Espectáculos

el gran regreso de un clásico de los 80

Imanol Arias habla de la comedia negra “Retiro voluntario”

El actor Imanol Arias habla de la comedia negra “Retiro voluntario”, de Lucas Figueroa.


“Nunca vi esta película solo en casa; Lucas ni siquiera me dejó verla en montaje. Fuimos con la película a Cuba, al Festival de Gibara, pero tampoco me dejó verla allí, y la terminé viendo en un pase para prensa y para testeo de públicos con unas 250 personas. Y ahí pensé: «Qué suerte…, es una buena película, me he reído mucho, colma lo quien yo esperaba de ella»”, dice el talentoso actor español Imanol Arias, que está de regreso en las pantallas argentinas con Retiro voluntario, una comedia negra que se conoce mañana en los complejos locales, y en la que comparte cartel con los argentinos Darío Grandinetti y Luis Luque, y el español Hugo Silva, a quienes acompañan Miguel Ángel Solá, Paula Cancio, Valeria Alonso, Juan Grandinetti y Jorge D’Elía, con la participación de Jorge “Locomotora” Castro.

El film del argentino radicado en Europa Lucas Figueroa es una comedia sobre la problemática del trabajo, casi un subgénero dentro del género, con toques de humor bizarro y comedia negra, sobre un CEO de una multinacional española en la Argentina, Javier (Arias), quien por esas cosas del destino termina implicado de manera confusa y desatinada en la decisión de esa empresa de telecomunicaciones de reducir costos apelando a la variable de ajuste que más les suele gusta: dejar gente en la calle.

“Nunca tengo muy en cuenta el valor; me refiero a si el personaje es bueno o es malo: me gusta si el personaje tiene una vida, si tiene recursos para ser alguien”, dijo el actor que aseguró que piensa en qué proyecto se va a meter, qué tiempo le va a dedicar, pero sobre todo qué capacidad tiene de investigar acerca del personaje. “Y éste la tenía; siempre digo que me baso mucho en el guión y en el proyecto, pero en el cine hay algo que respeto mucho y es el director; los actores, en el cine, no podemos trabajar solos, trabajamos siempre en compañía de otros, y la elección de esa compañía, muchas veces, hace que el viaje a emprender tenga sus dudas, pero esa posibilidad de la buena compañía resulta algo muy alentador”, dijo Arias. Y acotó: “Es una comedia pura, algo no tan frecuente en mi trabajo; pero también es una comedia negra, con gags, con grandes actores que manejan muy bien el tono”.

Repasar la autobiografía

Con un historial en el cine argentino que incluye ocho títulos, Camila (1984), de la recordada María Luisa Bemberg, es una película fundante en la filmografía de Imanol Arias, pero sobre todo en su vínculo con un público que lo recordará por siempre como el cura Ladislao Gutiérrez, amante de Camila O’ Gorman, y protagonista de un “amor prohibido”. “Hay muchas películas, pero Camila me abrió las puertas de América latina; soy muy consciente que cada vez que vuelvo, tengo que, volver a repasar esta especie de autobiografía que me lleva a hacer todo un recorrido desde aquellos años, los 80, algo que resumo en un enorme agradecimiento y reconocimiento, porque es la película que me vinculó con el país: aquí me abrieron las puertas sin pedirme ni siquiera papeles (risas), pero sobre todo sin que nadie te obligue a dejar de ser lo quien eres; ése es un privilegio”, rememoró.

“Yo siempre agradezco al público argentino porque además me he vinculado con grandes compañeros de una gran altura artística; los actores sabemos del enorme nivel de interpretación que hay en este país, que es de los mejores del mundo. Y todo aquello de Camila me permitió volver, hacer teatro toda una temporada (con Calígula, de Albert Camus), tener siempre proyectos, y al final es una relación como la que tengo con mi madre: puede que tenga algún problema, a ella le gusta más cocinar que limpiar, pero es mi mamá; me quedo con que cocina bien… no le pongo peras”, completó entre risas.

Humor esperanzador

Frente a lo trágico que puede resultar la pérdida de trabajo, el film de Lucas Figueroa resulta bastante esperanzador por una serie de atajos que toma sobre el final y donde se dirimen quiénes son “los buenos” y quiénes “los malos” en esta historia, que genera un cambio cuando la atención se pone sobre una idea que surge a partir de una persona con una discapacidad. “He oído a alguien decir en estos días que los niños que sufren bullying suelen ser los que tienden a transformar el mundo. Quien lo dijo es un boxeador, Maravilla Martínez, que sufrió bullying. Lo que quiero plantear es que aquellos que son diferentes tienen posibilidades diferentes, y ser conscientes de eso es una alegría. En ese sentido, esta película es muy moderna, muy de futuro, porque no se trata de igualar ni de competir cuando no se puede contra algo que nos destruye como una multinacional; se trata de encontrar un camino que sea decente y bueno para todos, que sea liberador. Y es muy interesante pensar en cómo esa capacidad diferente no es un obstáculo sino que se trata de superar miedos. Lo mismo le pasa a mi personaje: tiene miedo, vive con miedo, y tiene que sentirse en la calle, desterrado y solo, para poder enfrentarse a la gran oportunidad de su vida”, avaluó el actor.

