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“Hubo una estrategia apuntada a la diseminación del terror”

Iván Fina, psicólogo e integrante de Abuelas de Plaza de Mayo, repasó en El Ciudadano su declaración este mes en la causa Klotzman. Articuló lo singular de su historia con la trama social, la búsqueda de su hermana o hermano apropiado, y las secuelas del genocidio argentino


Cuarenta y cinco años después del asesinato de su papá y la desaparición de su mamá, Iván Fina declaró por primera vez ante un tribunal el 7 de abril de este año. La causa Klotzman investiga los crímenes cometidos contra 29 personas, la mayoría militantes del PRT-ERP, en lo que la última dictadura autodenominó “operativos conjuntos” entre agosto y noviembre de 1976.

En los Tribunales Federales de Rosario se investigan por primera vez los crímenes cometidos en la Quinta de Fisherton (San José de Calazans al 9100), a miembros de la Policía Federal de Rosario y un caso de apropiación y robo de identidad: la nieta recuperada número 103. Sin embargo, hubo tres mujeres más que estaban embarazadas al momento de su secuestro y aún se intenta determinar cuál fue su destino. Una de ellas fue Isabel Ángela Carlucci, la mamá de Iván Fina, cuyos restos pudieron identificarse a través del trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense en 2011.

“A pesar de haberla encontrado, me explicaron que no hay manera de saber qué ocurrió con el embarazo, si nació o no mi hermano o hermana. No hay manera ni jurídica ni científica de establecerlo. Entonces, por un lado pude recuperar los restos de mi mamá, pude averiguar por su destino final, le pude dar sepultura, puedo contar con una lápida y todas esas cuestiones que son importantes desde lo personal. Desde este punto de vista pude responder toda una serie de preguntas más allá de que hubo otras que quedaron sin respuesta. Pude avanzar en esto de los rituales y fue importante para mi desde lo afectivo. Pero por otro lado me deja con un grado de incertidumbre tremenda porque en última instancia dependo inevitablemente de que alguno de los acusados por los crímenes se digne a hablar. La búsqueda de Abuelas continúa, puede pasar como con cualquier nieto que recuperamos y que eventualmente alguna vez aparezca. Pero el silencio de los represores continúa y ese silencio cómplice es una forma de crueldad. En lo que va del juicio no se logró descubrir nada nuevo y ninguno habló”, puntualizó Fina.

En diálogo con El Ciudadano, explicó cuáles fueron los puntos centrales de su declaración y los puntos de encuentro entre su historia y su profesión. Fina es psicólogo y ha dedicado parte de sus investigaciones a las especificidades y secuelas de genocidios como el ocurrido en Argentina.

Fina creció con su familia materna en Capitán Bermúdez y asistió a la secundaria en San Lorenzo. Siempre tuvo contacto con su familia paterna también. Estudió Psicología en la Universidad Nacional de Rosario, tuvo un breve paso por la agrupación HIJOS y desde 2004 forma parte del equipo de Abuelas de Plaza de Mayo de la ciudad. Esta fue su manera de unir la búsqueda de su hermano o hermana y con una causa social, la de encontrar a todas las personas que fueron apropiadas durante la última dictadura cívico militar.

Víctor Hugo Fina fue asesinado por fuerzas de seguridad en la casa donde vivía con su pareja Carlucci que fue secuestrada ese mismo día en su lugar de trabajo. Hasta donde pudo reconstruir Iván Fina, su mamá siempre lo llevaba a trabajar y ese día no lo llevó porque él estaba con algunos síntomas y lo dejó al cuidado de su abuela. Carlucci estaba embarazada de seis meses y, a 45 años, aún no se pudo determinar con detalles qué ocurrió entre su secuestro y asesinato. La fecha de parto estimada era noviembre de 1976. Sus restos fueron arrojados al río Paraná y enterrados como NN en el Cementerio La Piedad de Rosario. El Eaaf la identificó en 2011 pero no pudo determinar si dio a luz o no.

Desaparecidos, sobrevivientes y el miedo

“En mi declaración quise dar cuenta de muchas cosas, entre ellas cómo quedó afectada toda mi familia. Muchas de las cosas que yo viví en mi infancia cobraron una significancia particular cuando empecé a leer y estudiar estos temas, sobre las consecuencias de este tipo de prácticas. Quise articular la experiencia de mi familia con un punto de vista que trascendía toda esa singularidad y que uno ve en estudios sobre casos como el genocidio nazi, cómo impactó esto en los sobrevivientes y los descendientes. Uno encuentra similitudes que realmente espantan”, explicó.

