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Internet potencia los rumores, pero hay salida

En una época donde el poder de internet supone una herramienta para maximizar el alcance de las habladurías, el politólogo Cass Sunstein –uno de los asesores del presidente norteamericano Barack Hussein Obama– publicó Rumores, un trabajo que explica cómo funcionan y a la vez cómo se pueden desactivar estas supuestas verdades para evitar una corriente de desinformación.

En una época donde el poder de internet supone una herramienta para maximizar el alcance de las habladurías, el politólogo Cass Sunstein –uno de los asesores del presidente norteamericano Barack Hussein Obama– publicó Rumores, un trabajo que explica cómo funcionan y a la vez cómo se pueden desactivar estas supuestas verdades para evitar una corriente de desinformación.

Sunstein es conocido entre los politólogos por sus estudios sobre la polarización política que favorece internet, una temática que exploró con aciertos en su obra Republic 2.0 y que en esta ocasión retoma bajo otra perspectiva en el libro que acaba de lanzar en la Argentina el sello Debate.

El jurista de la Universidad de Chicago reflexiona ahora sobre el poder de los rumores a partir de la inusitada atención y credibilidad que recibieron habladurías como la que sugería que Obama no había nacido en territorio norteamericano, lo que lo habría descalificado como candidato a la presidencia de Estados Unidos.

Los habitantes de este planeta han vivido desde siempre rodeados de rumores, y del mismo modo que a través del conocimiento de otros se puede saber que la Tierra no es plana o que la materia se compone de átomos, se propagan entre todo tipo de personas y están ligados a sus deseos y temores.

El derecho de los ciudadanos a decir lo que piensan constituye uno de los pilares de los sistemas democráticos. Sin embargo, en la era de internet es necesario proteger a las posibles víctimas de comportamientos indeseables.

“Una afirmación de hechos –sobre personas, grupos, evento, e instituciones– que nos han sido mostrados como verdaderos, pero que se mueven de una persona a otra, y por tanto tienen credibilidad no porque se haya mostrado evidencia directa para sostener la afirmación sino porque otras personas parecen creerla”, define Sunstein el significado de rumor.

Así entendidos, los rumores suelen surgir y ganar espacio porque abonan y apoyan las convicciones previas de quienes los aceptan. Según el politólogo, “ciertas personas y ciertos grupos están predispuestos a aceptar ciertos rumores porque esos rumores son compatibles con su interés propio o con lo que creen que saben que es verdadero”.

Respaldado por ejemplos de la vida real y estudios de la conducta, Sunstein aborda la tarea de analizar los mecanismos que alimentan los rumores para tratar de encontrar ese equilibrio indispensable entre la necesidad de protegerse de ellos y la salvaguarda de derechos como la libertad de prensa y opinión.

“Sólo la mentira necesita cómplices”, dice el sabio proverbio griego. En esa línea, los rumores destruyen vidas y hacen tambalear a sociedades enteras, a la vista de lo que ocurre en los países cuando se difunde la noticia de que la Bolsa se desploma.

Sunstein tiene en estos momentos la oportunidad y el reto de poner en práctica su recetario de soluciones para combatir los rumores: es el administrador de la Oficina de Asuntos de Información y Regulación (Oira, por sus siglas en inglés), un organismo federal que vela por la calidad y accesibilidad de la información gubernamental.

La conclusión del autor es que es necesario que las leyes y acusaciones de difamación se adapten en algunos aspectos para enfrentar el reto del cambio tecnológico, y que las personas finalmente aprenderán a buscar información fidedigna, descartar rumores falsos (y también usar internet para hacerlo), y castigar con el desprestigio a quienes los propagan.

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