Espectáculos

Para leer y escuchar

Horacio Verbitsky: “En cuestión de música, lo que importa es que te dé placer; no hay escuelas”

Sin ser "un musicólogo, ni un especialista" el periodista publicó “La música del Perro”, un libro en el que reúne una serie de columnas que escribió en El Cohete a la Luna, el medio que armó en los últimos años, y que el mismo presenta como “una extensión de un placer privado”


El periodista Horacio Verbitsky advierte que no es “un musicólogo, ni un especialista”, se define “apenas” como “un oyente, un aficionado” que siempre acepta sugerencias y, desde ese rol, contó que se propuso hacer “una extensión de un placer privado” y crear el espacio semanal de columnas que ahora reunió en el libro La música del Perro.

En el prólogo de la obra, la médica y escritora Mónica Müller lo presenta como “un omnívoro musical” con quien compartió un largometraje personal que comenzó en 1993 y en el que el periodista se dispuso a invitarla a un camino de formación musical que hoy, cuando las bandas de sonido de sus vidas “tomaron trayectorias divergentes”, sigue disfrutando.

Su excompañera escribe el prólogo y en las páginas que siguen la faceta musical de Verbitsky continúa acercando al lector a su mundo más personal: su familia y sus amigos aparecen a lo largo de estas columnas que se animó a escribir en El Cohete a la Luna, el medio que armó en los últimos años y reconoce como un espacio en el que ejerce su libertad de manera integral.

Editado por Las Cuarenta, el libro funciona como un artefacto que establece un vínculo directo con ese universo que recomienda su autor, ya que en cada columna hay un código QR que convoca a musicalizar esas palabras con Tony Bennett, Joan Baez o el Cuchi Leguizamón, entre muchos otros intérpretes que inspiran a uno de los periodistas más importantes de la Argentina.

“No hubo un plan maestro muy estricto”, confesó Verbitsky a Télam sobre la selección de las columnas que integran el libro. “El orden cronológico no tenía sentido porque se fueron publicando a medida que iban ocurriendo los hechos y me sugerían la música que escuchaba. Por ejemplo, la última columna fue «Georgia on My Mind», en un momento en el que el control del Senado de Estados Unidos está pendiente de la elección de dos senadores en el estado de Georgia pero eso tiene sentido en el momento que se publica. En un libro que se publica mucho tiempo después esas diferencias cronológicas carecen de sentido. Así que preferí que fuera una agrupación por géneros: jazz, tango, música clásica. Está ordenado de ese modo. Como dice el hermoso prólogo de Mónica Müller, soy un omnívoro musical, devoro todo. Ése es el criterio”, agregó el periodista y repasó su historia con la escritura y la música: “Cuando empecé a trabajar en periodismo se escribía en una máquina con cinta, de ahí se mandaba a un taller. Cuando empecé a escuchar música eran discos de pasta, no existían los larga duración de 33 RPM, eso fue evolucionando y yo junto con esos cambios tecnológicos. Empiezo a seleccionar la música antes de escribir, la escucho durante la semana y la sigo escuchando mientras escribo la nota. Si comparas las primeras entregas con las actuales, éstas son mucho más elaboradas. El Cohete ha ido evolucionando, mucha de la música que escucho ahora es vía streaming y muchos de los datos son aportados por el «Dr. Google». Hoy podemos escuchar prácticamente todo lo que se grabó desde que existen los métodos de registro del sonido como si se hubiera grabado ayer”.

“En otra época había que recorrer disquerías y conocer lugares secretos donde hubiera cosas que salieran de la lógica inmediata del mercado”, recordó y ejemplifico: “Las suites para cello solo de Bach fueron grabadas por Pablo Casals en 1935, conozco la mayoría de las versiones posteriores y la suya es insuperable. Hoy está disponible en dos clicks. Cuando las escuché por primera vez fue una odisea conseguirla. Tengo la clarísima sensación de vivir una era privilegiada, la gozo y trato de que la gocen mis lectores. Trato de compartir este júbilo y esta alegría. Esta época tiene bastante calamidades, me parece apropiado gozar también de sus prodigios y este es uno de ellos”.

