Espectáculos

El sábado, en Plataforma Lavardén

Juan Falú y Carlos Moscardini, dos guitarristas de lujo, juntos en Rosario

Los músicos brindarán un concierto especial en el que presentaran un disco grabado en vivo en la Usina de Arte en Buenos Aires, una velada en la que sus universos guitarrísticos se unirán y dialogarán entre clásicos y nuevos


Juan Falú y Carlos Moscardini son dos enamorados de la música argentina y de la guitarra. Ambos llevan adelante una profusa carrera de investigación, composición y docencia. “Tratamos de llevar adelante la música argentina sin quedarnos en un pasado que fue glorioso porque la música argentina tiene mucho para dar. Con Juan me une la búsqueda de la vitalidad de la música argentina”, explicó Moscardini en una larga charla que mantuvo con El Ciudadano.

Falú y Moscardini llegarán a Rosario este fin de semana para presentar el disco que grabaron en vivo en mayo del 2016, en la Usina del Arte. El concierto será un encuentro de dos guitarristas, cada uno con su propio universo musical, su bagaje. “No tenemos un plan definido; no hay partituras ni nada que esté totalmente definido”, adelantó Moscardini.

“Cada uno de nosotros tiene una historia con la guitarra; composiciones y arreglos con una personalidad muy marcada. Juan es un referente indiscutido de la música argentina, con una personalidad muy firme, muy clara: su sonido, su manera de componer, de tocar. En algún punto yo también tengo mi propia mirada, mi manera de tocar y de componer. Entonces esto no es un dúo, sino que son dos mundos, dos universos guitarrísticos que nos vemos en la situación de compartir, de encontrarnos. El sábado en Rosario la gente va a escuchar cómo dos personalidades en la guitarra se pueden encontrar y compartir, encarar temas juntos del acervo musical argentino, del folclore, del tango. Clásicos y composiciones propias”, adelantó.

Rock como punto de partida

El primer punto de contacto de Moscardni con la música fue La Biblia de Vox Dei. “Fue de las primeras cosas que escuché y que me llamaron la atención. Las letras que tenían un sentido y no hablaban de cosas triviales como la música que se difundía comercialmente en esa época”, recordó quien a los 13 años formó Soma, su primera banda. “Y a los 23 empecé a tocar con Juan Carlos Cirigliano (pianista de Piazzola). Ahí empezó mi vida profesional. En esa etapa grabé con muchos artistas, me relacioné mucho con la música, las partituras. Después entré en un grupo que se llamó NAN con el que viajamos al Festival de Jazz de Montreal en Canadá, un grupo de fusión folclórica en el que estuve 5 o 6 años”, relató quien editó como solista los discos El corazón manda (1997) y Buenos Aires de raíz (2005), entre otros; así como un material a dúo con la cantante Luciana Jury titulado Maldita huella.

“Con El corazón manda cambió completamente mi vida musical porque dejé de trabajar con otros músicos y me aboqué a mis composiciones”, apuntó el guitarrista.
Ese disco llegó a oídos de Juan Falú con quien no se conocía aunque compartían las firmes referencias de Eduardo Falú, el tío de Juan, y de Atahualpa Yupanqui. “Me convocó para el Festival Guitarras del Mundo y entablamos una relación asidua. Varios años después me llamó para la creación de la carrera de Música Argentina en el Conservatorio Manuel de Falla en Buenos Aires. Ahí, a esos encuentros artísticos se sumó nuestro vínculo con la docencia y así se afianzó la relación”, relató el autor de Horizonte infinito (2010), Silencios del suburbio (2012) y Manos (2015).

La carrera de Música Argentina generó un quiebre en lo que respecta a la formación académica musical. Introdujo, como pasó en otros espacios, la música popular a un plan de estudio basado en la música clásica. “Hay una tendencia, desde hace algunos años, a que el mundo académico y el popular se empiecen a vincular de una manera muy fuerte. Ya no es como antes donde en un conservatorio no te dejaban tocar música popular”, apuntó el docente. Y profundizó: “Es que la música popular se asociaba con algo de menor valor. Es un tema importante. La música popular no tiene tanta relación con el trabajo intelectual sino con el cultural. Para poder hacer música popular uno tiene que vincularse con una cultura; además aprender toda la parte técnica que tiene un instrumento. Yo digo que es un tema de códigos y no de profundidades. Los códigos de la música popular son distintos que los que maneja el mundo académico pero en el fondo los dos pueden ser profundos o superficiales”.

