Espectáculos

Imágenes de una educación artística

Los textos de “Los píxels de Cézanne”, escritos por Wim Wenders, funcionan como memoirs estéticas de experiencias personales en la visión de films, pinturas o fotografías que rendirían sus frutos en un observador atento y hábil como él


ENSAYO
Los píxels de Cézanne. Wim Wenders
Caja Negra / 2016. 204 páginas

Para quienes lo ignoraban, Wim Wenders, el realizador surgido de la Nueva Ola del cine alemán que daría títulos tan señeros como Alicia en las ciudades, París, Texas o Las alas del deseo también escribe por fuera de sus guiones, y lo hace muy bien a juzgar por los textos que pueden leerse en Los píxels de Cézanne, donde explora algo de la interioridad, de lo que mueve al artista bajo cualquier designio o iniciativa; las crisis, la disfunción afectiva, el nomadismo, todo aquello que influyó en su cine y que ahora tiene en sus escritos nombre y apellido. Los cineastas Bergman, Antonioni, Anthony Mann, Douglas Sirk, Samuel Fuller, Manoel de Oliveira, Yasujiro Ozu; los pintores Edward Hopper y Andrew Wyeth; los fotógrafos Peter Lindberg, James Nachtwey, Barbara Klemm, la coreógrafa y bailarina Pina Bausch, y hasta el diseñador japonés Yohji Yamamoto van siendo objeto de una mirada aguda y embelesada, demasiado atenta al leit motiv de estos artistas, como puntos de un anclaje que el alemán puede ir cifrando a través de desandar algunas de sus obras o de sus motivaciones. Podría decirse un credo personal, una confesión de parte que interpelaría la propia obra de Wenders, pero donde es posible distinguir qué de la obra de esos artistas campea en la suya, con lo que se iluminan algunas de sus líneas discursivas casi a modo de unas memoirs estéticas, que el lector reconoce luego traducidas en aprendizaje e influencias decisivas con las que rumbeó su cine.

Conexiones profundas

“Sólo escribiendo puedo pensar las cosas hasta el final…”, dice Wenders en el texto que funciona como introducción. Allí está la puesta en escena de sus formas textuales y la de sus pensamientos; de las formas adoptadas se desprende la fijación poética –basta pensar en Movimiento falso, cuyo tono en mucho se parece al de estos textos– para armar los pensamientos con una prosa de verso libre en buena parte del libro, y es cierto que adquieren una sonoridad especial al volverse una suerte de cosmovisión informal; tal vez sin proponérselo, Wenders encuentra conexiones profundas en las acciones de los artistas visitados, al modo de un viajero zambullido en milagros narrativos cuya técnica e inspiración lo marcaron para siempre. Escritos en distintas épocas y para ocasiones como conmemoraciones, homenajes o artículos para algunas publicaciones alemanas, los textos que integran Los píxels… van rubricando experiencias personales en la visión de algunos films, pinturas o fotografías que rindieron sus frutos en un observador (espectador, como no deja de reconocerse), atento y hábil.
Datos sensoriales

Podría decirse que Los píxels… es un libro de pasajes, de momentos iluminados, en los que Wenders abunda sobre su sorpresa al descubrir a un artista, o facetas de sus obras que lo dejan literalmente sin aliento. Dice sobre el descubrimiento del realizador japonés Yasujiro Ozu: “…si yo no hubiese pasado un buen día por el New Yorker y reconocido el nombre y entrado en el cine así porque sí…sólo para probar y ver una película del tal Yasujiro Ozu… nunca hubiera sabido… que en algún momento existió algo así como el paraíso… de la cinematografía…”. El texto funciona como entrada a ciertos tópicos del cine de Wenders, en este caso de su primera etapa, donde se expresaba con concisión y sencillez, y a la vez transforma esos datos sensoriales en percepciones culturales de una época, como es posible leer cuando escribe sobre el pintor estadounidense Edward Hopper: “…seguía pintando sus cuadros mágicos y figurativos sin dejarse perturbar por lo que ocurría a su alrededor, donde las corrientes estéticas iban y venían… sus cuadros no retratan a los Estados Unidos sólo en las superficies, sino que escarban en las profundidades del sueño americano y exploran ese dilema tan… estadounidense del ser y parecer…”. De su admirada Pina Bausch, sobre la que haría su primera película en 3D, apunta: “A mí el movimiento como tal nunca me había conmovido… aprendí a mirar y admirar… las posturas y los desplazamientos, los gestos y todo el lenguaje corporal desde y a partir de la danza-teatro de Pina (Baush)”.
De Cézanne hace un rescate de su ley expresiva, a la que ubica adelantándose al futuro: “Lo que hoy puede hacer cualquiera, tecnología digital mediante, fue hecho en aquel entonces y por primera vez… por alguien que no tenía más que un lápiz y un par de acuarelas…”. De este modo, Los píxels… se propone como una constelación de sistemas que identifica y sitúa una unidad profunda en las imágenes cosechadas por Wenders a lo largo de su educación artística, avivadas por el fuego de su admiración incondicional a quienes reconoce como maestros.

 

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