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Educación

“La autonomía en una persona ciega es poder proyectar y soñar”

Lo afirma Mariel Massari, directora del centro “Luis Braille”, experiencia modelo en el país que depende de Educación.


La mayor carga informativa del mundo exterior se registra a través de los ojos. Por esto, la ceguera se transforma en una de las discapacidades más difíciles de abordar desde el aspecto emocional. Por otra parte, el imaginario social sostiene que la persona que ha perdido su vista lo pierde todo en la vida. No obstante ello, la rehabilitación del ciego y del disminuido visual es una de las que logra mayor adaptación, y les brinda estándares de vida que le permiten reintegrarse con mayor facilidad al trabajo y a las actividades de la vida cotidiana.

En la actualidad, las mayores patologías visuales están vinculadas con retinopatías diabéticas, lo que equivale a decir que si se encararan campañas de prevención de la diabetes disminuirían sensiblemente las cegueras. Si bien no hay cifras exactas de cuántos ciegos y disminuidos visuales hay en la Argentina, se calcula que 1 de cada 1.000 personas es ciega, y muchas de ellas como consecuencia de accidentes de tránsito.

Mariel Massari es profesora en educación especial de ciegos y ambliopes en el Instituto Superior del Profesorado Nº16 en las cátedras de ábaco I y II, estimulación visual y en didáctica especial y recursos tiflológicos. Trabajó como maestra especial en la escuela para niños ciegos “Lidia Elsa Rousselle”, y desde agosto de 2006 dirige el centro de rehabilitación para personas con discapacidad visual Nº 2014 “Luis Braille”.

“La Braille”, como se la conoce, es un antiguo edificio del centro rosarino que desde hace 60 años es la sede de la escuela y centro de rehabilitación para ciegos y disminuidos visuales. Su atención está dirigida a personas que tienen una discapacidad visual de nacimiento, pero especialmente para personas que han quedado ciegas o con baja visión de jóvenes o adultos. Tal es la diferencia de edad que han tenido alumnos de más de 90 años.

Es la única escuela pública especial del sur de la provincia de Santa Fe, y a pesar de la importancia que tiene para la región el Ministerio de Educación de la provincia la tiene categorizada como escuela de tercera categoría, lo que implica menor presupuesto y personal y sueldos más bajos por igual tarea.

“En la provincia –dice Mariel Massari– hay dos centros de rehabilitación para ciegos y disminuidos visuales, uno en Santa Fe y otro en Rosario, ambos son públicos y dependen del Ministerio de Educación. Es la única jurisdicción cuyos centros pertenecen a Educación: los de otras provincias están vinculados a otros ministerios, principalmente de Salud. Este dato es interesante, porque nos ha costado defenderlo a lo largo del tiempo, ya que por un lado el llamarnos «centro de rehabilitación» nos posiciona en un paradigma médico, pero la tarea que realizamos es pedagógica, porque estamos parados en el paradigma social inclusivo. Esto a veces a las nuevas direcciones provinciales les cuesta entender”.

En Rosario, también hay otras escuelas públicas: una para niños ciegos, desde el nivel inicial hasta la culminación de la primaria, un centro de estimulación temprana para bebés hasta los 4 años y una escuela especial para la secundaria que acompaña al alumno por ese nivel.

En la actualidad la escuela Braille tiene cerca de 80 alumnos cuyas edades varían entre los 15 y los 80. Esta cifra está en permanente cambio porque la inscripción está abierta todo el año. “Los alumnos –dice Massari– no son solamente de Rosario, vienen de todo el sur de la provincia y hasta de provincias limítrofes como Córdoba y Buenos Aires, ya que les resulta más práctico por el transporte y por las distancias venir a nuestra escuela que ir a algún centro de su provincia”.

Cada año egresan de 10 a 20 alumnos. La directora sostiene que esto depende de la singularidad de cada uno, debido a que las planificaciones son individuales. “En general, el paso por la escuela no supera los 3 años, y el egreso es acordado entre el equipo institucional (terapista ocupacional, psicólogo, asesor médico, docentes y dirección), junto al alumno y su familia”, dice.

—¿Cómo abordan desde la escuela el impacto emocional de la persona que llega con una patología de ceguera?

—El primer momento es una etapa de mucha escucha, donde la persona está atravesando un duelo que merece de la mayor contención posible por parte de todos los que interactuamos. El  centro cuenta con un psicólogo que trabaja no desde una terapia individual, sino desde un acompañamiento a la persona y a la familia y donde generalmente se aconseja un tratamiento externo. En general las personas con discapacidad visual vienen derivadas por algún centro de salud o por algún familiar o amigo que quiere ayudarlas. Se realiza una entrevista con el equipo y en la primera entrevista se empieza a delinear su trayectoria, atendiendo a sus necesidades e intereses, de modo que comience cuanto antes su escolaridad.

—En un principio la ceguera afecta la independencia de la persona. ¿Cómo trabajan este tema?

—La discapacidad visual no sólo impacta en la pérdida del sentido, sino la pérdida de la independencia en la movilidad y la autonomía en los quehaceres. Por eso es tan importante que comience su rehabilitación donde el uso del bastón blanco o verde (el verde es utilizado por las personas que tienen baja visión) es una de las áreas primordiales para que recupere su movilidad de manera independiente. Por otro lado, el reaprender a hacer las actividades cotidianas diarias (desde prepararse un té, armar la cama, ordenar y reconocer su ropa, etcétera) es otra de las áreas fundamentales. En caso de que la persona haya tenido un empleo, el tema es más complejo porque las empresas suelen jubilarlos, antes de pensar en reacomodarlos en el puesto o en la rehabilitación. Con algunas empresas más flexibles se ha podido hacer el asesoramiento y se ha logrado adaptar los espacios para que la persona pueda seguir trabajando. Si el sujeto estaba cursando los estudios, se trata de abordar el uso de las nuevas tecnologías (computadoras, celulares, ayudas ópticas, etcétera) para que pueda continuar cuanto antes sus estudios.

—Desde hace unos años existe una ley por la cual las empresas deben ocupar un porcentaje de su planta con trabajadores discapacitados ¿Esto se cumple?

—Lamentablemente no lo cumple ni el Estado, que también está obligado. La Braille desarrolla muchos proyectos que la vinculan con la comunidad, entre ellos la experiencia de radio (www.radiobraille.com.ar) que surgió para trabajar la comunicación, pero principalmente para dar lugar a nuevas voces y ayudar al empoderamiento de los alumnos, que es uno de los ejes de trabajo de nuestra escuela. También cuenta con un puesto de Economía Social de la Municipalidad en plaza San Martín, donde se venden artesanías realizadas por los alumnos egresados.

La libertad para valerse por sí mismo es uno de los grandes empeños de una persona ciega. Cuando los alumnos de la Braille respondieron a la convocatoria: “Y la Independencia, ¿qué es para vos?” algunos dijeron: “Es poder hacer las cosas solos, como hacer la cama o cortar la comida”; “Es no depender de los padres”; “Que te dejen arreglarte por tu cuenta, escuchar música”, y “Es hacer las cosas por sí mismos”.

—¿Qué significa que un estudiante ciego alcance la “independencia”?

—Significa lograr la autonomía en su vida diaria, el saber movilizarse sin acompañante, el poder proyectar y soñar.

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