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Investigar la dictadura: “En un contexto global, el caso argentino tiene un lugar ejemplar”

Al cumplirse 45 años del golpe de Estado que dio inicio a la última dictadura militar de Argentina, Gabriela Águila (ISHIR, Conicet-UNR) analiza el impacto de las políticas de memoria, verdad y justicia: desde las problemáticas que hoy se están investigando hasta los obstáculos que se encuentra


Por Ana Paradiso / ISHIR (Conicet-UNR)

La doctora Gabriela Águila es investigadora principal del Conicet, docente en la carrera de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR) y dirige en el ISHIR la línea de investigación Historia Social del Pasado Reciente.  Con respecto al impacto que ha tenido y actualmente tiene el golpe de Estado de 1976, señala: “La última dictadura militar es el proceso histórico más ampliamente y globalmente conocido de la historia argentina. La razón principal es la virulencia, las características, la extensión de la represión que se desplegó en ese contexto sobre miles de hombres y mujeres, por parte de las Fuerzas Armadas y de seguridad, con metodologías muy específicas de ejercicio de esa violencia, fundamentalmente la desaparición masiva de personas. Este hecho coloca a la dictadura en una serie de experiencias autoritarias que perpetraron procesos de exterminio masivo por motivos político-ideológicos, étnicos, religiosos y de cualquier otro signo, en la línea de las principales masacres del siglo XX”.

Al conocimiento global del caso argentino, Águila indica que se le asocian, por un lado, el movimiento político y social que impulsó y sostuvo desde los años de la dictadura las principales demandas sobre las violaciones a los derechos humanos, el movimiento de los Derechos Humanos (vinculado en particular con familiares de los principales afectados: madres, abuelas), y por otro lado, las políticas de memoria y de justicia que el Estado argentino implementó con vaivenes a lo largo de la postdictadura.

“En este sentido, en un contexto global en donde la memoria de procesos traumáticos, de procesos de exterminio masivo, se convierte en una clave principal de interpretación del pasado y del presente, el caso argentino tiene un lugar ejemplar. Al golpe de Estado de 1976 necesariamente hay que situarlo en esa serie que vincula experiencias autoritarias, de exterminio masivo de personas, y procesos de memoria, verdad y justicia en un escenario que necesariamente es global, ampliado. Eso muestra que su impacto desborda las fronteras de la historia nacional, incluso del presente que vivimos”.

Tomando al golpe de Estado del 76 y a la última dictadura militar argentina en el contexto de la historia nacional, la Dra. Águila se refiere: “Es un acontecimiento que ha sido visto como un parteaguas, un punto de inflexión, que marca un antes y un después, que tiene la condición de acontecimiento extraordinario”.

“Este tipo de elementos que caracterizan a la dictadura es lo que nos conecta con algo que es muy propio de este proceso histórico, y es que no se trata de un problema que atañe pura y exclusivamente a los historiadores, a los académicos y a los cientistas sociales y políticos. Es un tema que tiene impacto ampliado, a nivel social y político, al punto que toda una cantidad de temas y debates respecto de la dictadura se instalaron primero en el escenario público y político y después llegaron al ámbito académico. Esto es algo que caracteriza a este tipo de procesos históricos, y no únicamente en el caso de la dictadura sino también pensándolo en esa serie de experiencias autoritarias y procesos de exterminio masivo, de pasados que no pasan, que atraviesan el presente, convocan a historiadores y académicos, tanto como a personas que no forman parte de ese espacio, pero intervienen en los debates. Un ejemplo de esto es que mucho de lo que se sabe de la dictadura y del ejercicio de la violencia represiva se debe al movimiento de derechos humanos y a las investigaciones judiciales, dos ámbitos y actores que no se ubican dentro del espacio académico y los historiadores luego nos valemos de ese tipo de investigaciones y sus resultados, para continuar nuestras indagaciones” señala la investigadora.

