Política

El arte de consensuar

Jugar al medio: la estrategia comunicacional de Alberto Fernández en tiempos de coronavirus

En apenas seis meses de gobierno, Alberto Fernández ostenta el extraño récord de ser el presidente argentino que mayor cantidad de malas noticias se ha visto en la obligación de comunicar. Sin embargo, todos los estudios de opinión coinciden en mostrar una altísima imagen positiva


Por Mauro Federico / puenteaereodigital

En el Reino de Chu vivía un hombre que vendía lanzas y escudos. –Mis escudos son tan sólidos que nada puede traspasarlos y mis lanzas son tan agudas que nada hay que no puedan penetrar– se jactaba.

Hasta que un día, alguien le preguntó:

–¿Qué pasaría si una de sus lanzas choca con uno de sus escudos?

Y el hombre se quedó sin respuesta.

La fábula pertenece a uno de los ensayos de Han Fei Tzu, tal vez el más grande filósofo legalista de China, que vivió casi tres siglos antes de Cristo y cuyos libros son un compendio de todas las teorías políticas de su tiempo. La metáfora del relato es sencilla: las certezas absolutas no siempre conducen a la salida del laberinto. No existen escudos impenetrables, ni lanzas todopoderosas que no sucumban ante la estrategia de un pensamiento elaborado. Una idea superadora nace luego de un proceso durante el cual existe la incertidumbre. Mal que le pese a Aldo Rico, dudar para tomar decisiones no es una virtud que puedan ostentar aquellos que se encuentran en los extremos, ni tampoco “la jactancia de los intelectuales”.

A mediados de marzo, Alberto Fernández dudó antes de tomar la decisión de cuarentenar a la población argentina ante la pandemia que azota a la humanidad. Entonces hizo lo que un gobernante racional debe hacer ante instancias conmocionantes e inesperadas: consultar a los especialistas. Luego de escuchar a los expertos y convocar a los gobernadores para compartir la responsabilidad de la definición, decidió avanzar con la cuarentena. Nadie sabía lo que podía ocurrir, la incertidumbre era grande. Sin embargo, cien días después, y más allá del cansancio lógico de una población que mayoritariamente cumplió con las estrictas pautas del aislamiento social, el éxito de la medida es evidente. Argentina ha logrado ser uno de los países con menor cantidad de muertes por cada cien mil habitantes y, hasta ahora, la cantidad de camas de terapia intensiva no fue desbordada por la demanda que genera el creciente número de contagios.

Esta semana, ante el recrudecimiento de los contagios y los fallecimientos, nuevamente el presidente tuvo que tomar una decisión. Y lo hizo repitiendo el esquema que viene resultando exitoso, sin soslayar un elemento muy importante, que no estaba presente cuando empezó la cuarentena: el humor social, enrarecido tras más de tres meses de encierro e inactividad. Para esto último, Fernández se valió de algunos relevamientos de opinión, uno de los cuales fue el de la consultora Poliarquía, en el que se mostraron varios puntos determinantes:

La aprobación de la gestión presidencial en relación al manejo del coronavirus se mantiene estable por tercera semana (desciende 2 puntos a 64%) luego de la fuerte caída de principios de junio.

El acuerdo respecto al aislamiento y distanciamiento social también se mantiene estable en 67%. En CABA, desciende 10 puntos (57%). Se trata del distrito con menor grado de apoyo a la medida: en el GBA el consenso llega al 69% y en el interior al 68%.

A pesar del aumento de la cantidad de casos ocurridos esta semana, el nivel de preocupación por el avance del coronavirus se mantiene estable.

Los estados de ánimos negativos (angustia, preocupación, estrés, cansancio) suben por segunda semana seguida, afectando a 7 de cada 10 encuestados, y se transforma en el valor más alto de la serie.

El porcentaje de personas que afirman haber salido de sus casas 5 o más veces en la última semana cayó del 24% al 18% en los últimos 15 días.

Finalmente, la preocupación por la pérdida del trabajo registra la tercera suba consecutiva y se ubica en 63%.

