Cultura

Conversaciones

Historia de una organización transnacional que luchó contra la represión en países bajo dictaduras

La investigadora Moira Cristiá presentará su libro sobre Aida, una asociación internacional de artistas que tendió una red de solidaridad internacional entre Europa y América para hacer visible la situación de perseguidos políticos, muchos de ellos desaparecidos, los de Argentina incluidos


Paulo Menotti / Especial para El Ciudadano

Una pancarta con la pregunta: ¿Dónde está? y una mujer tocando un bandoneón en París, al lado del museo del Louvre. ¿Qué poder tienen algunas imágenes o algunos actos?, ¿es posible que movidas artísticas hayan hecho reflexionar al mundo sobre el terrorismo de Estado en Argentina y en otros países con regímenes dictatoriales?

El 14 de noviembre de 1981 se produjo en la capital francesa una movilización de artistas que reclamaban por sus pares de América latina y de otras partes del mundo que eran víctimas de regímenes autoritarios. Así surgió la Asociación Internacional de Artistas (Aida) que, dirigido entre otros por la directora teatral y cinematográfica, Ariane Mnouchkine, tendió una red transnacional entre Europa y América para hacer visible la situación de perseguidos políticos, muchos de ellos desaparecidos, en Argentina y en otras partes.

La organización que logró una repercusión clave en ese sentido, a principios de los 80, fue investigada por la historiadora rosarina Moira Cristiá que logró contactar a gran parte de los integrantes de Aida que aún se encuentran esparcidos por distintos lugares. Antes de su presentación internacional en plataforma virtual, este viernes (30 de abril) a las 14 en el Encuentro del Grupo de Estudio sobre Arte, Cultura y Política en la Argentina Reciente, la autora dio cuenta de los motivos que la llevaron a indagar en esa organización, de las conquistas de esa entidad y de la importancia de su carácter internacional.

Un proyecto para reflexionar sobre influencias y transferencias culturales

Sobre su interés en el rescate de la experiencia de Aida, la investigadora señala: “Durante mi tesis de doctorado, en la que investigué sobre el imagi-nario peronista en los años sesenta y setenta, ya había rastreado y analizado algunas circulaciones de artistas, imágenes e ideas entre Europa y América Latina. Mi proyecto posdoctoral buscaba centrarse en esos flujos transnacionales para pensar cómo el imaginario centrado en la revolución de fines de los sesenta y principios de los setenta era desplazado en pocos años por un discurso visual anclado en la defensa de los derechos humanos, correspondiendo a un cambio de época en ambos lados del Atlántico.

Mi idea original era explorar una serie de experiencias que pudieran dar cuenta de esa transformación que va de la mano de las interrupciones de procesos de efervescencia revolucionaria en el Cono Sur por los golpes de Estado que se sucedieron, el exilio de miles de personas y la reconversión de la militancia en ese marco. Decidí incluir a esa asociación internacional como un caso en aquel proyecto mayor. Yo vivía en Francia desde 2006 y la primera etapa de relevamiento de fuentes y entrevistas la hice antes de regresar a Argentina en junio de 2016. Se hizo evidente que el tema requería profundización para entender la complejidad de Aida y de los contextos en los que se desarrolló. A la vez que era un objeto de estudio acotado, presentaba un carácter transnacional que permitía reflexionar sobre fenómenos de redes, influencias y transferencias culturales. Y más allá de mi interés intelectual por la historia conectada, la experiencia y acciones de Aida me conmovieron de principio a fin”.

Movilizar la opinión pública a escala transnacional

Acerca de los logros y expansión de Aida, Cristiá expresó: “La asociación se fundó en Francia en 1979 y se extendió en pocos meses a Holanda, Bélgica, Suiza, Alemania y Estados Unidos. Su surgimiento está vinculado con la situación política del Cono Sur, ya que la decisión de fundarla fue consecuencia del viaje de solidaridad que los directores franceses Ariane Mnouchkine y Claude Lelouch organizaron a América del Sur. La estadía en Santiago de Chile tenía como objetivo repudiar la censura que había sufrido una obra de teatro del grupo Aleph y reunirse con diferentes artistas. Inmediatamente después Mnouchkine intentó visitar al pianista argentino Miguel Ángel Estrella –en ese momento preso político en Montevideo– tras lo cual se entrevistó con familiares de desaparecidos en Buenos Aires.

