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Arte, delitos y política

Inaugura una muestra que revaloriza los cuadros robados del Museo Estevez

Desde este viernes se podrá visitar la exposición, que cuenta con las obras que habían sido sustraídas durante la última dictadura militar. La misma está a cargo del artista rosarino Román Vitali


Durante décadas muchos cuadros robados representaron un misterio. Un camino que se comenzó a transitar con la mano de obra desocupada de la dictadura cívico militar que encontró en el robo de obras de arte un rubro en el ocuparse sobre todo en la década del 80.  Varios de esos golpes ocurrieron en Rosario, en museos que no contaban con medidas de seguridad y esas obras fueron recuperándose a lo largo de los años. Desde este viernes a las 19 se podrá visitar “Los Cuadros Robados” en la Sala de Exposiciones del Museo de Arte Decorativo Municipal Firma y Odilo Estevez, en calle San Lorenzo 753. La misma está a cargo del prestigioso artista rosarino Román Vitali. Es el resultado de una investigación sobre las cinco obras sustraídas en ese lugar cultural.

La última pintura recuperada, La asunción de Santa Catalina, de Esteban Murillo, fue sustraída del Museo Estévez  el 2 de noviembre de 1983 por grupos de tareas de la última dictadura cívico militar, junto a otras cuatro pinturas, de las cuales se pudieron recuperar otras dos: Retrato de Felipe II de Coelho Sánchez en 1989; y Retrato de Doña Teresa Apocada de Sesma de Francisco de Goya y Lucientes, en 1995.

La muestra, desplegada en formato de gabinete museológico, está planteada en actos teatrales, donde cada obra robada dialoga con piezas de la colección del museo, entretejiéndose con micro-historias, trabajando sobre la estructura interna del cuadro, la tela, el tejido, la trama, el marco, el bastidor, el borde, el vacío, la falta, la duplicación y la falsificación.

Por motivo de la inauguración de la muestra, la directora del Museo Estévez, Analía García, contó cómo surgió la iniciativa. “Vivenciar la tercera recuperación de las cinco pinturas que este Museo afrontó fue fundante para transitar otra etapa. Vitali pensó cada una de las obras robadas del Museo Estévez y armó una obra en particular a partir de ellas, por supuesto que toma centralidad en el ambiente la última pintura recuperada”, señaló.

Román Vitali nació en Rosario en 1969 y desde hace años investiga sobre los robos de los cuadros.

“A la muestra la pensé a partir de la invitación de Analía (García) y del Museo para trabajar justamente sobre los robos, que es un tema que vengo trabajando hace bastante a partir de un robo que sucedió en una muestra en la que participé. Comencé a investigar con cuestiones que tienen que ver con la seguridad, con las piezas originales y cómo estas obras entran en un sector oculto, buscadas por la Interpol”, comentó.

La exhibición consiste en volver a producir las cinco piezas robadas, de las cuales dos aún no fueron encontradas.

La recuperación del cuadro de Murillo fue un marco ideal para realizar esta muestra. Cuatro de las cinco obras comparten el mismo espacio, salvo la reproducción de la obra Santa Catalina de Murillo.

“Pasando una cortina, se puede encontrar la representación de la obra de Murillo. Lo que hallamos es un pulmón rojo ya que la sala es toda roja y a diferencia de las otras lo que hice fue revalorizar todas las lastimaduras que tenía. Esas intervenciones se realizaron sobre la obra para ver si era original o no. Tejí en cristales y trabajé una geometría que estaba dada por las lastimaduras que tenía. Además, el marco está dibujado levemente y en una de las paredes se encuentra un óvalo horizontal con siete cámaras de seguridad que estará vigilando a la falsa Santa Catalina y a las personas que estén adentro”, explicó Vitali.

 

Un represor tras los golpes

El óleo de Murillo sustraído hace 35 años y recuperado hace unos meses descorre el velo sobre la llamada Conexión Rosaura, organización cuya cara visible fue un agente de la dictadura, Leandro Sánchez Reisse. Además de tres golpes en Rosario les adjudican uno más en el Museo de Bellas Artes porteño.

En noviembre pasado, la Policía uruguaya bloqueó el paso a una camioneta y un auto a 35 kilómetros de Montevideo. En uno de los vehículos estaba la obra buscada: “La asunción de Santa Catalina”.

Uno de los detenidos dijo con naturalidad que ese cuadro ocupó durante 20 años una pared en la casa de su padre. Y que viajaban a Punta del Este a buscar un comprador.

Sólo uno de los integrantes de la pequeña caravana que albergaba el Murillo tenía antecedentes, pero por narcotráfico. La conexión con el robo cometido 35 años antes parece inexistente, salvo por el encubrimiento.

 

El Felipe II

Otro cuadro recuperado de ese botín fue Retrato de Felipe II, en 1989.

La Policía Federal difundió una versión de un llamado anónimo que daba cuenta de una posible transacción en el Hotel Plaza, en el barrio porteño de Retiro.

La Policía montó un operativo similar al que el FBI había armado unas semanas antes antes, en un hotel de Miami, donde recuperó el cuadro de Goya Palomas y Pollos, también robado en Rosario pero en un golpe casi calcado al Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino.

En Buenos Aires, los recepcionistas, los mozos y algunos pasajeros eran nada menos que policías disfrazados. Claro que o el informante o bien quien había recibido el llamado incurrió en un grave error: el hotel era el Plaza, pero el Plaza Francia, que está en Recoleta, a una veintena de cuadras. Mientras el operativo fracasaba, otro informante daba cuenta de un “sujeto uruguayo sospechoso” alojado en el Plaza Francia. El dato también le llegó al uruguayo que se había alojado como Juan Muñoz, un nombre falso que le espetó al conserje del hotel sin despertar sospechas.

Por eso, cuando el uruguayo bajó del primer piso donde estaba su habitación, algo en el ambiente había cambiado, o al menos así lo había olfateado. Muñoz o como se llamara, encañonó a los pobres mozos que no eran policías y empezó a disparar nervioso sin dar en ningún blanco. Alcanzó la calle. Rápidamente se zambulló en un taxi y desapareció. Sobre la cama encontraron el Felipe II.

 

Otra historia

El 2 de noviembre de 1983, tres personas ingresaron al Museo Estévez de Rosario, frente a la plaza 25 de Mayo y a media cuadra de la Municipalidad. Maniataron a los pocos empleados y fueron directo a la sala en la que se encontraban, además del cuadro de Murillo, “Retrato de un joven”, de El Greco; El profeta Jonás saliendo de la ballena de José de Ribera; “Retrato de Felipe II”, atribuida a Alonso Sánchez Coello y recuperada en el hotel porteño, y “Doña María Teresa Ruiz Apodaca de Sesma”, de Francisco José de Goya, cuya aparición sería luego la clave para conectar el papel que jugaron los servicios en este tipo de golpe. Es que en 1995 el Goya fue encontrado en una camioneta que manejaba Ernesto Lorenzo, alias Mayor Guzmán, lugarteniente y chofer del líder de una banda de paramilitares, la de Aníbal Gordon, en el barrio porteño de Belgrano. En las últimas décadas Lorenzo caería por narcotráfico.

La causa judicial estuvo en los Tribunales de Rosario a cargo de René Bazet, quien procesó a tres personas por robo calificado y a una cuarta por encubrimiento. La Cámara Penal revocó luego los procesamientos y dictó la falta de mérito a los cuatro imputados.

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