Estudiar de la dictadura

Al respecto de las líneas de trabajo sobre la dictadura, Águila explica que las mismas se han multiplicado ya que ha habido una producción nutrida y sostenida en los últimos 20 años. Al respecto agrega: “Los estudios se han afinado en términos de las búsquedas para cubrir los baches que todavía existen y las investigaciones sobre la dictadura se han convertido en uno de los núcleos en el campo de la historia reciente, centradas en un conjunto de temas: las dinámicas del régimen militar, las luchas sociales por la memoria, el movimiento de DDHH, las memorias de las víctimas y las políticas públicas de memoria, incluso sobre las memorias de los represores. En lo que refiere al ejercicio de la represión, se ha desarrollado en forma notable el estudio sobre el Ejército y otras agencias represivas; el núcleo de ideas y doctrinas que animó a las Fuerzas Armadas y de seguridad  a cometer crímenes aberrantes; un conjunto de análisis sobre las dinámicas de ejercicio de la violencia estatal, legales, ilegales, paraestatales, esto es, la tecnología represiva utilizada así como las característica específicas de ese ejercicio de la represión; las tramas sociales, políticas, institucionales sobre las que se sustentó el Terrorismo de Estado; las modalidades legales de la represión; el rol de la Justicia; el ejercicio de la violencia estatal y paraestatal en espacios regionales y locales; la represión ejercida sobre grupos específicos: movimiento obrero, presos políticos, la línea de estudios sobre los exilios. Contamos con abordajes a escala nacional, regional y local e incluso en perspectiva comparada y trasnacional, sobre todo con las dictaduras del Cono Sur, aunque no exclusivamente; señalo también una temática en la que venimos trabajando, la circulación trasnacional de experiencia represiva, de saberes represivos y de represores, junto con colegas de Brasil, de Chile, indagando sobre ideas, circulación e intercambios, analizando las modalidades específicas de ejercicio de la represión a nivel regional conorsureño. Finalmente, hay una nutrida línea de estudios sobre los apoyos sociales, los consensos, las resistencias, además de las que se ocupan de las políticas culturales, educativas, de acción cívica y psicológica, por solo citar algunos de estos desarrollos”.

En el ISHIR y en el marco de la Línea Historia Social del Pasado Reciente, el equipo que dirige Águila trabaja sobre una serie de temas que refieren, aunque no se centran exclusivamente, en la última dictadura, buscando desanclar a la dictadura y sus problemas de sus estrictos marcos temporales, explorando y conectando las indagaciones hacia atrás y hacia adelante. Al respecto, la investigadora indica: “Está mucho más explorado cuales son las herencias de la dictadura, lo que la conecta con el presente, que la dictadura con la historia que la precede. Justamente, los estudios sobre el ejercicio de la violencia estatal lo que han hecho es recuperar cierto tipo de dinámicas que son previas, que muestran algo que casi resulta obvio, y es que la represión no empieza el 24 de marzo de 1976, sino que la violencia estatal, las ideas y doctrinas, las agencias represivas y sus agentes, los rasgos que la caracterizan se ensayan, se refinan, se implementan, circulan, en un complejo proceso en los años previos y después se aplican a escala masiva. El objetivo ha sido pensar o inscribir a la dictadura en unas temporalidades más amplias, más fluidas, no solo para adelante, del 83 para acá, sino también del 76 para atrás. Analizar e investigar a la dictadura no como un punto de partida o cerrado sobre sí mismo, sino como una condensación, un momento culminante en particular en lo que hace al ejercicio de la violencia estatal y represiva, ha constituido uno de los núcleos de la reflexión y de las investigaciones sobre la temática en estos últimos años”.

“En el ISHIR, por ejemplo, hay proyectos sobre la policía, pero no solamente la policía de la dictadura sino sobre la policía en las décadas siguientes, que analizan los modos en que se produce ese proceso de adecuación, adaptación, transformación y reformas de las instituciones represivas en un contexto democrático. También dentro de nuestra línea hay estudios sobre el movimiento obrero y la conflictividad laboral en la dictadura y la posdictadura. Tenemos un seminario permanente cuyo eje son los años 80, pensándolos como un momento bisagra, en tanto los años 80 tienen sus 80 dictatoriales y sus 80 democráticos, el momento final o la fase final de la dictadura y la reciente instalación de la democracia. Se trata de un período que para nosotros es muy interesante en términos de contexto de época, porque convoca a pensar en las temporalidades: ¿Cuándo termina la dictadura? Institucionalmente en el 83, pero ¿cómo pensamos la transición? ¿cuándo termina la transición, mirando a los actores sociales, políticos e institucionales? Nosotros venimos pensando en el problema de la temporalidad, somos historiadores e historiadoras y el tiempo nos obsesiona, y puntualmente esta cuestión de la temporalidad referida a un proceso de tal hondura histórica como la última dictadura aparece sin dudas como un tema central” explica Águila.

