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Jim Morrison, aquel ícono de los excesos

Por: Rubén Alejandro Fraga

Jim Marshall retrató a Morrison en el Festival de Rock de Carolina del Norte, en 1968.
Jim Marshall retrató a Morrison en el Festival de Rock de Carolina del Norte, en 1968.

“Este es el fin, hermoso amigo./ Este es el fin, mi único amigo, el fin./ De nuestros planes elaborados, el fin, de todo lo que permanece en pie, el fin./ Sin salvación ni sorpresa, el fin./ Nunca volveré a mirarte a los ojos”. Ese fragmento de “The End” (El fin), la canción de The Doors inmortalizada en el film de Francis Ford Coppola Apocalypse Now, pareció escrito para poner punto final a la vida del cantante y líder de aquella mítica banda norteamericana, Jim Morrison, de cuya prematura muerte se cumplen hoy 39 años.

Poeta, cantante y actor estadounidense, Jim, cuyo nombre completo era James Douglas Morrison Clarke, murió el sábado 3 de julio de 1971, a los 27 años. Aquel día su cuerpo sin vida fue hallado en la bañera de su piso del barrio Marais en París, donde vivía junto a su pareja, Pamela Courson.

Aunque hay muchas versiones sobre su muerte, e incluso se llegó a especular recientemente con que murió de sida (enfermedad desconocida en los 70), lo cierto es que no hubo autopsia. El acta de defunción señala que murió por un paro cardíaco.

Incluso algunos llegaron al extremo de poner en duda su muerte, ya que las tarjetas de crédito y el pasaporte de Jim siguieron vigentes, debido a que poco tiempo antes de fallecer él así lo especificó en un testamento. Los que sostienen esta teoría conspirativa argumentan que los únicos que vieron su cuerpo fueron su novia y un médico que ya no ejercía su profesión –lo que los hace sospechar que pudo ser sobornado–.

Otras versiones, mucho más creíbles, dicen que murió de una sobredosis de cocaína –droga a la que era muy aficionado– en los baños del parisino Rock’n’Roll Circus y luego fue trasladado a su departamento.

Hijo de un militar estadounidense, Morrison había nacido el 8 de diciembre de 1943, en Melbourne, Florida.

La carrera castrense de su padre hizo que su familia debiera trasladarse por varias ciudades norteamericanas, y se cree que este tipo de vida sin apego a lugares o personas marcó a fuego la forma de ser de Jim, quien tenía un negro sentido del humor, escribía poesía, pintaba un poco y leía vorazmente.

Alto y desarrapado, ya que prefería comprar libros a comprar ropa, Jim se marchó de su casa a los 19 años debido a la mala relación que tenía con sus padres (en especial con su madre) y sus dos hermanos.

Decidido a dedicarse a su gran pasión, la poesía, y luego de incursionar en el estudio del cine, se trasladó a Venice Beach en Los Ángeles, California, donde vivió en la terraza de un edificio o en las casas de las chicas que lograba conquistar con su estrafalario aspecto y recitándoles largos y complejos sonetos del siglo XVIII.

En 1965, tras graduarse en la Universidad de California, tuvo un encuentro casual con Ray Manzarek, ex compañero de estudio y también músico, quien aceptó formar con él una banda de rock “para ganar un millón de dólares”, como recordarían ya siendo famosos. Después de varios cambios en la alineación de la banda psicodélica, terminaron conformando a The Doors con Morrison como cantante, Manzarek en los teclados, Robby Krieger en la guitarra y John Densmore en la batería.

El nombre The Doors está inspirado en una cita del poeta, pintor, grabador y místico inglés William Blake: “Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito”, y en el título de un ensayo del escritor anarquista inglés Aldous Huxley, inspirado también en la cita anterior, Las Puertas de la Percepción que sirven para pasar al otro lado. Como cantante de The Doors, Morrison se convirtió en el símbolo de la rebeldía de la costa oeste estadounidense a comienzos de los años 70.

Sacerdotes de una religión pagana

Para los jóvenes rebeldes de fines de los años 60, la frase “sexo, droga y rock’n’roll” representó una especie de santísima trinidad cuyos sumos sacerdotes eran las estrellas de rock. Jim Morrison se hallaba entre los máximos exponentes musicales del exceso, junto a Janis Joplin y Jimi Hendrix. Sus muertes, en 1970 y 1971, anunciaron la gran crisis cultural que seguiría a la década eufórica. Lo que Los Beatles y los Rolling Stones habían tan sólo insinuado en su primera época, estos artistas lo comunicaron abiertamente, celebrando la búsqueda sexual y química del éxtasis con un convencimiento descarado.

Joplin, cuyas actuaciones la convirtieron en una de las pocas cantantes blancas de blues con éxito, interpretaba con voz áspera canciones de soledad y vagabundeo mientras bebía de una botella.

Hendrix, quizás el guitarrista más imaginativo de todos los tiempos, era famoso por sus posturas en el escenario (tocaba la guitarra con los dientes o aguantándola detrás de su cabeza y a veces la prendía fuego) y por sus hazañas amorosas y psicodélicas.

Morrison, adorado por sus canciones intelectuales y su libertinaje, hechizaba a su público cuando interpretaba la letra de “The End”, una canción conmovedora sobre incesto y parricidio.

Los tres artistas cultivaban una imagen “ilegal” y fueron detenidos varias veces por drogas e indecencia. Morrison lo resumió así: “Me interesa la rebeldía, el desorden, el caos. Me parece que éste es el camino hacia la libertad”.

Parecía que las tres estrellas estaban conformes con sus muertes tempranas.

Hendrix, poco antes de morir ahogado por sus vómitos (consecuencia de la mezcla de alcohol y drogas) en septiembre de 1970, bromeaba acerca de su propio funeral. Joplin, quien falleció por sobredosis de heroína unas semanas más tarde, dijo una vez a un periodista: “Quizás no dure tanto como otros cantantes, pero creo que se puede destruir el presente si te preocupas por el futuro”. Morrison, quien murió al año siguiente, imbuía sus canciones (influidas por los simbolistas franceses) de una morbosidad poética.

Influenciado por los escritores “malditos”: Friedrich Nietzsche, Arthur Rimbaud, Jack Kerouac y Allen Ginsberg, en sus canciones escribía sobre la muerte recurrentemente. Morrison se apodaba a sí mismo “Mr. Mojo Risin” (un anagrama de Jim Morrison), y fue también llamado el Rey Lagarto, un nombre tomado de su poema “The Celebration of the Lizard” (La Celebración del Rey Lagarto).

Durante la última actuación pública de The Doors, en el Warehouse en Nueva Orleáns, Louisiana, el 12 de diciembre de 1970, Jim Morrison tuvo una aparente crisis nerviosa, tirando el micrófono al piso varias veces. Luego de repetidos procesos judiciales por drogadicción, abandonó la música para dedicarse a escribir y se radicó en París. Al poco tiempo fue encontrado muerto en la bañera de su departamento.

En el cementerio parisino de Père-Lachaise, donde está sepultado, sus fanáticos aún visitan la tumba como un lugar santo. Le dejan flores, cartas de amor y cumplen allí el rito de tomar parte de un trago de whisky y echar el resto en la tierra para él.

El epitafio de Jim Morrison está escrito en griego antiguo (Kata ton daimona eaytoy) y se puede traducir como “cada quien su propio demonio”.

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