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Ni Una Menos

Historias desobedientes: una lucha que reúne el feminismo y la memoria y nació un 3 de junio

Los padres de Analía Kalinec y Liliana Furió fueron genocidas. Empoderadas por la lucha de las mujeres se unieron, visibilizaron su historia y así nació el colectivo Historias Desobedientes que marchó por primera vez hace 3 años en la movilización del Ni Una Menos


El 3 de junio de 2017 se realizaba la tercera marcha Ni Una Menos en el país. Unas semanas antes, las plazas de todo el país se habían llenado ante un nuevo intento de impunidad para represores conocido como el 2×1. En el cruce de estas dos luchas, memoria y feminismos, nació el colectivo Historias Desobedientes que reúne a hijas, hijos y familiares de genocidas.

El 10 de mayo de 2017 Analía Kalinec y Liliana Furió marcharon juntas hacia Plaza de Mayo en Buenos Aires. Una semana antes, un fallo de la Corte Suprema de Justicia conocido como “2×1” decidió por mayoría aplicar en delitos de lesa humanidad el beneficio para acortar las penas en delitos comunes. La respuesta en las calles no tardó en llegar. Esa tarde Analía y Liliana marcharon sin banderas ni insignias.

Unos días después saldría publicada en revista Anfibia una nota bajo el título “Marché contra mi padre genocida”. La protagonista era Mariana Dopazo, hija del represor Miguel Etchecolatz. Analía le dijo a Liliana: “Somos tres, hay alguien más”. Lo que siguió fue un seguimiento de los comentarios en redes sociales y en esa nota, el contacto con Mariana y con un montón de personas que escribían que también eran familiares de genocidas y estaban en contra de sus acciones.

El 25 de mayo de 2017 un grupo integrado por cinco mujeres y un varón dio origen a “Historias Desobedientes. Hijas e Hijos de Genocidas por la Memoria, Verdad y Justicia”. Una semana después, el 3 de junio harían su primera aparición pública con una bandera que los identificara: la masiva marcha Ni Una Menos. En menos de un mes dieron revancha a tantos años de mandato de silencio.

Hijas de las Madres, las Abuelas y los feminismos

“No me llamó la atención para nada que seamos mayoría mujeres. Una abrumadora mayoría”, responde sin vueltas Liliana Furió, documentalista y militante feminista desde que -como dice ella- salió del clóset en 1994. El colectivo se transformó en una red de contacto a la que, hasta ahora, se aceraron entre 120 y 150 familiares de represores.

“Aunque ideológicamente esté enfrentado con su padre, el varón tiene una alianza de macho marcado a fuego culturalmente, donde se le juegan otras cuestiones y lealtades de pares que hace que le resulte mucho más difícil hacer este paso y dar esta voz, sobre todo de manera pública. Creo en esta teoría y de hecho es lo que explica que seamos muchas más mujeres”, explica.

Al mismo tiempo, enmarca el momento en que surgió el colectivo: “Con esta cuarta ola las mujeres estamos queriendo dar mucha más visibilidad a los reclamos y a la falta de derechos”. 

Analía Kalinec, maestra y psicóloga, cuenta: “Empecé a marchar, a moverme un poco por la calle casi en paralelo con Historias Desobedientes. Me afilié a un sindicato docente, me postulé como delegada. Empecé a entender otras lógicas, otras formas de participar y me enamoré”. Para Analía ese 3 de junio fue especial no sólo por ser la primera vez que se presentaban como colectivo: fue su primera marcha Ni Una Menos. “Siempre le voy a estar agradecida a Liliana por eso”. Su compañera fue una de las impulsoras para que la primera acción política fuera participar en esa movilización porque consideraban que sus familias estuvieron “fuertemente atravesadas por el patriarcado” y sintieron la necesidad de salir a denunciarlo con su voz.

“Así como primero somos hijos e hijas de las Madres de Plaza de Mayo y de las Abuelas y de todos los organismos que vienen luchando hace más de 40 años también somos hijas de esta lucha del feminismo. Tenemos mucho que ver con las luchas que nos precedieron y que nos dieron la posibilidad de poder acceder a pleno a la Verdad”, define Liliana.

Instar a los padres a que rompan el pacto de silencio

“Antes no sabía bien desde dónde ubicarme en cambio desde este colectivo hay otra escucha y otro abordaje. Por un lado eso es súper importante pero así como es liberador y muy sanador encontrarse con estas otras voces similares también es muy desgarrador estar todo el tiempo levantando una bandera donde dice hijos de genocidas y donde estás todo el tiempo con una temática que es muy oscura porque todo el tiempo te remite a ese pasado espantoso del que formó parte tu papá pero no podemos hacer otra cosa con eso, ¿se entiende?”, explica al otro lado del teléfono Liliana.

En las dos impulsoras de Historias Desobedientes coexisten estos dos sentimientos. Desde su conformación hubo distintas inquietudes, primero el poder encontrarse con otros y otras con quienes se sintieran identificados. Desafiar a sus familias y desobedecer el mandato de silencio y ocultamiento impuesto tiene grandes costos emocionales. A su vez, una pregunta que circula y que se han dado lugar a debatirlo de forma pública es sobre el rol de los familiares de genocidas.

A fines de 2017, presentaron un proyecto de ley para reformar el Código Procesal Penal de la Nación y tener así la posibilidad de declarar contra sus padres en los juicios de lesa humanidad. Todavía no fue tratado, sin embargo Pablo Verna -integrante del colectivo- pudo declarar contra Julio Alejandro Verna que durante la última dictadura fue médico y capitán del Ejército en el regimiento de Campo de Mayo, uno de los mayores campos de concentración del país. 