Sobre el recorrido del libro, Verbitsky confesó que en un primer momento había sido pensado como una diversión, “una extensión de un placer privado” que pensé que iba a llegar a un núcleo muy reducido. “Para mi sorpresa, son miles los que la siguen. La nota de la música siempre está entre las 10 más leídas y es una sorpresa muy grata, incluso me han planteado la posibilidad de hacer una publicación expresamente musical. No me da el tiempo, pero no me parece una mala idea”, reconoció.

Los primeros pasos

El gusto por la música Verbitsky lo heredó de su para que “era muy melómano” y tenía una gran colección de discos. “Algo muy curioso para una casa de clase media baja en la provincia de Buenos Aires en la década de 1940”, dijo. Los discos de su padre incluían desde los conciertos de Bach para violín a óperas de Mozart, la obra sinfónica de Schubert y mucho tango. “Mi madre tocaba tangos en el piano. Así se formó mi oído y mi gusto por la música. Cuando me dieron un billete de 10 pesos para pagar la luz, me detuve en una casa de discos frente a la estación de tren y me compré uno de Salgán. Después nos cortaron la luz. Para que me durmiera me ponían el quinteto de Schubert y, cuando ya estaba dormido o me semi despertaba, sonaban los tangos de Troilo, Demare y un fuera de serie como Pantaleón. Mi primera nota fue una entrevista a él para una revista del colegio cuando tenía 15 años. Una de las notas del libro dice que la felicidad es Bach y es porque tenía tíos con los que solía pasar los fines de semana y de día íbamos a la plaza, jugábamos y después del baño, me acostaban y empezaban a sonar los conciertos de Bach para violín. Ese es mi primer recuerdo de la felicidad”, apuntó.

Respecto de ese sistema de herencias musicales Müller hace referencia en el prologo del libro a como el periodista se propuso no interferir ante uno de sus hijos que escuchaba casi exclusivamente a Luca Prodan, pero que con el tiempo resultó un amante del tango. “Ella dice con mucho humor que me propuse educar a una Galatea sorda. Es muy conmovedor su prólogo. Es una escritora descomunal. Por otro lado, creo que si a un hijo le decís lo que tiene que escuchar, es muy probable que te mande a la mierda o te haga sentir que sos un viejo choto. Además, si tiene otro gusto, que lo tenga. En cuestión de música, de arte, lo único que importa es que te dé placer, no hay escuelas, no hay teorías. Si te gusta eso, gozalo. Fue notable cómo, a medida que pasaron los años, empezó a escuchar tango y hoy es fanático”, contó Verbitsky.

Las voces femeninas

La cantante argentina Lidia Borda aparece varias veces en el libro. “Es una cantante maravillosa y una persona exquisita”, apuntó el escritor y continuó: “Hizo un tema de Hoagy Carmichael que se llama «La paso muy bien sin vos», que es la historia de una pareja que se separó y él dice «estoy fenómeno sin vos, salvo cuando…» y detalla momentos en los que recuerda y le da tristeza y melancolía. Me caí de culo escuchándola; entonces, esa semana hice una selección de versiones de ese tema. La del propio Carmichael, la de Nina Simone, la de Sinatra, la de Tony Bennet y la de Lidia Borda. Me atreví a sugerirle que hiciera un disco de jazz y a Daniel Godfrid, su compañero musical y sentimental, que hiciera un disco de piano solo con el nombre Demare toca el piano porque somos admiradores de Lucio Demare. Tuve el privilegio de conocerlo porque era amigo del hermano, Lucas, el director de cine, ya que empecé en periodismo como crítico de cine. Es el autor de Malena. La letra dice «Malena canta el tango», entonces Demare toca el piano. Como verás, se trata de pasarla bien; para sufrir hay otras cosas”.

Otra de las grandes mujeres de la música argentina que aparecen en el libro es Liliana Herrero, quien no solo es mencionada como intérprete sino que también aparece recomendando música: “Es una gran cantante y una gran persona, le pedí que me hiciera sugerencias. No soy un musicólogo, ni un especialista; soy apenas un oyente, un aficionado, de modo que siempre acepto sugerencias. Hay gente que me hace sugerencias y después se ofende porque no las uso pero es cuestión de gustos. Otras veces las tomo y desarrollo. No soy un crítico que dice lo que es bueno o malo; soy apenas un aficionado. Trato de no escribir sobre lo que no me gusta. A veces, se cuela alguna cosa”, concluyó.

Comentarios