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Tucumán esquina San Nicolás

La Bella Nápoli, la receta de un clásico bodegón rosarino que ya sopló 50 velitas

Los hermanos, María Luisa y Juan Carlos Simoncini, son los herederos de esta tradición familiar. Tiene 150 metros cuadrados y capacidad para 200 comensales, entre la planta baja y el primer piso. En la temporada primavera / verano hay lugar para otras 20 mesas en la vereda


Juan Carlos, dueño de la Bella Nápoli, con los mozos Sofía y Leandro

Entrada: Tucumán esquina San Nicolás. Plato principal: generoso y pa´ chuparse los dedos (cualquiera que se elija). Postre: sentirte como en casa. A los bodegones se los caracteriza por la sensación de pertenencia a la ciudad. Y en estos lugares pareciera que el tiempo no pasara. En Rosario, hace 50 años, se puso a punto un comedor con ascendencia italiana, con platos abundantes, sabrosos y a buen precio. La Bella Nápoli conserva su fachada, sus pisos, sus puertas y ventanas que rezan con témpera “locro, empanadas y asado”. Entrar a este bodegón es revalorizar la cocina de olla, sin palabras raras ni sofisticación gourmet, y con mozos a los que les gusta ser mozos.

El bodegón -donde antes estaba la original pizzería Argentina- tiene 150 metros cuadrados y capacidad para 200 comensales, entre la planta baja y el primer piso. En la temporada primavera / verano hay lugar para otras 20 mesas en la vereda. Tiene el piso damero en blanco y negro y las mesas vestidas con manteles a cuadrillé, una costumbre en peligro de extinción.

La Bella Nápoli mantiene su clientela fija, y generalmente, no queda una mesa libre. La mayoría de los parroquianos son amigos de la casa y tienen licencia para tomarse familiaridades en el trato. Mientras almuerzan o cenan, algunos miran atentos y comentan los partidos de fútbol en el antiguo televisor Philips de 34 pulgadas amurado en una de las paredes. Otros charlan, cuentan chistes, anécdotas, y la concurrencia ríe. También se va de a uno.

De Nápoles a la Argentina

Alfredo Simoncini y Palmira se conocieron en Nápoles, una ciudad del sur de Italia. Eran muy jóvenes y decidieron venirse a vivir a Argentina. Se casaron y se instalaron en Bombal, una localidad del departamento Constitución y que dista a unos 90 kilómetros de Rosario.

El primer retoño de la pareja italiana nació hace 70 años y lo bautizaron Juan Carlos. Al año llegó María Luisa. Ahora, herederos de esta tradición familiar.

“Mis padres vendieron todo, nos mudamos a Rosario y empezamos a tejer este negocio. Mi papá murió a los 62 años. Mi mamá trabajó hasta los 85 años. Antes hacía de todo, después fue guía y enseñó. Tenía mucha paciencia”, contó Juan Carlos.

Cuando los hermanos Simoncini se instalaron en Rosario vinieron a estudiar y a trabajar pero en otros rubros: Juan Carlos, en la fábrica de maquinaria agrícola John Deere, y María Luisa en una compañía de seguros. Hasta que su papá murió y tuvieron que hacerse cargo del bodegón junto a su madre.

Juan Carlos recuerda que con su hermana empezaron lavando copas y platos y después pasaron a atender al público. “Hacíamos servicio de catering para casamientos y cumpleaños en los clubes, y teníamos personal especializado que nos ayudaba para este tipo de eventos”.

El hijo de los fundadores de este tradicional bodegón contó que también trabajan dos de sus cinco hijos y el único hijo de su hermana. “Trabajaré hasta que empiecen a tomar el timón mis hijos. Ellos tienen otra mentalidad distinta a la nuestra y cuesta hacerlos entender cómo hay que trabajar. A veces hay que pasar por alto algunos problemas”.