“Cuando uno ve documentación, experiencias anteriores y hace el trabajo comparativo de todas estas prácticas distintas, uno puede ver que hay algo que se persiguió. Hay una consecuencia que se buscó. No hubiera sido lo mismo si hubieran matado a los desaparecidos. ¿Por qué tomarse el trabajo de hacerlos desaparecer? Es decir: generar toda una tecnología que los mantenga con vida, generar toda la red de centros clandestinos, emplear a todos los torturadores. ¿Para qué? ¿Para qué tanto trabajo? Porque hay un objetivo”, deslizó a la par que compartió sus lecturas e investigaciones.

“Uno se encuentra con la idea de trauma pero es importante destacar que hay traumas y traumas: que una cosa es un accidente o una catástrofe, y otra es esto en donde hubo algo planificado para que suceda. Hubo una estrategia apuntada también a la diseminación del terror y me pareció importante decirlo ante el tribunal, podía ser mi aporte al proceso judicial”, señaló.

Sostuvo, entonces, que además de las secuelas individuales en cada una de las familias que sufrió una desaparición hubo también secuelas en la trama social: “Es donde más se puede subrayar la injerencia de la metodología aplicada. Hay un afectación directa y hay una afectación indirecta, pero afectados fuimos todos. Y en esto último es donde más se puede ver la injerencia del miedo”.

Fina detalló situaciones durante su crianza donde percibía “como si hubiera un presencia física del miedo. Miedo a que pasen cosas”: “Por ejemplo, cuando empecé a salir hasta tarde o cuando me sumé al centro de estudiantes de mi secundaria, fueron momentos donde me encontraba con una escena tremenda de mi familia. Palpitaciones, angustia y mucho temor. Tiene que ver con esta diseminación del terror”.

“Ese temor es algo que se irradia a toda la sociedad y esto es muy interesante. Hay que pensar cómo se empalma lo singular y lo social. Algunas experiencias de los sobrevivientes dan cuenta de que en algún momento se preguntaron por qué sobrevivieron y algunas de las respuestas a las que llegamos los que estudiamos estos temas es que tuvo que ver con que los sobrevivientes pudieran contar la experiencia y así seguir expandiendo el terror”, explicó.

Así, propuso la idea de que el hecho de haya sobrevivientes fue algo planificado. “Ya la figura del desaparecido produce terror y esto está estudiado, no es lo mismo que alguien sea asesinado. Hay algo en la figura del desaparecido que produce algo distinto. Muchas veces nos manejamos en el eje memoria-olvido porque hay que recordar y no olvidar pero no deja de ser importante también preguntarnos cómo recordamos y qué recordamos“, planteó y siguió: “A veces, como a principios de los ochenta, se le da demasiada preponderancia a los relatos del horror y no hay que perder de vista que eso produce también una cierta fascinación y que termina expandiendo el miedo. De alguna manera se instala esta idea: esto que estoy haciendo puede tener determinadas consecuencias. Y ahí se empieza a recortar la propia acción. Así funciona un poco el miedo”.

La causa Klotzman tiene una particularidad con respecto a otras causas investigadas en la ciudad, hasta ahora solo hay dos sobrevivientes conocidos. Uno se presentó ante el tribunal recién en 2016 y el otro pasó muchos años denunciando la existencia del centro clandestino de la Quinta de Fisherton hasta que sus dichos pudieron ser corroborados por la Justicia. Su declaración fue fundamental para completar el circuito genocida de la ciudad.

Por otro lado, Fina también habló del proceso del duelo y se dio el lujo, señaló entre risas, de citar a Sigmund Freud: “Cuando habla del duelo plantea que mientras se está realizando todo el trabajo de desprendimiento de la figura perdida el objeto continúa vivo en lo psíquico. Entonces si no hay rituales sociales que sancionen, si no hay un cuerpo ni un velorio, si no hay una lápida, si no están esas cosas que son tan importantes para un trabajo de duelo, el objeto continúa vivo en lo psíquico y en un punto que esto lo trabajaron las Madres de Plaza de Mayo y el equipo que las acompañaba. Si el Estado no se hace cargo de la muerte, quien termina teniendo que hacerse cargo de la muerte al objeto es el sujeto, cada uno de nosotros. Este es el problema de los desaparecidos. No se los podía dar por muertos porque estaban desaparecidos pero esto hace que el duelo se prolongue en el tiempo y adquiera una forma patológica y toda una serie de consecuencias que por ejemplo en mi familia se manifestó en distintas enfermedades. Síntomas corporales que se asocian más a vivencias traumáticas”.