Del mismo modo, en el ISHIR hay estudios sobre la juventud, en una temporalidad que no está centrada exclusivamente en la dictadura, sino que la desborda. “La dictadura funciona como un núcleo que termina estructurando gran parte de la mirada, pero hacemos un esfuerzo por descentrarlo y enriquecer el análisis” acentúa la investigadora.

Obstáculos al investigar

“Cuando uno estudia la dictadura militar el primer problema, para poder efectivamente analizar el período en toda su complejidad, es desmontar imágenes, ideas o interpretaciones muy aceptadas y extendidas. Por ejemplo, la idea que la represión empieza con el golpe ahora no se discute más, pero durante mucho tiempo fue muy difícil ponerla en discusión. O el problema de los apoyos y consensos sociales, ahora forma parte del sentido común hablar de dictadura cívico-militar, pero hace una década y media atrás, cuando se empezó a investigar sobre estos temas, las polémicas eran intensas. Y, por ejemplo, la idea de que la dictadura está asociada a una especie de “apagón” político y cultural, no hay política, no hay cultura, mientras todas las investigaciones demuestran lo contrario, que hay una vida cultural muy rica en toda una serie de campos y que no necesariamente la cultura es igual a resistencia o que las expresiones culturales son iguales a expresiones de resistencia” explica Águila.

La investigación de este tipo de temáticas, la dictadura en particular, se ha encontrado siempre en estrecha relación con el movimiento social y político y se desarrolla vinculada con, e impulsada por, dinámicas sociales y políticas que están por fuera de las lógicas de la investigación académica. Y esto, tal como indica la investigadora “A la vez que impulsa la investigación, por otro lado, la constriñe a ciertos modos de estudiarla: que temas se pueden investigar y que temas no se pueden porque están “mal vistos”. Hay temas que se abren paso con muchas dificultades respecto que lo que hay que investigar sobre la dictadura y lo que no hay que investigar. Por ejemplo, ¿tenemos que investigar a los represores? ¿eso no le dará elementos después en las querellas judiciales para exonerarlos o justificarlos? Podría seguir con una lista respecto de lo que sí se debe investigar y lo que es mejor no investigar. La vecindad temporal, la cercanía, la conexión pasado-presente es también un problema para los investigadores del período”.

Con respecto a la posibilidad de acercarse a los archivos, materia prima de los historiadores, Águila indica “El acceso a los archivos es siempre un problema, no solamente para los estudios sobre la dictadura. Lo que ha probado el avance de la investigación en estas dos últimas décadas es que hay muchísimos archivos disponibles. Ahora estamos en pandemia y el acceso está muy limitado, pero esta idea que prevaleció mucho tiempo de que no había archivos para estudiar la dictadura es falsa, hay muchos repositorios y archivos sobre los cuales construir las investigaciones. Por ejemplo, mucho de lo que se sabe ahora es gracias a la investigación judicial, porque los archivos de las FF.AA. en parte se abrieron por el impulso de juicios de lesa humanidad y las políticas estatales de memoria, que, con el objetivo de nutrir de evidencia documental las causas judiciales permitieron que también las y los investigadores nos coláramos en archivos que estaban cerrados, fuera de nuestro alcance”.

“El acceso a los archivos no es sencillo porque se trata de temas sensibles que involucran a personas vivas o sus familiares y porque el movimiento de DDHH los custodia celosamente, aspecto que desde el punto de vista de la preservación de los documentos se puede entender, pero desde el punto de vista de la investigación histórica es todo un problema. Sin embargo, todo el trabajo que se ha hecho en esta última época de recopilación documental, de puesta en línea de fondos documentales muy diversos es maravilloso. Creo que nadie hubiera podido hacer nada en pandemia si no tuviéramos el acceso online a toda una serie de fondos documentales, eso es invalorable. Eso también permite el avance de la investigación, pero nada reemplaza el acceso al archivo, a los documentos, que junto con otras fuentes constituyen la materia prima de las y los investigadores, sobre la que construimos la historia del período” indica la investigadora.

 

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