Roberto e Idel, clientes habitués
Clientes ilustres

Muchas historias y personajes pulularon (y lo siguen haciendo) entre las mesas de este templo de la comida de barrio Luis Agote, que abre de lunes a lunes, de 11.30 a 16, y de 20 a 1 de la madrugada.

“Vinieron muchos artistas y escritores. El Negro Fontanarrosa, Los Palmeras, Horacio Guaraní, Ricky Martin cuando estaba en el grupo Menudo; el dúo Bárbara y Dick; el cantante Franco Simone, que nos dijo que acá comió la mejor pasta de la Argentina, y hasta el grupo musical Los Plateros que no sabíamos cómo sacarlos”, recordó Juan Carlos.

También pasaron por el bodegón Saúl Ubaldini, que se sacó su rigurosa campera de cuero para comer; el que fue el primer obispo de Rosario, Antonio Cagigiano, jugadores de fútbol y políticos.

“Muchos políticos vienen a la Bella Nápoli porque les trae suerte”, aseguró el dueño del bodegón.

La Patria es el locro

Podrán cambiar los ingredientes y los tiempos de cocción, pero la esencia del locro sigue siendo la misma: un guiso popular de origen preincaico, que se lleva muy bien con los picantes y puede tener ingredientes tan diversos como chorizo colorado, panceta, patitas de chancho, porotos, maíz blanco, batata y zapallo, además de una variedad de condimentos que varía de un cocinero a otro.

En La Bella Nápoli no se hace el locro “a la que te criaste”. La ceremonia empieza en las vísperas de las fiestas patrias y termina al otro día. Cocinarlo les lleva unas 12 horas.

“Nuestro locro es especial. Lleva maíz blanco, tripa gorda; cuerito, patitas y pechito de cerdo; mondongo; falda; porotos; calabaza; salsa con cebolla de verdeo y ají molido, entre otras cosas. Es un tuti fruti”, explicó Juan Carlos.

La perfección de esta receta se consigue en los fuegos de La Bella Nápoli que se especializa en sabores que se adaptan a muchos, muchísimos paladares. Juan Carlos da fe y dijo que en los buenos tiempos llegaron a vender hasta unas 1.000 porciones en un día.

“Los clientes hacían fila de una cuadra y media. Una vez un cliente me dijo que esperaba hasta una hora y media, pero si se llevaba su locro. Y le contesté que si no se iba con su porción le pagaba tres veces más de lo que salía”, rememoró.

“Es el mejor locro que comí en Rosario. Tiene todo lo que debe tener”, aseguró Roberto, un cliente habitué que se viene de zona sur hasta Tucumán y San Nicolás.

Santificarás las Fiestas

Las fiestas navideñas se pueden festejar de muchas formas: en familia, solos, con amigos. En La Bella Nápoli, desde hace más de 40 años, parte del árbol genealógico de los Simoncini las celebran a la vieja usanza: en la calle y copando las veredas.

Para esas dos noches especiales, Juan Carlos se encarga de contratar un DJ. No faltan las luces y las guirnaldas para decorar la calle. Y el karaoke.

“Ponemos las mesas afuera y también en la vereda de enfrente. Los clientes cantan y bailan. También danzan al ritmo de la tradicional chacarera, vienen grupos melódicos y otros imitan a Sandro. Muchos vienen en familia, pero los que vienen solos les calculamos las edades y formamos grupos de desconocidos para que se sienten en una mesa de a tres o de a cuatro”, explicó Juan Carlos.

Claro, que no faltan los que se ponen en curda y pasado un tiempito no reconocen ni a la familia, y otros que mezclan vinos con sentimientos y la “cosa” se pone pesada.

Auténtica comida de olla

¿Querés comer un plato de mondongo, de locro, de lentejas o de pastas como los que cocinaba la abuela? En La Bella Nápoli sirven porciones abundantes y a buen precio, y pájaro que comió se quedó, y es reincidente.
El bodegón tiene menú todos los mediodías. Los lunes, arroz con menudos de pollo; los martes, guiso de lentejas; los miércoles, polenta; los jueves guiso de mostacholes, puchero o carne a la cacerola (según el día); y los viernes, la tradicional sopa y guiso de mondongo.

