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Kirchner: amnistía urgente y una colectora ajena al PJ

Por: Pablo Ibáñez

Kirchner quiere perdonar a varios descarriados. Uno de los “beneficiados” es el intendente de Tigre, Sergio Massa.
Kirchner quiere perdonar a varios descarriados. Uno de los “beneficiados” es el intendente de Tigre, Sergio Massa.

Néstor Kirchner archivó su furia. No la desechó: apenas, por pragmatismo, la puso en pausa y ordenó levantar, parcialmente, las sanciones –institucionales y políticas– sobre uno de los caciques del peronismo que lo desafiaron, el platense Pablo Bruera.

En los últimos días, ese cambio de actitud derivó en que la cerrazón aplicada sobre La Plata en materia de recursos y programas oficiales haya menguado. No hay una pizca de bondad en la determinación: Kirchner asume que necesita de todo el PJ para lograr su reelección.

Esa amnistía se vuelve más urgente. El plan K de ganar en la primera vuelta, para lo que necesita el 40,1 por ciento de los votos, vuelve imprescindibles a referentes locales que le pueden arrimar votos. Y en La Plata, Bruera casi triplica a Kirchner en intención de votos.

La costura del peronismo opositor, más allá de la subestimación de la Casa Rosada y Olivos, introduce un elemento incómodo para los planes eternistas del matrimonio. El PJ que tomó distancia o autonomía de los Kirchner tiene, ahora, un destino posible aunque, quizá, no deseable.

El indulto a Bruera, que el intendente minimiza porque sospecha que es una emboscada para imputarle una negociación secreta con los K, no congela los movimientos kirchneristas en La Plata, con Julio Alak hiperactivo, ni los del intendente que prepara un acto en el Luna Park para agosto.

Esos perdones forzados de Olivos tuvieron, antes, otro destinatario: Sergio Massa. El intendente de Tigre figura en cualquier podio de dirigente con mejor imagen en la provincia y, por lo tanto, se vuelve imprescindible para cualquier ensayo electoral.

Massa hizo circular, en estos días, una oferta –o condición– para contribuir al esquema K: que Kirchner le garantice primarias para gobernador en la provincia, mano a mano contra Daniel Scioli, pero sin tener que armar candidatos en los distritos.

El diagrama, que necesita un atajo en la reglamentación de la ley de primarias bonaerenses, sugiere que Scioli y Massa puedan competir a nivel gobernador, llevar listas diferentes para legisladores provinciales, pero ir con la misma boleta para intendentes.

Es decir: que los alcaldes K, que suelen “alambrar” sus distritos, puedan ir con dos listas espejo para legisladores y gobernador. De ese modo, Massa busca competir, pero sin tener que hacer el desgaste de armar localmente lo que enfurecería a los caciques.

Apenas el sciolismo detectó la intención de Massa, apuró el proceso de reglamentación que pergeñan Alberto Pérez, Javier Mouriño y Martín Ferré. La letra dura de lo votado en el Parlamento impide las “colectoras invertidas”, aunque autoriza la colectora clásica.

Ese detalle alimenta otra de las hipótesis del prolífico búnker de Olivos, donde, lejos de las afirmaciones tajantes de Florencio Randazzo, todavía se contempla la posibilidad de no poner en vigencia el régimen de primarias.

El esquema original –y preferido– de Kirchner apunta a que antes de fin de año los sectores de la progresía K o filo-K se fusionen, en una especie de “Manifiesto del Bicentenario”, con el peronismo para alumbrar un nuevo sello electoral, tras enterrar el Frente para la Victoria.

Sin primarias, por caso, podría ocurrir que Martín Sabbatella se convierta en candidato a gobernador de un colectivo K, y tribute a la boleta presidencial de un Kirchner –ella o él– para arrimar los votos de sectores medios que se espantan ante el PJ ortodoxo.

A los intendentes ese esquema no les disgusta, porque podrían mantener su armado propio sin tener que compartir espacios con rivales históricos. Pero, sobre todo, porque les permite preservarse para sobrellevar un escenario de eventual derrota de Kirchner.

Felipe Solá, en un rapto de sinceridad, lo simplificó: “Ningún intendente va a venir con nosotros. Se van a mantener unidos para negociar, en bloque, con el próximo presidente”. El ex gobernador afirma, desea –y hasta suplica– que ése no sea Kirchner.

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