Pasado y presente

En la última década, la realización cinematográfica se democratizó, algo que visibilizó a nuevos directores. En ese recorrido, Imanol Arias, con 61 años, es un actor de vasta trayectoria, que arrancó a mediados de los 70 pero se visibilizó a partir de su participación en Laberinto de pasiones, de Pedro Almodóvar, de 1982. Trabajó con grandes nombres del cine español, referentes del cine de autor, al tiempo que entendió la trascendencia de la televisión (aquí se lo recuerda por Anillos de oro, también de los 80, entre otras). Del mismo modo, se juega ahora a un nuevo tiempo del cine, que debe lidiar con nuevas plataformas de contenido. “Vengo de una época del cine en la que los grandes directores solían ser guionistas y productores de sus películas; ahora no sólo se ha democratizado el cine sino que el salto tecnológico nos permite igualar en el mínimo, pero después se necesitan inversores”, dijo. Y evocó: “De aquellos años, conservo un profundo respeto por los directores con los que he trabajado; jamás me olvidaré de Vicente Aranda, tampoco de Imanol Uribe, entre tantos otros que tienen mi edad, y más dificultades para rodar ahora según su forma. Pero hay nueva generación que ha nacido con lo audiovisual en la cabeza; también hay más géneros que antes y directores que han reinventado el cine de autor como pasa en España con Almodóvar o Amenábar. También es un momento en el que el cine pasa por una enorme crisis: la gente ve mucho cine en su casa”.

Deliberadamente cómplice del novel realizador argentino que pensó desde un comienzo en Arias pare ese personaje, el actor habló del director. “Lucas es un especialista en el marketing del cine, sabe a quién van dirigidas sus historias,  les pone un rodaje prolijo, donde no falta nada, donde la cámara vuela. Eso es muy bueno para los actores: de inmediato detecta en qué condiciones llegas al rodaje, cuál va a ser tu posición en la película; eso, para nosotros, es como un agarrase de la mano y continuar. Creo que Lucas entendió que hay que aprender lo bueno de las cinematografías comerciales. Y siento que la pregunta está en cómo llegar a mucha gente conservando la calidad de lo que hacemos”.

Acerca de los prejuicios y el valor de la libertad

“La idea de la película está en poder reírse de uno mismo y luego pensar un poco sobre el tema del trabajo y de lo que representa para cada uno de nosotros, pero no tiene el afán de moralizar ni de tomar partido; es casual el hecho de que la estrenemos ahora, porque la escribí hace cinco años, y ahora se viven en Argentina situaciones similares a las que atraviesan los personajes”, dijo Lucas Figueroa, realizador argentino radicado en Europa, director que consiguió el récord Guinness por el corto Porque hay cosas que nunca se olvidan, por ser el más premiado de la historia.

“Lo que no es casual –continuó– es si a la problemática la pensamos en un sentido cíclico: lo que pasa ahora es lo mismo que yo viví cuando me fui del país”, relató el director que partió de la Argentina en 1999, primero a Estados Unidos y luego a España.

“El primer trabajo que tuve fue en una multinacional de telecomunicaciones, que es donde transcurre la historia de la película, que habla de eso que es cíclico, más allá de que siempre deseamos que cambie ese paradigma”, analizó. Y completó, sobre el final esperanzador del film acerca de unos personajes que quedan fuera del sistema pero se las ingenian para intentar volver a ingresar: “A nivel de la estructura narrativa, no está muy claro quién es el malo y quién el bueno, hay que ir descubriendo algunas pistas y una cosa lleva a la otra. Me parece que en ese sentido, con quién se empatiza, te vincula con los propios valores. Más allá de lo que cuenta la película, el supratema, que siempre me interesa mucho, tenía dos premisas: una pasa por el prejuicio, es decir que lo que se ve, muchas veces, no es lo que es realmente; la otra es tratar de plasmar, a través de los personajes, que venciendo el miedo es donde se encuentra la verdadera libertad. Más allá de que parezcan premisas para otro tipo de películas más para Cannes, yo creo que esos temas también se pueden plantear en el contexto de una comedia comercial como Retiro voluntario”.