“Mi hermana y yo atendemos al público y nos ocupamos de la comida para llevar. Los clientes vienen de Rosario y alrededores, y muchos vecinos del barrio. Tenemos un personal fijo de la casa, cocinero, ayudante de cocina y los mozos que son nuestros hijos y sobrinos”.

Vamos a los bifes

* Parrillada para dos personas, 1.580 pesos; asado de tira, 600; tripa gorda, 200; morcilla, 150; riñón, 220; mollejas, 650; chorizo, 210; seso, 160; bife de chorizo, 600; churrasco, 400; entrecot, 580; matambre de cerdo y de ternera, 600; pollo relleno, 450; brochette de lomo, 600; brochette de cerdo, 550; carré de cerdo, 600, lechón con guarnición, 1.200 pesos.

* Pescados de mar y río: boga, 800 pesos; dorado, 860; surubí, 800; pacú; 900; corvina, 650; salmón, 1.200 pesos.

* Mariscos: pastas con mariscos para dos personas, 1.200; arroz con calamares, 600; arroz con mejillones, 640; arroz con mariscos, 680; cazuela de mariscos, 750; paella, 680; calamar a la portuguesa, 590; calamares rellenos, 690; pulpo a la gallega, 1.200; pulpo al champignon, 1.300 pesos.

* Papas fritas o puré, 150 pesos; fritas españolas, 180; puré mixto, 180, puré de calabaza, 180; puré duquesa, 200 pesos.

* Pastas: ñoquis, 260 pesos; tallarines, 250; ravioles, 290; sorrentinos, 290; canelones, 300; lasagna, 350. Salsas: tuco, 90; crema, 150; mixta, 140; bolognesa, 160; champignon, 210 pesos.

* Tortillas: española, 320 pesos; acelga, 220; arvejas, 240; cebolla, 220; papas; 270; papas y cebolla, 280 pesos.

* Pizzas: napolitana, 450 pesos; fugazza y queso, 400; muzzarella, 400; tomate y anchoas, 440; humita, 420; tomate, 330; cuatro quesos, 500; especial, 450; muzzarella y anchoas, 520; roquefort, 480; rúcula y parmesano, 450; mariscos, 600 pesos.

* Sándwiches calientes: lomito común, 390 pesos; lomito especial, 420; lomito completo, 460; suprema común, 300; suprema especial, 350; suprema completa, 390; milanesa común, 310; milanesa especial, 360; milanesa completa, 400; choripán común, 230; chori especial, 280; chori completo, 480 pesos.

* Postres: budín de pan, 150 pesos; flan, 130; ensalada de frutas; 180; higo en almíbar, 160; higo con nuez, 190; queso y dulce (batata o membrillo), 290; sambayón, 230; tortilla quemada al ron, 280; duraznos en almíbar, 140; bochas heladas, 100; Don Pedro, 350 pesos.

* Cafetería: café, 70 pesos; en jarrita, 80; mediano, 90; té, 70 pesos.

* Adicionales: crema, 40 pesos; dulce de leche, 40 y mixto 70.

* Bebidas: agua familiar, 230 pesos; agua chica, 130; gaseosa familiar, 260; gaseosa chica, 130; soda, 70 pesos. Vinos (consultar en la casa).

La Bella Nápoli resistió varias debacles económicas: hiperinflaciones, devaluaciones, la crisis de 2001 y le da pelea a la pandemia del coronavirus. La receta de este bodegón se sigue cocinando con cinco tazas de amor, dos cucharadas de alegría y buen humor, un puñado de paciencia para evitar que se formen grumos de peleas y el ingrediente que no puede faltar: la magia de revivir los olores del pasado de los hermanos Simoncini.

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