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El Elvis francés

Johnny Hallyday, adiós al rocker romántico

El cantante, símbolo del rock y la balada galos, quien forjó un personaje entre su vida artística y doméstica, murió este miércoles a los 74 y había dado en Rosario un apoteótico show en 1967.


En 1967, al país llegaban bandas y grupos extranjeros como parte de giras sudamericanas, y algunos de ellos desembarcaban en Rosario. Los grandes clubes sociales de la época, Gimnasia y Esgrima, Provincial, Centro Gallego y en menor media Huracán, de calle Paraguay al 400, eran escenarios propicios para esas presentaciones. La excusa de los clubes eran los bailes de carnaval que atraían miles de personas y para las que se armaban enormes patios de baile con sillas y mesas de metal a los costados. La apertura de estos bailes solía ser un recital de bandas de rock porteñas y rosarinas. Los Gatos Salvajes, Los Vampiros, Batallón Mermelada eran algunas de las locales. Los que armaban esas concurrencias masivas vieron que un cantante francés de gran predicamento se presentaba en Buenos Aires. Nada perezosos, se comunicaron directamente con la producción del cantante en Francia y poco después se armó el show rosarino.

El prodigioso Johnny Hallyday, el rubio, alto y seductor cantante se presentaría en Rosario con una gran formación y sería un verdadero espectáculo de rock, blues, soul, tamizado de aire francés. Esa cálida noche de febrero los rosarinos vivieron una apoteosis de frenesí con el artista que habían aprendido amar con el hit que daba en ese entonces la vuelta al mundo “Amarte locamente”.

 

Hombre de excesos

 

A Hallyday se lo comparó con Elvis y con Tom Jones, dos emblemas de la época, pero Johnny se patentó solo, logró un lugar propio en las apetencias musicales modernas de los franceses y de a poco formó parte indisoluble del imaginario galo que terminó bancando a muerte el personaje en el que se iría convirtiendo y que murió este miércoles a raíz de un cáncer de pulmón en su casa de las afueras de París. Hallyday, a quien lloran tres generaciones, fue también actor y los argentinos que fueron al reciente festival de cine de Mar del Plata lo vieron actuar en Cada uno con su vida, el último film de Claude Lelouch, de próximo estreno comercial. Antes trabajó en El hombre del tren (2002); y este año había protagonizado Rock’n roll, una comedia donde hacía de sí mismo.

Hallyday construyó un prototipo de un artista que ya está de vuelta de buena parte de las vivencias. Sus actuaciones lo mostraban como una suerte de rocker romántico con su ropa de cuero apretadísima, sus pañuelos al cuello, jadeando adrenalina y cambiando el micrófono de mano cada vez más rápido. Así lo pedían sus baladas en las que le cantaba al amor y no eran pocos sus amagues para desnudarse en público, lo que despertaba la locura de sus fans que hacían lo imposible por treparse al escenario y tocarlo o quedarse con alguna de sus prendas. Hallyday fue un hombre de excesos, era un apasionado del automovilismo, iba a ver los Grand Prix pero también le encantaba correr y tuvo vuelcos y accidentes y llegó a deber 1200 multas de tránsito. Le gustaba vivir “al palo” parte de su tiempo, decía. Con la misma intensidad bebía alcohol y hubo un período sobre fines de los 70 en el que no subía sobrio al escenario por lo que acompañaba sus performances con cocaína. Hallyday recibió la Legión de Honor de manos de Jacques Chirac, y no pocos franceses lo llamaban “nuestro Johnny”.

El cantante sostenía que era parte de una generación que se enfrentó a sus mayores y que parte de lo que era surgió en su infancia y adolescencia. Su madre había sido mucama y lo abandonó y su padre alcohólico tampoco quiso saber de él. Fue criado por su tía y tuvo en su primo Lee Hallyday, de quien tomaría el nombre artístico, y en su mujer, que bailaban en cabarets, su primer contacto artístico acompañándolos en giras por el interior francés y otros países europeos. “Amarte locamente”, el rock furioso que Hallyday tocó en Rosario, donde su voz sincopaba con la guitarra fue uno de sus primeros grandes éxitos, con el que desafiaría la imagen de jazz y música melódica que envolvía Francia. Hallyday, a quien le gustaba encarnar a mafiosos y asesinos a sueldo en el cine, vendió cien millones de discos, se casó cinco veces y su pareja actual, una modelo treinta años menor, le tuvo la mano en el último suspiro. Luego dijo: “No parecía tener 74 años, siempre estaba moviéndose y haciendo cosas, ni siquiera paró cuando la enfermedad lo atacó fuerte”. Él lo llamaba “vivir al palo”.