El ala “científica” hizo lo suyo, otorgándole al presidente argumentos de difícil refutación para otra presentación desagradable, con la que no sólo debía presentar una nueva prolongación de la cuarentena, sino recrudecer las condiciones del aislamiento, retornando a las fases iniciales. Solo restaba afinar el consenso con los responsables políticos del área metropolitana, el territorio más afectado por el recrudecimiento de la pandemia.

El difícil arte de consensuar

Durante toda la semana se especuló sobre los desacuerdos entre el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, en torno a la extensión del ASPO y a las características que debía tener la nueva etapa. Si bien, la cantidad de casos creció en forma pareja en ambos distritos, fue el mandatario bonaerense quien mayor preocupación exhibió ante el inminente desborde de su capacidad asistencial. Asumiendo el rol de “policía malo” en esta historia, fue el ministro de Seguridad provincial, Sergio Berni, quien declaró públicamente una frase que expresaba el pensamiento de la línea dura: “Debemos ir a una cuarentena absoluta, mucho más rigurosa que al principio y sin transporte público”. Con matices más sutiles, sus pares de gabinete acompañaron el reclamo de endurecer los términos del confinamiento social, criticando una supuesta “displicencia” de las autoridades porteñas al defender las salidas recreativas y deportivas.

Aun cuando es discutible la incidencia de estos paseos de fin de semana y la actividad de los runners nocturnos en el aumento de los casos, el cuestionamiento mostró la primera fisura en el tridente Fernández-Kicillof-Larreta. “No podemos avanzar sin consenso absoluto en la etapa que se viene, porque necesitamos la convicción absoluta de todos los actores”, le dijo al presidente uno de sus asesores más cercanos. Había que acercar posiciones y llegar a los anuncios con un discurso coordinado y sin espacio para los resquebrajamientos.

La complejidad de la tarea y ciertos manejos informativos confusos, provocaron esa imagen dubitativa que por primera vez emergió de Olivos durante la tarde/​noche del jueves. Tras las reuniones de rigor, cuando se esperaba la ya tradicional conferencia de prensa del “trío cuarentena”, trascendió que los anuncios se harían recién el viernes. Lo que pasó entre las 17 y las 21 de esa larga jornada en el despacho presidencial de la residencia fue una ardua y tensa negociación capitaneada por Alberto Fernández quien –emulando al “Checho” Batista en aquel brillante Argentinos Juniors de los ochenta– manejó los tiempos y la pelota desde el mediocampo para superar uno de los partidos (políticos) más complicados que debió enfrentar desde el inicio de la pandemia.

“Hay que dejarse de joder con las salidas recreativas y volver ya mismo a fase 1”, insistía Kicillof. “No podemos volver atrás con medidas que no tienen impacto epidemiológico y van a complicar todavía más el clima social”, replicaba Rodríguez Larreta. Mientras el anfitrión –más cerca del endurecimiento que del relajo– intentaba acercar posiciones para lograr un imprescindible acuerdo entre los gobernadores. “Chicos sí, runners no Horacio”, fue la salomónica propuesta del presidente para desarmar el nudo, cerca de las ocho de la noche. Cuando parecía todo listo para el acuerdo, otro interrogante reabrió la polémica. “¿Cuándo arrancamos?”, preguntó Fernández. “Ya mismo”, contestó Axel. “Imposible, necesitamos al menos una semana para preparar todo”, refutó el alcalde. Y otra vez a discutir. Media hora después, se acordó comenzar el 1 de julio.

Una buena puesta

Si hay un dirigente que conoce bien al periodismo es Fernández. “Sabe quiénes son y reconoce cuál es el estilo y las mañas de cada uno”, comentó una fuente con acceso directo al despacho de Olivos. No obstante, en las dos últimas oportunidades que el presidente enfrentó la requisitoria periodística, protagonizó sendos contrapuntos que dejaron cierta sensación de vulnerabilidad. Los episodios con Silvia Mercado durante la última conferencia de prensa y el intercambio de palabras con la conductora del noticiero de Telefe Cristina Pérez, fueron muestras de una reacción inconveniente para el momento que atraviesa el país. “No es momento de exponerlo a un traspié, es imprescindible que nada se salga del libreto en este anuncio”, confió un colaborador. Por eso se decidió grabar el mensaje en vez de realizar el anuncio en vivo.

