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José María Arguedas, un cultor de letras mestizas en América

Puntal de la literatura indigenista en Perú, exploró el conflicto intercultural buscando una integración armónica.

José María Arguedas fue un escritor, antropólogo y etnólogo peruano cuya vasta obra es uno de los puntales fundamentales de la literatura latinoamericana del siglo XX.

Una magna sensibilidad le permitió prestar oído atento y otorgar voces audibles y palabras a través de sus relatos y de su escritura a quienes se tornó “invisibles” para sojuzgarlos: los pueblos indígenas del Perú.

Una vida intensa

José María Arguedas Altamirano nació en Andahuaylas el 18 de enero de 1911. Señala uno de sus biógrafos que “como escritor, es autor de novelas y cuentos que lo han llevado a ser considerado como uno de los tres grandes representantes de la narrativa indigenista en el Perú, junto con Ciro Alegría y Manuel Scorza. Introdujo en la literatura indigenista una visión interior más rica e incisiva. La cuestión fundamental que se plantea en sus obras es la de un país dividido en dos culturas (la andina de origen quechua y la occidental, traída por los españoles), que deben integrarse en una relación armónica de carácter mestizo. Los grandes dilemas, angustias y esperanzas que ese proyecto plantea son el núcleo de su visión”.

En 1931, Arguedas ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, licenciándose allí en esa carrera. Luego cursó Etnología, culminando en 1957 y obteniendo el doctorado en 1963.

Estuvo en prisión entre los años 1937 y 1938 por participar en una protesta contra un enviado del dictador italiano Benito Mussolini.

En 1941 comenzó a ejercer la docencia, primero en Sicuani, Cusco, y luego en Lima, en los colegios nacionales Alfonso Ugarte, Guadalupe y Mariano Melgar, hasta 1949.

Fue funcionario en el Ministerio de Educación, poniendo en evidencia su interés por preservar y promover la cultura peruana, en especial la música y la danza andinas. También fue director de la Casa de la Cultura (1963-64) y del Museo Nacional de Historia (1964-1966).

En el campo de la docencia superior, fue catedrático de Etnología en la Universidad de San Marcos (1958-1968) y en la Universidad Agraria La Molina (1962-1969).

Como se reseña en una biografía, “entre 1950 y 1953 dictó cursos de etnología y quechua en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones. En 1952 hizo un largo viaje con su esposa Celia por la región central andina, recopilando material folclórico que publicó con el título de Cuentos mágico-realistas y canciones de fiestas tradicionales del valle de Mantaro, provincias de Jauja y Concepción. En 1953 fue nombrado director del Instituto de Estudios Etnológicos del hoy Museo Nacional de la Cultura Peruana, cargo en el que permaneció durante diez años. Simultáneamente, dirigió la revista Folklore Americano. En 1954 publicó la novela corta Diamantes y pedernales, conjuntamente con una reedición de los Cuentos de agua, a la que sumó el relato Orovilca. Habían pasado unos trece años desde que no publicaba un libro de creación literaria, y a partir de entonces retomó de manera sostenida tal labor creativa, hasta su muerte. Pero su retorno a la literatura no lo apartó de la etnología. En 1955, su relato La muerte de los Arango obtuvo el primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento organizado en México”.

Obra narrativa

En 1958 José M. Arguedas publicó Los ríos profundos, novela autobiográfica por la cual recibió en 1959 el Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma.

Este libro ha sido considerado como su obra narrativa más importante. En el prólogo a la edición de Losada el crítico Blas Matamoro afirma que “en Los ríos profundos Arguedas expresa con mayor lirismo que en ninguna de sus otras novelas el mundo mítico de los indígenas, su visión panteísta y mágica del universo”.

Ahora bien, se trata de un relato autobiográfico, una de las obras cumbre de la literatura hispanoamericana, y en él se despliega el siguiente argumento:

Ernesto, un adolescente sensible y escindido entre su afecto por los indios que lo han criado y su pertenencia a la clase acomodada de los hacendados, descubrirá en sus viajes por Perú con su padre y en su estancia en un internado religioso que iniciarse en el mundo adulto es un proceso doloroso plagado de decepciones y dificultades. Sólo la naturaleza le ofrecerá un refugio seguro frente a las tensiones, en un paisaje donde los conflictos entre los hacendados y los campesinos indios revelan la injusticia social.

“La obra intelectual de Arguedas –sigue el apologista– es muy amplia y comprende unos 400 escritos, entre creaciones literarias (novelas y cuentos), traducciones de poesías y cuentos quechuas al español, trabajos monográficos, ensayos y artículos sobre el idioma quechua, la mitología prehispánica, el folclore y la educación popular, entre otros aspectos de la cultura peruana”.

De su vasta producción pueden mencionarse, entre otros libros, Agua (colección de cuentos, 1935), Yawar fiesta (novela, 1941, revisada en 1958), Diamantes y pedernales (novela, 1954, conjuntamente con una reedición del libro Agua y el cuento Orovilca), Los ríos profundos (1958), El Sexto (novela, 1961), La agonía de Rasu Ñiti (cuento, 1963), Todas las sangres (novela, 1964), El sueño del pongo. Cuento, 1965, en edición bilingüe castellano-quechua), Amor mundo (1967, colección de cuatro cuentos de tema erótico: El horno viejo, La huerta, El ayla y Don Antonio) y El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971, novela que dejó inconclusa y que fue publicada póstumamente).

Las vivencias de José María Arguedas entre dos culturas: la indígena y la llamada “occidental”, se muestra en tensión en toda su obra.

En el año 1969, en que decidió quitarse la vida en la ciudad de Lima, le dijo al periodista y escritor Ariel Dorfman en una entrevista para la revista Trilce: “Entiendo y he asimilado la cultura llamada occidental hasta un grado relativamente alto, admiro a Bach y a Prokofiev, a Shakespeare, Sófocles y Rimbaud, a Camus y Eliot, pero más plenamente gozo con las canciones tradicionales de mi pueblo. Puedo cantar con la pureza auténtica de un indio chanka, un harawi de cosecha. ¿Qué soy? Un hombre civilizado que no ha dejado de ser, en la médula, un indígena del Perú. Indígena, no indio. Y así, he caminado por las calles de París y de Roma, de Berlín y de Buenos Aires. Y quienes me oyeron cantar han escuchado melodías absolutamente desconocidas, de gran belleza y con un mensaje original. La barbarie es una palabra que inventaron los europeos cuando estaban muy seguros de que ellos eran superiores a los hombres de otras razas y de otros continentes «recién descubiertos»”.

Su legado

José María Arguedas es un escritor y humanista a quien no debemos olvidar pues la intensidad y potencia de sus palabras aún puede hacernos vibrar y reflexionar en profundidad en tiempos turbulentos como los que vivimos.

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