“Me considero un músico popular desde los códigos”, afirmó. “Me cautiva mucho lo que tiene que ver con la música popular porque es el emergente de nuestra cultura, como sucede con todo lo que tiene que ver con los usos y costumbres de los pueblos. En la música, cuando es genuina, cuando realmente responde a bases sólidas, uno encuentra gestos muy claros de toda la cultura. Por eso las músicas populares de todo el mundo me resultan muy interesantes y por eso traté siempre de vincularme con las distintas expresiones como la música del Brasil, el flamenco y el mismo rock. Tengo un paso por el rock cuando empecé, por mi generación. En los 70 yo era un adolescente”, confesó.

Moscardini era un niño en los 60, “cuando se escuchaba folclore por la radio y muy buen folclore”, recordó. “Después, los grandes medios fueron entrando en una vorágine comercial y hubo una carencia de políticas culturales. Se puede comparar con Brasil donde, contrario a lo que pasó acá, la difusión a niveles masivos de la música, de la buena música como es el trabajo de Tom Jobim y de João Gilberto, fue parte de una política cultural que hizo que eso creciera inmensamente. Acá no se llevaron adelante políticas culturales en profundidad en ese sentido”.

Más allá de eso, Moscardini destaca en el presente una escena viva y pujante. “Pero está ahí, de alguna manera, en lo subterráneo”, explicó.

La primera guitarra

Como docente y como músico, Carlos Moscardini es referente de la guitarra, un instrumento que siempre estuvo ahí, en su casa. “En todas las casas; en los 60 era un niño y en los 70 la guitarra estaba en casi todas las casas porque el folclore tenía un lugar muy trascendente en lo mediático. Ahí me cautivo y empecé. Después pasé por el conservatorio y me resultaron muy interesantes las posibilidades que se abrían al escuchar a Atahualpa Yupanqui, la idea de hacer algo con lo que me pasaba cuando escuchaba esas músicas. Fusionar un poco las ideas que venían del folclore, del tango y otras sonoridades que tenía en la cabeza”, rememoró.

Cambio de paradigma

El contacto con las nuevas generaciones que brinda la docencia es algo que Moscardini celebra a cada paso. “Aprendo mucho de ellos”, dijo. Y analizó: “Hoy los paradigmas cambiaron muchísimo, un artista respetado hace 20 años tenía un lugar muy distinto al que tiene hoy. Este cambio del mundo y el manejo de las redes sociales, la forma de llevar la música, de que llegue a la gente, hizo que se despersonalice mucho. Eso por un lado es positivo y por otro las posibilidades de los artistas de trabajar con la música se ven afectadas, está desapareciendo el CD, la posibilidad de que el artista pueda a través de sus grabaciones vivir de la música”.
“Veo dos universos: el comercial y el artístico. Y en el mundo del arte, en el que el músico inevitablemente gane dinero o no, dedica su vida a eso; se manejan conceptos muy diferentes, es distinto el vínculo con la música. El mundo está en un replanteo de valores que es difícil analizar en este momento porque está sucediendo. Pero por momentos me produce ciertas dudas respecto de la valoración artística, de cuál es el valor del hecho artístico en el mundo”, dejó abierto el cuestionamiento. Y más tarde, hablando de la acción de poner en palabras el trabajo musical, apuntó: “Soy una persona que está todo el tiempo cuestionando el valor de la palabra. Creo que siempre la palabra queda corta, siempre. Es algo vivo y está muy en relación con el significado que uno le da más allá del que tiene”.

Para agendar

Juan Falú y Carlos Moscardini presentarán el disco que grabaron juntos en mayo de 2016 en la Usina del Arte este sábado, a partir de las 21, en el Teatro de la Plataforma Lavardén de Sarmiento y Mendoza, con una entrada general de 300 pesos

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