Para diseñar la puesta en escena de la grabación, el presidente convocó a uno de los mejores productores televisivos de la Argentina, que forma parte del gabinete nacional: Claudio Martínez, actualmente subsecretario de Medios Públicos. El ex productor ejecutivo de Jorge Lanata, Marcelo Zlotogwiazda, Adrián Paenza y Ernesto Tenembaum, entre otros, tomó la batuta y diseñó una estrategia en pocas horas para comunicar la decisión más difícil desde que se anunció la primera cuarentena. “Desde la puesta, con jardines luminosos de fondo y luz de día, hasta la acertada decisión de no hacer conferencia de prensa, todo fue muy bien pensado”, aportó Raúl Timerman. “En una sociedad diversa, crispada por la doble crisis, sanitaria y económica, las preguntas solo hubieran servido para generar irritación insuflando el globo de la grieta”, completó el analista.

“Fue una buena muestra de consenso, con decisiones duras, pero justificadas, a esta altura los tres son consientes de que vale más la apelación a la responsabilidad que la coacción. El consenso instrumental se mantiene, no sabemos si esto es producto de la crisis, o el anticipo de conductas más moderadas en el futuro. La opinión pública hoy rescata a los moderados y sanciona a los cultores de la grieta”, explicó a #PuenteAreo Eduardo Fidanza, de Poliarquía.

Para Pablo Romá “la conferencia conjunta mostró la contradicción sobre la que se está surfeando que podríamos definirla como de buenos resultados en el área de la salud comunitaria y un mal momento en el estado de ánimo de la sociedad. Entre esa contradicción se movió el discurso y la estrategia comunicacional. Partir del reconocimiento de ambos elementos es un acierto. El límite que tuvo es en las medidas económicas anunciadas, que redundaron en extender beneficios ya dados y volver a anunciar medidas ya otorgadas”.

Por su parte, Raúl Aragón sostuvo que los mandatarios utilizaron “un argumento con base en el mismo relato, apelando a la responsabilidad social y cívica de cumplimiento de las pautas, Alberto apela al consenso para lograr éxito en la medida. Apeló al miedo utilizando las estadísticas contundentes como herramienta, comparando nuestra realidad con la de otros países y mostrando la falta de camas inminente por el crecimiento de los casos”.

Para Analía del Franco “la presentación fue correcta, prolija, la más concisa y preparada, en un tono acorde a las circunstancias, apelando a cierta épica. No hubo efecto sorpresa respecto al contenido de los anuncios, sólo respecto a las formas que mostraron algunos cambios significativos, que vale la pena resaltar”. Justamente la consultora de Del Franco realizó un relevamiento de la opinión ciudadana tras el anuncio del viernes. La muestra fue realizada en la región afectada por las medidas anunciadas (el AMBA) apenas terminó de emitirse la presentación.

Los tres datos más contundentes son:

El 77 por ciento está de acuerdo con el endurecimiento de la cuarentena

Al 71,6 por ciento le gustó la presentación del presidente el viernes en Olivos

El 78,5 por ciento creyó en las razones esgrimidas por Alberto Fernández para justificar la decisión anunciada

“Es evidente que la expectativa del anuncio era alta ya que casi un ochenta por ciento manifestó haberlo visto o escuchado”, sostiene el informe. Casi 35 puntos de rating sumando todos los canales que emitieron el mensaje confirman la conclusión del relevamiento. “La recepción de los anuncios y sus argumentos fue positiva a pesar de no ser buenas noticias, ya que la credibilidad acerca de las razones lo fundamentó”, agrega. Y completa: “Si bien en el sondeo flash se consultó solo sobre la credibilidad y aceptación del presidente, la imagen de los tres mandatarios juntos y sus acuerdos a pesar de las diferencias resulta un aporte tranquilizador para la opinión pública”.

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