Analía se explaya sobre este tema: “En este punto debemos ser muy respetuosos y cautelosos en relación a la expectativa que puede generar el hecho de que nosotros podamos venir a contar una verdad revelada que no tenemos. Nosotros lo que reclamamos es que nuestros padres hablen: que sean ellos que son los que estuvieron y los que saben. Si eventualmente podemos ser portadores de algún tipo de información sensible como es el caso de Pablo Verna puntualmente donde él recibe el testimonio de boca de su padre admitiéndole que participaba de los vuelos de la muerte, ahí es donde cobra sentido el hecho de poder ir a testificar. Sino nuestros relatos tienen valor testimonial en cuanto experiencia de vida, para poder pensar las consecuencias del genocidio al interior de la estructura familiar genocida pero en términos de lo que es lesa humanidad nosotros entendemos, y esto lo decimos con mucho cuidado y respeto, que los que tienen que hablar son los genocidas porque sino es cargarnos un peso muy grande”.

En febrero de este año, Historias Desobedientes fue aceptado bajo la figura de amicus curiae, “amigo del tribunal” por el pedido de salidas transitorias para el ex comisario Eduardo Kalinec. Finalmente, testificó Analía y las salidas fueron negadas. Desde el colectivo hicieron hincapié en que por el daño al tejido social que cometieron los criminales de lesa humanidad no se les puede otorgar ese beneficio en la ejecución de las penas.

“El que deshonró la familia sos vos”

El punto de inflexión para la creación de esta agrupación fue el fallo 2×1 y la posterior nota donde habló Mariana Dopazo quien inició acciones legales para dejar de tener el apellido de su padre, Miguel Etchecolatz. Si bien ella nunca formó parte del colectivo siempre estuvieron en contacto y participó del Congreso Internacional que organizaron.

A partir de este encuentro, publicaron un libro donde teorizan sobre esta cuestión. “El sociólogo Daniel Ferestein habla de estos recorridos subjetivos distintos. Desde  el abandono de un linaje, la necesidad de irse de la familia como es el caso de Mariana, de abandonar el apellido o la refundación. Yo estoy en las antípoodas de ese de ese posicionamiento subjetivo. De hecho, a mí mi papá me está queriendo desheredar y hasta  me está instando a que me cambie el apellido. Hay cuestión de empoderamiento de decir: acá el que deshonró la familia sos vos, en tal caso el que tiene que estar desheredado sos vos, este es mi apellido también, esta es mi historia y a mí no me cambia nada cambiarme el apellido en términos personales y subjetivos”.

La diferencia, por ejemplo, es lo que representa el apellido Etchecolatz en la sociedad argentina donde es sinónimo de una de las mayores formas de crueldad. Y esto puede tener consecuencias muy difíciles para la vida cotidiana de quien lleve ese apellido. 

Liliana ahonda en el tema: “Justamente le damos una vuelta de rosca en dos sentidos. Si hay un lugar subversivo para pararse en esta cultura es decir: yo soy tu hija, tu nieta, lo que sea y te repudio. Desde este lugar filial te repudio porque están antes los derechos humanos que toda la sanata religiosa y moralina pacata. Y algo más, que para mí es muy importante porque tiene una impronta feminista: yo me despojo absolutamente del lugar de portador de nada, él es uno más en un linaje que nos precedió y vaya a saber cuántas personas, algunas mejores otras más canallas. Hay un montón de descendencia donde están mis hermanos, mis hijas, sobrinos que en su gran mayoría no han podido ser tan críticos en público pero también repudian. Entonces muchos compañeros y yo nos despojamos de ese poder del sello portador del hombre”.

Lo importante, aclaran las dos, es que son dos posturas políticas y subjetivas válidas que no impiden lo fundamental: los ideales políticos y el repudio al terrorismo de Estado son los mismos. 

Experiencia inédita en el mundo

Eduardo Kalinec se encuentra condenado a prisión perpetua desde 2010. Fue uno de los represores que operó en el centro clandestino de detención Atlético, Banco y Olimpo. Paulino Furió también fue condenado a perpetua en 2012. Fue jefe de la División de Inteligencia del Ejército en Mendoza. Los delitos que cometieron incluyen privación ilegítima de la libertad, tormentos y homicidios.

Liliana conoció a Analía a través de un libro que reunía su testimonio. Era la primera vez que escuchaba a un familiar de represor tener una postura tan decididamente en contra de su accionar. Se encontraron por primera vez en 2016 y desde entonces trazan juntas un camino que es inédito en Argentina y el mundo.

Realizaron un encuentro internacional, replicaron su experiencia en Chile y se reunieron con familiares de nazis. La diferencia con los últimos, señalan las dos, es que en Alemania son las generaciones posteriores las que hacen público hoy su rechazo a lo que hicieron sus abuelos y aparte no hay una colectivización de la causa. “Es algo muy de nosotros los argentinos esto de reunirse de forma colectiva”, sintetizan. Analía deja entrever que les gustaría poder transmitir su experiencia para que se reúnan.

En Argentina quien las acompaña desde el inicio es Nora Cortiñas, cofundadora de Madres y defensora de muchas causas de derechos humanos. El encuentro con Madres de Plaza de Mayo quedó trunco por la pandemia y el encuentro con HIJOS no fue orgánico pero sí fue constante desde que se agruparon.

Este año no pudieron marchar el 24 de marzo ni podrán hacerlo este 3 de junio, dos “fechas fijas”. No podrán ver nuevamente cómo los ojos de los manifestantes se posan desorbitados frente a sus banderas y tardan unos minutos en entender. Algunos hasta las lágrimas. Para ellas sigue siendo emocionante y esperan seguir construyendo memoria con impronta feminista.

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