Télam. Por Ornella Rapallini
Juan Manzano Small sobrevivió a un accidente cerebrovascular (ACV) cuando tenía 40 años que lo dejó “a 15 minutos de la muerte o de quedar hecho un vegetal”, contó el hombre una década después sobre el episodio en el que resultó clave la rápida asistencia, lo que según especialistas en neurología es lo que permite salvar vidas y reducir las gravedad de las secuelas.
“Estuve a 15 minutos de morirme o de quedar hecho un vegetal”, dijo Small (50) sobre el “milagro” de haber sobrevivido a un ACV hemorrágico causado por el sangrado de un aneurisma cerebral que le produjo múltiples secuelas, como discapacidad visual y limitaciones motrices en el lado izquierdo de su cuerpo.
También tuvo que volver a aprender a caminar y a comer, perdió su trabajo, y, con mucha fuerza de voluntad, motivada por sus seres queridos, logró mantener una rehabilitación que ya lleva diez años con significativos avances.
“Es una cuestión de minutos”, aseguró a Télam Leonardo González, neurólogo jefe de la unidad de ACV del Hospital Ramos Mejía -centro primario de ACV certificado por la Organización Mundial de ACV- al destacar la importancia de llamar rápidamente al servicio de emergencias ante cualquier síntoma de esta enfermedad.
Día Mundial del ACV
En el marco del Día Mundial del ACV que se conmemora este sábado, el especialista que integra el equipo de trabajo de enfermedades cardiovasculares de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA) fue categórico: “El pronóstico y el futuro del paciente depende muchísimo de cuánto tiempo se tarde en tomar una conducta terapéutica”.
El ACV es una enfermedad producida por una alteración del flujo de sangre que va hacia el cerebro que se presenta cuando algún vaso de la circulación se obstruye (ACV isquémico, el más frecuente) o se rompe (ACV hemorrágico).
Representa la tercera causa de muerte y la primera de discapacidad en el país, según datos del Ministerio de Salud.
“Tener un ACV te trastorna la vida, lo laboral, lo familiar, la discapacidad”, definió Small en diálogo con Télam.
En Argentina, el 2% de la población mayor de 40 años tuvo un ACV, lo que representa más de 340 mil personas; y cada año se producen entre 50 y 60 mil casos y 18 mil muertes asociadas, según el Estudio Epidemiológico Poblacional sobre Accidentes Cerebrovasculares realizado por el Fleni y las fundaciones Finep y Aderi.
A nivel mundial, se estima que ocurre un ACV cada 9 minutos y hay cerca de 14 millones de casos por año, de los cuales 5,5 millones provocan la muerte, indicaron desde la Federación Argentina de Cardiología (FAC).
Un antes y un después del ACV
Antes del ACV, Juan era “hiperactivo”, viajaba por trabajo como Licenciado en Administración de Empresas, convivía con quien hoy es su ex pareja y sus dos hijas y un hijo, manejaba su auto y sentía “mucho estrés”.
El síntoma que tuvo se expresó en el momento menos esperado: mientras servía el helado que había comprado para celebrar que la hija más grande -de 6 años en ese momento- había traído su primera prueba de la escuela y la más chica -de seis meses- estaba dejando la mamadera, de repente tuvo un dolor de cabeza “muy intenso” que fue como “un taladro”, describió.
Ante el evento, Juan fue asistido rápidamente por su pareja y trasladado de urgencia al sanatorio Mater Dei. Al llegar, había perdido el conocimiento y tenido convulsiones. Le hicieron una tomografía, con la que confirmaron que tenía un derrame cerebral con un pronóstico que “no era bueno”.
Para descomprimir la presión de la sangre en el cerebro, le hicieron una craneotomía y después pasó 14 días en coma inducido en el sanatorio, y otros 70 en terapia intensiva.
“Todos pensamos que él se iba a morir, había que esperar que saliera del coma y si bien su ACV era del lado derecho y había cosas que no iban a estar afectadas como el habla y la memoria, había cosas que no se sabían”, explicó la hermana mayor de Juan, María Manzano Small (52), quien lo acompañó desde el primer momento.
