creo que las intervenciones que hacemos son una manera que encontramos, de poder hablar de esto igual, aunque estemos tomados por el coronavirus”, considero Lucía que, con su novio Federico, intervino el balcón de su departamento céntrico con pañuelos blancos. “En este contexto cada casa, cada departamento, es una vidriera, espacios que también son públicos. También compartí muchas cosas en redes, que son otra forma de lo público”, agregó.

En barrio Luis Agote, Laura se emociona si un vecino replica su acción y se suma a la movida del 24 de marzo. “Las abuelas, las madres y los organismos de derechos humanos, que son nuestros ejes a la hora de marcar un rumbo, hablaron de que si no se puede marchar hay otras formas de copar las calles, así que nos pareció que teníamos que sumarnos”, dice a El Ciudadano. “Creo que el gesto de ver el pañuelo en la ventana va a interpelar a otras personas”. Además, Laura se sumó a la propuesta de Hijos Rosario, de sacarse una foto con la remera de “Yo me pongo la camiseta por el Juicio y Castigo”.

Es con les hijes

María Laura y Manuel se levantaron y después de desayunar vieron un capítulo de Zamba (La asombrosa excursión de Zamba, Pakapaka, 2010-2016) que habla de lo que fue la última dictadura cívico-militar en la Argentina. Esa fue la forma que ella encontró para poder hablar con su hijo de cinco años sobre el 24 de marzo. “La junta militar aparece caracterizada como si fueran vampiros, y Manu pudo entender perfectamente”, contó.

“Después hicimos unos dibujos, primero nos sacamos una foto, el pintó, yo pinté, hicimos una intervención sobre un pañuelo de las madres donde Manu dibujó a los villanos, un  poco inspirado en ese capítulo, y yo pinté un cartel del Nunca Más”. Después, colgaron sus obras.

“Me pareció que estaba bueno poder usar la ventana del frente de mi casa para expresarnos, para conectar el adentro con el afuera, ahora que estamos todos adentro. Que se vea plasmado a través del trazo de un niño que en esta casa vive un niño al que se le ha hablado del tema y es la manera en la que decidimos expresarnos. Y  esta actividad tiene un sentido especial ahora en cuarentena, que no hay escuela, que no hay un espacio desde lo colectivo donde los chicos puedan acercarse a la cuestión de lo que fue la dictadura, del genocidio. Entonces creo que es la casa el ámbito donde esto se tiene que reforzar y una manera de construir Memoria en familia”, explicó.

Carina y su hija Violeta, de diez años, pensaron la actividad entre las dos. “Estamos acostumbradas  a marchar juntas,  con amigas que también marchan con sus hijes. Y cuando empezamos a ver en redes sociales la decisión de suspender la marcha, empezamos a discutir qué podíamos hacer”, contó Carina.

El lunes invirtieron unas horas de la cuarentena el fabricar una guirnalda de pañuelos blancos con la consigna de Memoria, Verdad y Justicia y los decoraron juntas su casa de barrio Arroyito. Este martes, temprano, los colgaron y enviaron fotos a los grupos de la escuela y de amigas de ambas.

 

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