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Historias acerca de “Jugadores”

Daniel Fanego, Luis Machín, Osmar Núñez y Jorge Suárez protagonizan la elogiada versión local de la comedia del autor catalán Pau Miró, que llega al Teatro El Círculo el domingo y lunes próximos.


Una de las obras más taquilleras de la presente temporada teatral porteña, Jugadores, desembarcará en Rosario este domingo a las 21, y el lunes a las 20, en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza), luego de su exitosa temporada en el porteño teatro Picadero.

Con las actuaciones de un verdadero seleccionado de grandes actores argentinos, integrado por Daniel Fanego, Luis Machín, Osmar Núñez y Jorge Suárez, bajo la dirección de Nelson Valente, Jugadores es la versión criolla de la elogiada comedia del autor catalán Pau Miró, de gran éxito en España, entre otros países.

Se trata, claramente, de un reparto de lujo para una historia simple, la de cuatro hombres que juegan una partida de cartas y terminan embarcados en un juego mucho más peligroso. Jugadores es una radiografía de las relaciones humanas, de la parte oscura e inaccesible que esconde todo el mundo, salpicada de humor, y al mismo tiempo, de un saludable espíritu lúdico. Cuatro hombres que se acercan a los 60 años: un peluquero, un enterrador, un actor y un profesor de matemáticas, que en el fondo son jugadores, porque los rondan ruletas, cartas, deudas, excesos y fracasos.

“Entre los cuatro personajes, sin embargo, cuentan una historia en común: cuatro hombres que se sienten desplazados. El mundo ha cambiado y no lo entienden. Han cambiado los valores, las reglas, y no encuentran su lugar”, adelanta el parte de prensa.

Con aspiraciones a un teatro que algún crítico español vinculó con autores como Harold Pinter y con una estructura episódica marcada con sobretítulos, la pieza continúa con la moda de las obsesiones personales que caracterizan a buena parte de la producción teatral contemporánea.

Se trata de cuatro personajes con ciertas particularidades: hay un peluquero desocupado, temeroso de perder a su esposa que lo engaña; un sepulturero enamoradísimo de una prostituta ucraniana muy promiscua, un actor fracasado, cleptómano y con latencias homosexuales, y un profesor de matemáticas que no puede huir del fantasma omnipresente de su padre. De hecho, lo que importa en la obra es aquello que representa cada uno, dado que ninguno de estos personajes tiene nombre propio y el espectador los conoce sólo por su ocupación.

 

 

 

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