“Cuando desperté pensaba que había tenido un accidente de auto. Era todo muy confuso, tenía la mitad izquierda del cuerpo totalmente paralizada, no podía hablar, estaba conectado a máquinas y cables”, recordó al describir lo “exasperante” que fue pasar de una “hiperactividad infernal” a la lentitud de la rehabilitación inicial en la que le daban líquidos con espesantes para que no se ahogara y no podía estar sentado porque se caía.
“La desesperanza fue total y la confusión gigantesca, hasta que llegó un momento en que tuve que ir del sanatorio a mi casa”, señaló.
La importancia de la rehabilitación
Allí empezó la etapa de la rehabilitación con un equipo multidisciplinario conformado por terapistas ocupacionales, kinesiólogos, y neuroftalmólogos que trabajaron en conjunto con el neurólogo.
“El día en el que él mandó el video caminando por primera vez por el pasillo del sanatorio fue tremendo. Lloré, porque no sabíamos si iba o no suceder”, contó María emocionada.
A Juan lo motivó volver a aprender a caminar que también lo hiciera su hija más chica, que ya tenía un año. Para él, la fortaleza que le transmitieron sus tres hijos fue “fundamental” para salir adelante.
El afecto y contención de sus tres hermanas, su madre y padre, quien con 72 años iba todas las tardes a su casa a practicar “la gimnasia del cerebro”, con cuentas de multiplicar y dividir fueron claves para que poco a poco Juan recuperara su autonomía.
“El ACV puede ocurrir en cualquier momento de la vida, pero a medida que se pasa los 60 años aumenta el riesgo”, explicó a Télam la médica neuróloga Virginia Pujol Lereis, subjefa del Centro integral de Neurología Vascular del Fleni.
Y advirtió que se observó un pequeño aumento de casos en poblaciones de más de 40 años, “que antes no se veía”, asociado al aumento de los factores de riesgo.
Principales factores de riesgo
Entre los principales factores de riesgo modificables se encuentran la hipertensión arterial no controlada, condición que “explica por sí sola 1 de cada 3 casos de ACV”, según Salud; y el tabaquismo, el colesterol elevado, la diabetes, las arritmias, el sedentarismo, la obesidad, las apneas, y el abuso de drogas.
También existen factores de riesgo no modificables como la edad, la genética y el antecedente personal de un ACV previo.
Los síntomas son de aparición súbita y, según la localización y magnitud del ACV, se manifiestan en dificultades en la motricidad o en la sensibilidad, en general de una mitad del cuerpo; alteración del habla; problemas en la visión, pérdidas de la coordinación y/o equilibrio, mareos, dolor de cabeza fuera de lo habitual o alteración de capacidades cognitivas.
También existen ACV pequeños y múltiples, denominados infartos lacunares, que pueden ocasionar un deterioro progresivo de la función cerebral sin síntomas inmediatos.
Hoy Juan integra la asociación “Por una vida libre de ACV” y acompaña a otros pacientes a encontrar un “lugar” y una “vida linda” además de concientizar sobre esta enfermedad.
Si bien lamenta no poder volver a manejar su auto, valora “las pequeñas cosas de la vida” como poder usar su mano izquierda para atarse los zapatos o cortar la comida y, sobre todo, haber tenido la posibilidad de rehabilitarse, porque “hay gente que no tiene ni chances”.
El 80% de los accidentes cerebrovasculares pueden prevenirse
El 80% de los accidentes cerebrovasculares (ACV) pueden prevenirse mediante el control de la hipertensión arterial, una dieta reducida en sal y en grasas, actividad física y dejar de fumar, entre otras recomendaciones que difundió la Federación Argentina de Cardiología (FAC).
La 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo arrojó que más del 40% de los adultos en la Argentina padecen hipertensión arterial.
Además, 1 de cada 3 no sabe que es hipertenso y entre aquellos diagnosticados, 6 de cada 10 conviven a diario con la presión elevada pese a que el tratamiento farmacológico es efectivo, seguro y se encuentra ampliamente disponible, según datos del Ministerio de Salud.
