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Hace 200 millones de años

La compleja vida social de primitivos dinosaurios patagónicos revelada por un hallazgo

La disposición espacial de más de cien huevos, algunos con embriones fosilizados, y ochenta esqueletos de pichones, juveniles y adultos recrea el entramado jerárquico y organizativo de la especie Mussaurus patagonicus, antecesora de los grandes dinosaurios herbívoros de cuello largo


Integrantes del equipo científico midiendo en una excavación un esqueleto de Mussaurus.

Científicas y científicos de Argentina, Sudáfrica, Estados Unidos y Francia acaban de publicar un hallazgo que aporta novedosos datos sobre la vida social de los Mussaurus patagonicus, antecesores de los grandes dinosaurios herbívoros de cuello largo que vivieron en los inicios del Jurásico, hace casi 200 millones de años. La disposición espacial de más de cien huevos, algunos con embriones fosilizados, y ochenta esqueletos de pichones, juveniles y adultos recrea el entramado jerárquico y organizativo de la especie.

El descubrimiento, en pleno centro de la provincia de Santa Cruz, en la localidad de El Tranquilo, permite recrear detalles inéditos de cómo vivían y cómo era la organización social de esta especie primitiva de dinosaurios que, en su adultez, alcanzaban a pesar unos 1.500 kilogramos y medir unos seis metros de largo. “Nuestros nuevos hallazgos sobre Mussaurus agregan información importante sobre el comportamiento social de los primeros sauropodomorfos”, indica el reciente trabajo en Scientific Reports.

Se trata de la más temprana evidencia que puede develar la clave de su éxito evolutivo.

Fue como hallar una aguja en un pajar. En casi un kilómetro cuadrado de territorio de la Patagonia Argentina, que por entonces era el supercontinente de Pangea, se encontró lo que alguna vez fue una colonia reproductiva de este dinosaurio sauropodomorfo primitivo que habitó la Tierra hasta hace 192 millones de años. En este caso, los animales murieron en un período corto de tiempo por algún tipo de evento, posiblemente volcánico, que enterró rápido sus cuerpos. De este modo, se preservaron todos los representantes de la serie de crecimiento, desde huevos hasta adultos.

 

Una manada bien organizada

Los restos descubiertos no estaban distribuidos azarosamente, sino agrupados de acuerdo con su edad. Los recién nacidos se encontraron en las cercanías de los nidos; los pequeños de un año también se hallaron congregados, y unos once esqueletos recostados unos sobre otros pertenecían a los jóvenes Mussaurus. En las cercanías del mismo sitio de nidificación había adultos solos o de a pares.

“Esto revela que Mussaurus tenía una estructura de manada muy organizada. Nuestro trabajo logró reunir la evidencia más antigua que se conoce de comportamiento social de manada de los dinosaurios, donde no solo andaban todos juntos, sino que estaban divididos por edades. Además, se observó que anidaban en conjunto en colonias reproductivas y volvían repetidamente a hacerlo en el mismo sitio.

Estos animales tenían un comportamiento social muy importante que, muy probablemente, ayudó a su éxito desde el punto de vista evolutivo”, indica la paleontóloga Claudia Marsicano, profesora del Departamento de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y una de las autoras de la reciente publicación.

 

La primera nidada
Muestra, en primer plano, de uno de los huevos colectados. Foto: Claudia Marsicano.

 

La publicación reciente, en realidad, refleja el trabajo de varios años, con numerosas campañas y un equipo científico internacional que durante semanas se instaló en la desolada estepa patagónica para buscar huellas de hace millones de años.

El destino era un yacimiento paleontológico de la formación Laguna Colorada con características únicas y que tiene su historia. En los años 60 ya se habían localizado allí restos fósiles. “Pero esta es la primera vez que se hace un trabajo sistemático e integral en el lugar. Hicimos una búsqueda súper intensiva de fósiles en muchos sitios de la misma área, con estudios sedimentológicos de detalle que nos dieron información del ambiente en que vivían, y análisis de rocas para obtener información que nos permitiera hacer una datación absoluta. Ahora sabemos exactamente que estos hallazgos pertenecen a los inicios del Jurásico”, describe Marsicano, investigadora del Conicet.

