Edición Impresa

Sociedad

Hungría armó su “gran muralla”

El país puso en vigor severas medidas para reducir las solicitudes de asilo y, en su frontera con Serbia, la construcción de una valla intenta evitar la entrada de refugiados. La duda es si Budapest conseguirá su objetivo.


El gobierno de Hungría estima que 2015 concluirá con unas 300.000 personas solicitando asilo en su territorio, una cifra que supera por mucho sus cálculos previos.

En lo que va del año, la Policía de ese país ha detenido a más de 80.000 extranjeros bajo el cargo de entrar al país irregularmente. En esa nación de Europa del este hay entre 3.000 y 4.000 refugiados; desde marzo, entre el 60 y el 80 por ciento de ellos provinieron de Siria, Afganistán e Irak.

Según el capítulo húngaro de la ONG de derechos humanos comité Helsinki, las autoridades locales han preferido enfrentar este desafío solas en lugar de buscar la ayuda de instituciones europeas y organizaciones especializadas. El Parlamento aprobó leyes para permitir la reclusión de los inmigrantes en campamentos creados con ese fin. Por otra parte, se planea cerrar los hospedajes que están a su disposición en las ciudades y albergarlos en carpas alejadas de los centros urbanos.

Severas medidas

Los legisladores húngaros también restringieron la concesión de asilo, limitando el acceso de los solicitantes a asesoría legal y autorizando su repatriación sin considerar el estatus de sus peticiones. A juicio de quienes defienden los derechos de los refugiados, la aceleración del proceso para analizar las solicitudes es, por sí sola, una moción positiva; pero no cuando la mayoría de ellas es rechazada automáticamente, sin evaluaciones ulteriores.

Esto le ocurre al 99 por ciento de las personas que llegan a Hungría pasando por Serbia. “Sus destinos se deciden en ocho días, pero los inmigrantes sólo tienen 72 horas para interponer una apelación”, explica la activista de derechos humanos Aniko Bokonyi.

Otra medida de Budapest para evitar la entrada de refugiados al territorio bajo su control es la construcción de una valla en la frontera serbo-húngara.

Una muralla inútil

Los primeros 150 metros de una cerca que medirá 175 kilómetros se levantaron en las afueras de Morahalom. Coronada con alambre de púas, la valla tiene un aspecto amenazante… y un defecto enorme: fue construida en suelo húngaro, dos metros y medio antes de que comience la jurisdicción serbia. Eso significa que todo refugiado que llegue a la cerca corre automáticamente por responsabilidad de Hungría.

Técnica y jurídicamente, esa valla no puede detener a quienes busquen refugio en la Unión Europea. “A los inmigrantes no se les puede negar el derecho a solicitar asilo. Ni la Policía ni ninguna otra institución del Estado puede negarse a recibir esa petición en puestos fronterizos o en la cerca en cuestión”, sostiene Bokonyi. Rados Durovic, quien trabaja en un centro para la protección de refugiados en Serbia, ratifica esos dichos.

Apuesta riesgosa

“La Policía de Hungría se ha esmerado en frenar el flujo migratorio ilegal en su frontera con Serbia, pero los refugiados detenidos en territorio húngaro tienen derecho a pedir asilo, independientemente de que hayan entrado irregularmente al país. A los refugiados no se les puede atribuir el delito de la inmigración ilegal”, aclara Durovic.

Budapest está haciendo una apuesta muy riesgosa al pretender que Belgrado enfrente solo este fenómeno migratorio. En su afán de ser acogido por la Unión Europea, Serbia tendería a implementar su propia agenda y eso no favorecería a Hungría, a la que de por sí se le reprocha el hecho de violar con su “gran muralla” la convención de la ONU para los refugiados, las premisas comunitarias para la concesión de asilo y el Tratado de Schengen. “La cerca no es la solución”, concluye Durovic.

Eurotúnel: el camino que transitan los refugiados hacia Gran Bretaña

“¡Vamos a intentarlo!”, le dice un hombre a unos veinte inmigrantes de origen africano.

Este grupo lleva esperando horas junto al fuego en un bosque de Calais cercano al recinto del Eurotúnel. Poco después de medianoche, su “coyote” los conduce a una valla, corta la verja y retira el alambre de púas­.

El primero de ellos pasa por la abertura y sube por la cerca de tres metros. Le siguen otros ocho jóvenes alumbrados por cámaras de televisión, hasta que a los pocos minutos llega una patrulla. Las vallas están equipadas con sensores que detectan cada movimiento y, en cuanto aparece la Policía, los hombres se retiran.

Doscientos efectivos de seguridad y trescientos gendarmes están apostados en las inmediaciones del Eurotúnel. Cientos de refugiados tratan de entrar en pequeños contingentes; entre cien y un centenar y medio logran pasar la valla, pero nadie sabe cuántos consiguen llegar hasta Gran Bretaña como polizones.

En las últimas semanas, grupos muy organizados distraen a la Policía asaltando la valla para que otros puedan pasar. Por razones de seguridad, las entradas del túnel están temporalmente bloqueadas. Otras veces, los mismos refugiados bloquean accesos a calles y vías, provocando largas colas de espera y retrasos.

Hamid, un ciudadano sirio de 40 años, dice que intentará saltar por la noche. Cruzó Europa entera con su sobrino para llegar a Gran Bretaña. “Mi mujer vive ya al otro lado –dice señalando la costa–, quiero reunirme con ella”. Hace una semana que está en la “Selva de Calais”, como se conoce el campamento ilegal al oeste de la ciudad francesa, donde entre 3.000 y 5.000 personas esperan su oportunidad para dar el salto.

Ciudad Europa

Esta vez, Hamid y su sobrino van solos para ahorrarse las tarifas de cientos de euros que cobran los “coyotes”. Para llegar, tendrán que cruzar Ciudad Europa, un centro comercial con cines y restaurantes para turistas. Mientras unos llenan sus coches de compras, otros malviven en los alrededores.

Las organizaciones de ayuda dicen que la presión está aumentando. Cada vez más personas de Siria, Eritrea y Sudán quieren cruzar el túnel porque las otras opciones –a bordo de camiones y ferrys– son objeto de mayor vigilancia. “Sé que es difícil y peligroso entrar al túnel, pero no tengo elección. ¿O conoces otra forma?”, dice Hamid.

En Calais se agolpan los refugiados desde 1999. Tras la instalación del primer campamento, fueron surgiendo otros donde también viven mujeres y niños. A ellas se les permite entrar al centro comercial para comprar lo básico, pero a los hombres la entrada les está vetada.

El gobierno británico le exige a Francia que aumente la seguridad en la zona. Londres se presta incluso a contribuir con el costo de las medidas. El ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, pide también más participación de la sociedad administradora del túnel.

Sin embargo, para el director de la empresa, Jaques Gounon, las instancias que deberían ocuparse del fenómeno de los refugiados son los estados.

Los miembros del partido populista británico Ukip han llegado al punto de proponer una intervención militar con miras a disuadir a los refugiados de consumar sus planes para llegar a la isla.

Comentarios