La medida más efectiva es “controlar los factores de riesgo como la hipertensión arterial y la diabetes; y mantener los valores de presión arterial por debajo de 140/90 constituye el objetivo principal”, indicó esa cartera.
Por su parte, el Fleni confeccionó un “Decálogo de la Prevención de los Accidentes Cerebrovasculares” en el que recomendaron:
1. Conozca su presión arterial. Si es elevada, consulte a su médico para mantenerla bajo control.
2. Si fuma, deje de hacerlo.
3. Sepa su nivel de colesterol. Si es alto, trabaje con su médico para reducirlo.
4. Si es diabético, siga cuidadosamente las recomendaciones de su médico para controlar el problema.
5. Si toma alcohol, hágalo con moderación.
6. Incluya el ejercicio en su rutina diaria.
7. Consuma dieta baja en sal, grasas y azúcar.
8. Investigue si tiene una arritmia en su corazón llamada fibrilación auricular. Si la tiene, consulte a su médico para recibir tratamiento.
9. Pregunte a su médico si tiene trastornos circulatorios que incrementen el riesgo de sufrir un ACV. Si es así, se debe definir un plan para controlarlos.
10. Si tiene algún síntoma sugestivo de un ACV, busque atención médica inmediata.
¿Qué hacer ante la aparición de síntomas de ACV?
Llamar rápidamente al servicio de Emergencias ante síntomas de Accidente cerebrovascular dispara un protocolo específico que “acelera los tiempos de atención” y “puede salvar vidas”, aseguraron a Télam especialistas en Neurología y jefes de unidades de ACV.
“Lo más importante es que una persona que ‘de repente’ presenta cualquiera de estos síntomas concurra rápidamente a un centro donde puedan hacer las primeras evaluaciones y tratamiento adecuado”, dijo la médica neuróloga Virginia Pujol Lereis, subjefa del Centro integral de Neurología Vascular del FLENI.
Y explicó: “Sabemos que una vez que empieza a fallar la circulación cerebral, este tejido cerebral afectado empieza progresivamente a perder funciones. Si rápidamente no recuperamos el flujo sanguíneo cerebral, esta pérdida de funciones que al principio puede llegar a ser transitoria, termina siendo definitiva, porque el tejido se infarta y produce una lesión que deja potencialmente secuelas. Tenemos muy poco tiempo para recuperar este flujo sanguíneo”.
Por su parte, el médico neurólogo del Hospital Ramos Mejía, Leonardo González, detalló que al llamar al sistema de ambulancias en la ciudad de Buenos Aires se activa un “código rojo” ante casos de ACV, que significa llevar al paciente a un hospital con un tomógrafo listo donde un médico le va a poder hacer un tratamiento con terapia trombolítica endovenosa con el objetivo de que se pueda reducir el tiempo que denominan ‘puerta-aguja'”.
El tratamiento debe ser realizado por un neurólogo o médico especializado. “El error muchas veces consiste en decir ‘me voy a mi casa a ver si se me pasa, o veo mañana que hago'”, describió el médico.
A su vez, si bien los síntomas son muy parecidos para todos, “se halló que las mujeres pueden presentar además síntomas asociados más atípicos como el cansancio, la inestabilidad en la marcha, cuadros confusionales que a veces hacen que no se priorice o que no se piense desde el inicio que se pueda deber a un ACV, algo que puede provocar retrasos en la consulta médica o el diagnóstico”, advirtió Pujol Lereis.
La consulta urgente a un hospital y la instalación de un tratamiento “es capaz de reducir las secuelas y la discapacidad a largo plazo, mejorando así la calidad de vida”, algo importante en los casos de ACV isquémicos en donde el acceso a un tratamiento dirigido a disolver el coágulo que obstruye la arteria responsable del evento puede limitar la extensión del daño cerebral y reducir las secuelas, explicaron desde el Ministerio de Salud.
El beneficio de esta “terapia de reperfusión” se concentra dentro de las 4 primeras horas desde el inicio de los síntomas y es mayor cuanto antes se implemente.
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