Fina trabaja con el sociólogo de la Universidad de Buenos Aires, Daniel Feierstein, que coordina el Centro de Estudios Sobre Genocidios. “Él plantea que se intentó destruir una modalidad de lazo social para poder introducir otra y yo creo que hay razones de peso para pensar en algo así: hubo un tipo de subjetividad que se buscaba imponer. No creo que haya sido una cuestión defensiva el hecho de que hayan montado un aparato represivo como el argentino. Por cómo uno ve la documentación de algún modo se fue preparando eso. Además se valieron de otras experiencias, todo lo que fue la formación de las Escuelas de las Américas y la Escuela Francesa. También hay una investigación periodística que me parece brillante que es la de Naomi Klein, que escribió La doctrina del shock, donde escribe cómo se impusieron ciertas medidas económicas acorde a la doctrina neoliberal que venía expandiéndose en el mundo más o menos desde los años 50 como la única manera de imponerlas a partir de toda una serie de catástrofes sociales. Klein investigó cómo se desarrollaron ciertas técnicas que son las que después se aplicaron en las sesiones de tortura”, desarrolló.

A su vez nombró el trabajo de la filósofa alemana Hannah Arendt en su libro La banalidad del mal: “Pienso en el lugar que ocupó la división del trabajo para posibilitar esta represión pero no es tanto para lograr instalarla sino para que funcione. Cada eslabón de la cadena cumple una función específica y eso hace perder de vista a cada uno en lugares de una maquinaria enorme y a la vez permite que la maquinaria funcione. Como decía Arendt sobre el genocidio nazi: el que conducía el tren conducía el tren, el guardia del campo era el guardia del campo, el que fabricaba la válvula de gas hacía eso. Esta sectorización permitía todo el mantenimiento de la cadena”.

Causa Klotzman

El juicio está a cargo del Tribunal Oral Federal N° 2 de Rosario, integrado por Emilce Rojas, Eugenio Martínez y Osvaldo Facciano. En esta etapa de la pandemia por coronavirus, las audiencias son mixtas entre virtual y presencial, cada 15 días. Si los testigos lo solicitan pueden declarar en forma presencial.

En la causa hay cuatro imputados: Jorge Alberto Fariña, Federico Almeder, René Juan Langlois y Enrique Andrés López. El primero es retirado del Ejército Argentino, destinado al Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario y ya ha sido juzgado por crímenes de lesa humanidad; los demás son ex agentes de la Policía Federal Argentina delegación Rosario y afrontarán su primer juicio de este tipo.

Los crímenes se dieron entre agosto y noviembre de 1976. Se autodenominaron “operativos conjuntos” por la participación coordinada de integrantes del Ejército y de la Policía Federal.

Todos los acusados se encuentran en prisión preventiva en modalidad de detención domiciliaria. Desde la elevación en 2015 se sucedieron tres suspensiones hasta su inicio en septiembre de 2020. En el transcurso fallecieron tres represores vinculados con la causa: Luis Paulino Coronel, Rubén Oscar Jaime y Juan Dib. Los tres eran integrantes de la Policía Federal.

Los imputados están acusados por los delitos de homicidio agravado, privación ilegítima de la libertad agravada, tormentos agravados, asociación ilícita y supresión de identidad, sustracción, retención y ocultación de un menor de 10 años. Es la primera vez que se juzga los últimos dos delitos en Rosario.

Las víctimas son: Cecilia Beatriz Barral, Ricardo Horacio Klotzman, la nieta recuperada hija del matrimonio Klotzman-Barral, Juan Alberto Tumbetta, Edgardo Silva, Osvaldo Aníbal Matosky Szeverin, Fernando Patricio Brarda, María Laura Gonzalez, Ricardo José Machado, Elvira Estela Marquez, Liliana Beatriz Girardi, Julio Adolfo Curtolo, María Teresa Latino, María Teresa Serra, Elvio Ignacio Castañeda, Alejandro Ramón Pastorini, José Ángel Alba, Herminia Nilda Inchaurraga, José Rolando Maciel, Elena Cristina Marques, Dante Rubén Vidali, Isabel Ángela Carlucci, Víctor Hugo Fina, Héctor Alberto González, María Teresa Vidal Martínez Bayo, Juan Carlos Lieby, Daniel Emilio Garrera, María Victoria Gazzano Bertos y Oscar Alberto Medina.

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