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Primer ministro canadiense

Justin Trudeau lamenta que el Papa no se disculpe por abusos

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, dijo este miércoles que estaba "muy decepcionado" de que el papa Francisco se negara a ofrecer personalmente unas disculpas a los niños aborígenes canadienses por haber sido arrancados de sus familias y sometidos a abusos sexuales en internados católicos


Trudeau dijo estar "muy decepcionado" de que Francisco se negara a ofrecer personalmente unas disculpas a los niños aborígenes canadienses.

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, dijo este miércoles que estaba “muy decepcionado” de que el papa Francisco se negara a ofrecer personalmente unas disculpas a los niños aborígenes canadienses por haber sido arrancados de sus familias y sometidos a abusos sexuales en internados católicos.

“Después de examinar cuidadosamente la solicitud” de una disculpa formal de la Iglesia, el Papa “consideró que no puede responder personalmente”, escribió el obispo Lionel Gendron, presidente de la Conferencia Episcopal Canadiense, en una carta a los pueblos indígenas.

“Estoy muy decepcionado por la decisión de la Iglesia católica de no ofrecer una disculpa por los internados”, dijo Trudeau a periodistas.

La solicitud al papa Francisco se hizo respondiendo a una de las recomendaciones hechas a finales de 2015 por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá.

El obispo Gendron, “consciente del dolor” de las víctimas y sus familias, alentó a los obispos a continuar “comprometidos con una intensa labor pastoral para la reconciliación, la sanación y la solidaridad con los pueblos autóctonos”.

Después de escuchar durante seis años los testimonios de casi 7.000 ex alumnos, muchos de los cuales habían sido sometidos a malos tratos o abusos sexuales, la comisión había llegado a la conclusión de que hubo un “genocidio cultural”.

El año pasado, el primer ministro Trudeau invitó al papa Francisco a viajar a Canadá para pedir disculpas a los pueblos indígenas en pro de la reconciliación.

Desde finales del siglo XIX hasta la década de 1970, más de 150.000 niños nativos norteamericanos, de las etnias inuit y metis, fueron arrancados de sus familias y de su cultura y obligados a ingresar en internados gestionados por instituciones cristianas bajo la autoridad del gobierno federal, donde muchos de ellos sufrieron abusos.