Ella tenía casi una obsesión generada al inicio de la primera campaña de este trabajo, que fue financiada por la National Geographic. “Cuando llegamos, en 2012, ya habían sido descubiertos huevos sueltos de estos dinosaurios, pero nunca en su sitio original. Por eso, yo quería dar con un nido. Un día, me acuerdo, me puse los auriculares porque el sonido del viento patagónico aturde y fui sola a recorrer los afloramientos en cuatro patas. Se me había metido en la cabeza encontrar un nido in situ, y… lo hallé”, relata con risas estentóreas.

Marsicano marcó el lugar y esperó hasta la noche, cuando todo el equipo de trabajo se encontraba en una vieja estancia dispuesto a cenar, para contar la novedad. Al día siguiente, junto con el geólogo inglés Roger Smith, con quien hace más de 20 años trabaja en África, y gran parte del grupo volvieron al sitio.

“Encontramos más nidadas, y dimos con una de casi 40 huevos. ¡Fue maravilloso! Ver la nidada con los huevos agrupados tal como fueran colocados por la hembra da sensación de vida, como si fuera el momento en que ocurrió. Te transporta en el tiempo”, narra.

A lo largo de las diversas campañas colectaron más de cien huevos en distintas nidadas, algunos con embriones fosilizados. ¿Los tamaños? “Unos eran pequeños como de codorniz y otros como de gallina grande”, describe y agrega: “No presentan una cáscara dura de carbonato de calcio sino blanda. La biomineralización de la cáscara de los huevos de dinosaurios es más moderna, como publicamos el año pasado en Nature con Diego Pol”.

Además de dar con numerosas nidadas, reunieron material de ochenta esqueletos que, en conjunto, permitieron dar detalles de cómo vivían estos animales en un paisaje muy distinto al actual. “Había -indica- más ríos, más vegetación. Al ser herbívoros y de gran tamaño requerían de una gran cantidad de material vegetal para su alimentación”.

 

En Pangea ya sabían que el grupo protege
Adriana Mancuso y Claudia Marsicano frente a una excavación de un nido. Foto: Claudia Marsicano.

 

Con una inédita escenografía de cómo era la vida de estos dinosaurios hacia inicios del Jurásico, este trabajo muestra detalles de su estructura social, de su cohesión. Para esto, manejarse en grupo de manada resultaba clave, “porque desde el nacimiento hasta que llegan a un tamaño suficiente para valerse por sí mismos, los juveniles necesitaban el cuidado de los adultos. Así pasa hoy con los elefantes -ejemplifica-. Ese tipo de organización del comportamiento social es una clave del éxito para su supervivencia”.

Si bien se sabía que los dinosaurios contaban con esta estructura de manada bien organizada, no se ubicaba tan temprano en el tiempo. “Se conoce esta característica para algunos grupos de dinosaurios del período cretácico, pero no se sabía que ya la habían desarrollado cerca de 90 millones de años antes, a inicios del Jurásico”, compara.

Por último, con distintas campañas en el “medio de la nada” y la recopilación de numeroso material a cargo de un vasto equipo de colaboradores de distintos puntos del planeta, faltaba el momento para sentarse a escribir el extenso trabajo realizado. La cuarentena por COVID-19 fue el momento usado para hacerlo en este documento que acaba de salir en Scientific Reports con dos aspectos clave que Marsicano insiste en subrayar. “Su título: ‘La evidencia más antigua que se conoce de comportamiento social de manada de dinosaurios’ muestra parte de la importancia de esta investigación. Por otro lado, quiero destacar el trabajo multidisciplinario que enriquece y abre la mirada. Esta forma de investigación es la que permite este tipo de resultados abarcativos que pueden cambiar paradigmas científicos”, concluye.

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