Ciudad

Como en Macondo

La Calle 602, en el límite con Baigorria, se cayó del mapa

Un grupo de vecinos de esa cortada sufre diversos padecimientos desde que le cambiaron el nombre. La EPE, Aguas Santafesinas y Litoral Gas la denominan de distinta manera.


Cuando los vecinos de la Calle 602 cuentan la odisea por la que tienen que pasar cada vez que les toca hacer un reclamo por servicios de luz, agua y gas, como también otros básicos que le corresponden a la Municipalidad como alumbrado público, recolección de residuos, zanjeo o poda y escamonda, sus relatos están más cerca de parecerse a la Macondo de Gabriel García Márquez que a la misma Rosario. La senda en cuestión es una cortada sin pavimentar ubicada en el límite de la ciudad con Granadero Baigorria, encerrada tras el paredón de una fábrica metalúrgica y lindante hacia el sur con el campo de deportes del colegio La Salle. Las familias que allí habitan, todas de clase media, aseguraron que hace unos años le cambiaron el nombre a la arteria que antes se llamaba Speghazzini y que desde entonces “no existe” en los registros de Villa Hortensia ni en los del centro de denuncias 147.

De acuerdo al relato de los vecinos hay más. Las facturas de los servicios llegan a nombre de tres calles diferentes: para la Empresa Provincial de la Energía (EPE) es “Plantines”, mientras que para Litoral Gas y Aguas Santafesinas (Assa) la cuadra donde viven es Speghazzini y Calle 602, respectivamente. Para algunos trámites todavía no figura la calle.

A la cortada se llega por bulevar Rondeau doblando 300 metros hacia el oeste, a la altura del nuevo acueducto Gran Rosario, por una calle que se llama Camino Fin del Municipio –también Ciudadela– y que es la que comparten quienes viven en los límites de Granadero Baigorria y Rosario. Sin embargo, la diferencia en cuanto a infraestructura, alumbrado y servicios entre unos y otros es notoria, y los habitantes del lado rosarino se llevan la peor parte.

“Pidan presupuesto”

“Cuando se empezaron los trabajos por Ciudadela de tendido de cloacas para la gente de Granadero Baigorria, que es un barrio semiprivado, fuimos a la Municipalidad para aprovechar que la calle estaba abierta por las obras para que se hiciera extensivo en nuestra cuadra, que es la única de la zona que no tiene cloacas. La respuesta que nos dieron fue que buscáramos tres presupuestos de empresas que se dedicaran a hacer ese tipo de trabajo. La verdad que no me rodeo con ese tipo de gente, no me corresponde además hacerlo”, señaló Fernando Cambas, uno de los vecinos de esa particular calle.

Adriana Catafesta, por su parte, es una de las primeras personas que habitó el barrio, cuando se casó con Héctor Ferreira, nieto de un inmigrante portugués que compró varios lotes de la zona a mediados de la década del 40. “Hace dos años que hago una seguidilla de reclamos y no vienen ni siquiera para hacer zanjeo, es una desidia y un abandono total”, contó.

La mujer explicó que, además de los problemas que se les presentan cuando tienen que hacer un reclamo en la EPE, Telecom o el 147, otro drama se suscita en caso de lluvias. “El agua deriva hacia el sur, porque es el declive natural de la calle, pero la respuesta que nos dan cuando pedimos el zanjeo es que esa agua desembocaría en terrenos privados, que son los del colegio La Salle, y que el zanjeo no puede llegar hacia allá”, indicó.

Catafesta también relató que a fines del año pasado los vecinos de la cuadra tuvieron un acercamiento con Alfredo Manavella, por entonces responsable de Hidráulica de la Municipalidad. La propuesta que les plantearon desde el Ejecutivo fue hacer el zanjeo pero para eso debían solicitar el permiso al colegio para poder pasar las cañerías por la calle Valentín Gómez y así hacer pavimento con cordón cuneta y desagüe.

“El director del colegio lo autorizó de palabra, le comunicamos eso a Hidráulica de la Municipalidad, les dimos los contactos y nos dijeron que tenían casi el 80 por ciento del tema resuelto, pero en febrero vuelvo a llamar y con el cambio de gabinete tras las elecciones había una nueva directora en Hidráulica que no estaba al tanto de nada, por lo que tenemos que empezar todo de nuevo”, explicó.

Ni la EPE ni el helado

Gestionar el medidor de la luz es otra odisea para los vecinos, ya que en la empresa prestadora del servicio les dicen que tienen que hacer los trámites de alta en la cooperativa de Capitán Bermúdez y cuando se dirigen allí les indican que deben ir a las oficinas de la EPE en Rosario.

“Parece que no existimos para nadie”, se quejaron los vecinos, quienes además, ya tomándolo con resignación, aseguraron que ni siquiera pueden acceder al servicio de delivery de la popular cadena de heladerías Grido, porque “cuando llamamos a la sucursal de Alberdi nos dicen que le corresponde a la de Capitán Bermúdez, y viceversa”.

En cuanto a la poda y escamonda, Cambas recordó que en una ocasión le robaron a uno de los habitantes de la cuadra y entonces ellos mismos tuvieron que desmalezar y quitar algunas ramas que tapaban la poca luz del alumbrado público.

La quinta del “Portugués”

Catafesta llegó al barrio en la década del 70, allí se crió Héctor, su marido, quien era nieto de don Juan Ferrerira, un portugués que desembarcó en la ciudad a principios del siglo pasado y se asentó en la zona. Con los años, el inmigrante fue adquiriendo muchos terrenos del lugar. “Con el correr del tiempo tuvo que ir vendiendo algunas tierras y se quedó con este pedazo, desde el paredón que pertenece a la fábrica metalúrgica (que eran terrenos de Manavella) hasta la vía. A este lugar le decían “La quinta del portugués”. Acá se crió mi marido, justamente porque sus padres estaban instalados acá hasta que falleció don Juan y se hizo la división correspondiente”, rememoró Adriana.

A Héctor les tocaron las parcelas que están detrás del paredón de la fábrica: hoy Calle 602, aunque para la EPE sea Plantines, para algunos la continuación de Speghazzini (Circunvalación) y para otros directamente la calle no exista.

Dalila Ferreira, bisnieta del “Portugués”, está casada, es madre y también eligió quedarse en la cuadra. “En febrero, cuando se cayó un árbol que arrancó el cableado eléctrico y que además cortó la calle, la EPE nos dijo que el arreglo no les correspondía a ellos”, recordó la joven, quien reflexionó: “Es uno de los innumerables problemas de vivir en una calle que está en el límite de Rosario, escondida detrás del paredón de una fábrica, y que encima es una cortada, lo que hace que tengamos miles de inconvenientes, desde un mínimo zanjeo que no se lleva a cabo, lo que desemboca en problemas entre vecinos porque si uno hace la zanja por su cuenta el que vive al lado la tapa porque no quiere que se le meta el agua en su casa. Algo tan simple genera problemas tan terribles que no pasarían si estuviera el ente que regula estas cosas”.

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