Ciudad

Historias de pertenencia y un conflicto que no se resuelve

Vecinos de Francia y el río tienen sus raíces desde hace años en la zona. Ayer increparon a Lifschitz.

Pablo Moscatello

Al intendente Miguel Lifchsitz le detonó ayer en su propia cara y ante todos los medios presentes un conflicto que, si bien ya era conocido, estaba desde hace un tiempo sumergido y, sabido era, en algún momento iba volver a hacerse público. En la recorrida que hizo ayer por la mañana el mandatario en las obras  que corresponden al primer tramo de constitución de la doble mano de la avenida de la Costa (ver pag. 4), un grupo de alrededor de diez familias que desde hace años están viviendo en la zona, lo increpó duramente. Si bien cada hecho tiene sus propias características y complejidades, con este caso, vuelve a salir a flote el histórico déficit habitacional que tiene la ciudad, que esta vez encuentra a un grupo de vecinos que habitaban una zona tradicionalmente postergada y hoy, con el proceso de apertura de toda la costa, ha pasado a ser una de las revaluadas.    

“Nosotros no nos oponemos a las obras que se están haciendo. Al contrario, nos gusta ver toda la gente corriendo por la costa abierta y ver cómo va quedando todo. Pero el tema es que durante todo este tiempo nos vienen ninguneando, avanzando sin negociar con nosotros sobre nuestras casas y sin consultarnos nada. Y ahora, que apura el tiempo, nos tratan como a perros y no nos dan lo que nos pertenece”, sostuvo Juan Ibáñez, un hombre que desde hace más de cincuenta años vive en la avenida de la Costa y Francia (prácticamente en frente de las torres que lleva adelante el desarrollador Aldo Latucca) y sus palabras tal vez sean el mejor resumen de lo que siente el grupo de familias de la zona.

Si se hace un recorrido por el hoy barrio Malvinas encontrará que, en casi todos los casos, la historia de quienes habitan sus calles está ligada al trabajo en los ferrocarriles. Y es por esa razón que la ligazón con lo que antiguamente era Refinería es tan fuerte. “Yo desde que nací vivo acá. En esta casa primero vivió mi abuelo, que trabajaba acá, era ferroviario, era cambista. Luego la ocupó mi madre y desde hace tiempo yo.  Puedo contar toda la historia del barrio”, cuenta Ibáñez, para luego describir cuál era hasta hace algunos años el paisaje en los alrededores de su vivienda: “Allá –dice señalando hacia el sector noreste– lo único que había era todo un arenero y hacia abajo galpones. Para el otro lado –ahora apunta con su dedo hacia el noroeste– estaba la bomba que le proveía toda el agua al sistema del ferrocarril. Hoy todo el ambiente ha cambiado”, cuenta Ibáñez.

El hombre reconoce que los cambios son positivos, no se opone a ellos. “Yo estoy a favor de todo lo que se está haciendo. Lo que me molesta es que con una mano se muestre públicamente todo lo que se está haciendo y con la otra oculten todo lo que pasa con nosotros”, dice, para luego reconocer que los terrenos donde se asienta son fiscales, pero siempre sin dejar de resaltar sus años en el lugar.

A la vuelta de Ibáñez, en calle Francia 194 bis, vive desde hace veinte años Leandro Vilca. Según explica, su situación es distinta a la del resto. Dice haber comprado el terreno y que, cuando comenzó a construir fue “a buscar los planos a Agrimensura y le aprobaron el proyecto para arrancar”. Su casa de dos pisos (en el superior vive su hijo mayor) es notoriamente las más linda de todo ese sector. “Lo que más molesta de esta situación es que todo empezó sin consultarnos nada a nosotros. Lo que indigna es que las obras avancen y que no avisen nada. Nadie vino a negociar. Uno se siente pisoteado”, explica Vilca.

El hombre cuenta que cuando compró el terreno no había nada, y que hoy, con toda la reconversión y la revalorización de la zona, la suerte estuvo de su lado, pero que esa fortuna de nada sirve si lo que tiene se lo quieren sacar. “A mí me gustaría quedarme acá, no quisiera irme. Acá crié a mis hijos y está mi vida”, relata finalmente Vilca. Habrá que ver como termina su historia.

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