Al regresar a París, los artistas franceses denunciaron en una conferencia de prensa y en la televisión la situación de sus pares en América Latina y comunicaron la creación de una asociación para defender a todos aquellos artistas que sufrieran represión, sin importar si se trataba de un país capitalista o comunista para desmarcarse de la lógica de la Guerra Fría. Con sus acciones en distintas ciudades europeas, lograron movilizar la opinión pública en una escala transnacional, presionar a sus propios gobiernos a tomar cartas en el asunto y hasta conseguir la liberación de algunos artistas”.

Convocatoria a todos los artistas del mundo a unirse

De la importancia internacional de Aida, la historiadora apuntó: “La asociación retomaba la estrategia internacionalista del proletariado clásico. Esto se evidencia en el llamado a la asamblea de fundación, para la que se convocaba “a todos los artistas del mundo a unirse” para defender a aquellos que fueran víctimas de represión, haciendo resonar en esa expresión las primeras palabras del Manifiesto Comunista. Podemos definir a Aida como transnacional porque constituyó comités en distintas ciudades y países, y “transartística” porque buscó atravesar las fronteras entre las disciplinas del arte, defendiendo tanto a pintores, músicos, directores de teatro o cine, actores, escultores, fotógrafos, escritores, etc., es decir a cualquiera que hiciera del arte su profesión. Ser artista no era una condición excluyente para asociarse, sí para los casos a defender.

Esta decisión era una estrategia política, un modo de mostrar «la punta del iceberg» para intentar tener impacto. La especificidad de la asociación era visibilizar esa injusticia con sus mismas prácticas y herramientas, ideando nuevos modos de intervenir políticamente para presionar de manera eficiente por la libertad de expresión y por la liberación de artistas. La campaña «por 100 artistas argentinos desaparecidos» fue la más importante por su dimensión y por la creatividad que se puso en juego para representar la desaparición forzada, además de concretarse en el momento de auge de la asociación”.

Puentes sensibles

Con los años, la experiencia de Aida se fue apagando. ¿Cómo es recordada por los protagonistas que Cristiá entrevistó?

“Las causas del decaimiento de la actividad de Aida –que incluso continuó existiendo en algunas ciudades por muchos años más– son múltiples y variadas, yendo desde razones personales o colectivas, hasta coyunturales. Estas últimas tienen bastante que ver con el retorno de las democracias en América Latina y la liberación de algunos casos emblemáticos defendidos por Aida, como fue el del dramaturgo checo Vaclav Havel en 1984 y del caricaturista ruso Viatcheslav Syssoiev en 1985, que daban cuenta de un relajamiento de la represión política del otro lado del muro. Sin embargo, no faltaron casos de artistas censurados o presos en otras regiones, por lo que no puede explicarse únicamente por ese factor.

Para esta investigación realicé cerca de cincuenta entrevistas, entre miembros de la asociación de distintos países y personas vinculadas de algún modo a esta experiencia. Estos testimonios no sólo sirvieron para aportar información, reunir distintas percepciones sobre los acontecimientos o colmar de sentido los silencios de los documentos, sino que  me fueron abriendo el camino hacia otros testigos y sus archivos personales, que consulté en los propios ámbitos de vida y trabajo de sus protagonistas.

Sus participantes suelen recordar la experiencia con gran emoción y cierta nostalgia del entusiasmo que motorizaba sus acciones, en un clima de solidaridad que sienten que se fue diluyendo. Ese recorrido fue crucial para indagar sobre las motivaciones subjetivas –que demostraron ser también sociales– y que condujeron a esos artistas a comprometerse con causas distantes geográfica y culturalmente. De allí proviene la hipótesis central del libro, donde argumento que este fenómeno fue fruto de lo que denominé «puentes sensibles», vínculos empáticos que se activaron entre las experiencias traumáticas del pasado reciente europeo y los presentes acuciantes en otras latitudes”, concluye Cristiá.

 

Comentarios