Ciudad

Un gran reconocimiento

La Casa LGTBI tendrá el nombre del primer activista gay de Rosario

Juan Espina fundó el Movimiento de Liberación Homosexual en 1983. Murió en 1994 de VIH, como muchos de esa generación. Fue uno de los que inició la militancia por la diversidad en Argentina


Nadia Espina tiene pocos recuerdos de su tío. Uno de ellos es de cuando tenía 6 o 7 años y él estaba muy enfermo. Se acuerda que descansaba en una habitación en la casa de sus abuelos y que ella le escribía cartas en las que le deseaba que se cure pronto. Juan Espina murió en 1994 a los 39 años. En la vida de Nadia hubo dos momentos en los que la información que tenía sobre el hermano de su papá cambió por completo. A los 18 cuando sus abuelos le contaron que era gay y que había muerto de Sida. Y a los 31 cuando a comienzos de este año se enteró que había sido el fundador del Movimiento de Liberación Homosexual (MLH) en Rosario, la primera organización gay de la provincia de Santa Fe. Desde entonces junto con su familia buscan recuperar la historia del olvido. Esta semana la Casa LGTBI de Rosario (Córdoba 3650) fue bautizada con el nombre de Juan Espina en un ejercicio de reconstrucción de la memoria de los activismos disidentes de la ciudad.

El MLH fue la primera experiencia organizativa militante gay de la provincia. Nació en 1983 en las reuniones clandestinas que se hacían en la casa de Juan Espina en los últimos meses de la dictadura cívico militar y los primeros de la democracia. El grupo primero se llamó Las Dominicas porque se juntaban los domingos.

En 1984 hicieron el acta fundadora, donde Juan Espina figuraba como secretario general. El MLH funcionó con ese nombre hasta 1989 cuando parte de quienes lo integraban se volcaron a formar un centro de asistencia para personas con VIH, donde Juan Espina ayudó como bioquímico y militante.

Emmanuel Theumer es un historiador de 29 años y fue el primero en recuperar la historia del MLH y de Juan Espina. Para él es interesante ver cómo el grupo que empezó en secreto salió a las calles con la democracia y se metió de lleno en el escenario de las luchas de Santa Fe.

En diálogo con El Ciudadano, explica que peleaban por el libre ejercicio de la sexualidad y la derogación de los códigos contravencionales que permitían a la Policía perseguir y detener a personas por su orientación sexual o identidad de género. Sobre Juan Espina cuenta que tenía el carisma y el entusiasmo de los líderes que convencen a sus pares de organizarse. A diferencia de las organizaciones surgidas en Buenos Aires en los 70, el MLH tuvo sus particularidades en consonancia con la transición democrática.

“La luchas de los 70 se reorganizaron en la lucha de los derechos humanos, el Estado de Derecho y la defensa de la democracia. Ese cambio en la izquierda afectó a todos los movimientos políticos en general. Surgieron los movimientos feministas y de disidencias. Juan Espina en Rosario marcó el trazo de un impulso vital y afirmativo de la homosexualidad”, explica Theumer.

La particularidad estuvo, además, en pensar al MLH en relación con otros movimientos sociales, como los feminismos o las Madres de Plaza de Mayo. “Le interesaba pensar la homosexualidad en relación a otros grupos oprimidos. Tenía una idea de clase también”, agregó.

Contra el olvido

A principios de año el papá de Nadia recibió un llamado. Había un proyecto en la Subsecretaría de Diversidad Sexual de Santa Fe para bautizar a la Casa LGTBI de Rosario con el nombre de Juan Espina. Él se puso contento y al mismo tiempo se sorprendió: sabía de su compromiso social porque cuando era niño lo llevaba a las marchas contra los militares pero desconocía por completo la historia de su hermano como dirigente y referente del MLH.

Eran otras épocas, en las que se creía que la homosexualidad era una enfermedad, pero mis abuelos y mi papá siempre lo apoyaron. De lo que no se hablaba y no sabían nada era de la organización. Después de la dictadura daba mucho miedo hablar de militancia y mi tío nunca lo contó”, explica Nadia.

Desde el llamado a su padre, Nadia encaró la tarea de recuperar la historia y contactó a los compañeros y amigos de militancia. Uno de ellos le mandó una foto. Le contó que había ido a ver la muestra “Revolucionistas: rebeliones y feminismos” y que había encontrado a Juan Espina en una de las imágenes.

La exposición reúne documentos de la historia de los activismos de mujeres y disidencias de Rosario y la foto es la única que la familia Espina encontró hasta ahora de la época de la militancia. La imagen está fuera de foco. Él aparece en el medio de una manifestación con un cartel que dice “BASTA”. A un costado hay una corona de flores y al otro lado se ve la esquina del cruce de peatonales de Rosario. En el epígrafe se aclara que es una marcha del 8 de marzo de 1986.

El 26 de marzo pasado Nadia habló durante más de una hora por teléfono con Adrián Sánchez. Él había sido su pareja y fue uno de los contactos que la ayudaron a reconstruir la historia. Le contó en el garaje de su casa en Londres todavía tiene guardada una caja con documentos del MLH y hasta una grabación con la voz de Juan Espina. Sánchez le contó que en la dictadura la Policía los perseguía por su orientación sexual y los llevaba detenidos. Le habló del exilio y del alivio que encontró cuando declaró en los juicios de lesa humanidad.

Para Nadia y su familia reconstruir la historia de Juan Espina es un ejercicio de memoria familiar y colectivo. “Es sanar y sacarlo del olvido. La lucha de mi tío fue invisible a mis ojos, los de mi familia, pero también del movimiento LGTBI. Es una historia olvidada que hoy ayuda a entender cómo se gestaron las luchas de los activismos”, opina, y agrega: “Era un comprometido y una persona muy convencida de lo que quería, con un poder carismático muy fuerte. Ayudó en las primeras detecciones del Sida y en que los test fueran secretos”.

La crisis del Sida

Cuando Nadia Espina empezó a hablar con quienes conocieron la militancia de Juan Espina se dio cuenta de que su tío no era el único que había muerto de Sida. “Arrasó con una generación. Además, había un estigma muy fuerte en esa época”, cuenta.

Emmanuel Theumer afirma que el sida fue una crisis porque desestructuró los modos de reconocimiento entre homosexuales, lesbianas y trans. “Fue una carta terminal hasta 1996, cuando cambiaron los fármacos y empezó a poder tratarse. Cuando apareció desestructuró todo porque generó lecturas difíciles de homogenizar. Había quienes tenían una mirada anticapitalista y otros que decían que era un problema de salud pública al que había que responder. Estos dilemas fueron muy fuertes en los movimientos que había y se llevó puesta la vida de muchas personas”, dice.

Para el historiador el MLH fue muy importante porque a diferencia de otras experiencias militantes se convirtió en un efector paralelo de salud. Sus integrantes conseguían medicamentos cuando el Estado todavía no los cubría y hacía acompañamientos.

En el 96 lo que era una disputa con la muerte cambió. Emergen discursos más positivos que hablan de vivir con el virus. Pero antes el panorama era muy diferente. Muchos de ellos tuvieron que dejar sus demandas y se vincularon con iglesias para conseguir preservativos o dar información. Eso generó mucha invisibilidad y mucha tensión en las organizaciones”, opina Theumer.

“La crisis del sida se llevó un montón de activistas y que explica el silencio y la ignorancia actual de nuestro pasado. A eso se suma que la construcción de la historia de los derechos humanos tuvo durante décadas una visión basada en las normas de la heterosexualidad”, concluyó.

 

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