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Estreno en gira

Historia de mujeres heroicas

Escrita y dirigida por Rubén Mosquera, con Osvaldo Bayer como protagonista, se conoce en Rosario “Las putas de San Julián”, una producción del Teatro Nacional Cervantes inspirada en un hecho real narrado en un capítulo de “La Patagonia rebelde”.


Escrita y dirigida por Rubén Mosquera, con Osvaldo Bayer como protagonista, desembarca esta noche a las 22 y mañana a las 20, en la sala Empleados de Comercio (Corrientes 450), la obra teatral Las putas de San Julián, una experiencia que trasciende lo escénico. En 2013, el Teatro Nacional Cervantes estrenó en su sala Orestes Caviglia esta versión libre escrita por Mosquera a partir de un hecho real.

La obra recupera la historia de cinco mujeres de un prostíbulo de San Julián que, pese a las consecuencias a que se exponían con su actitud de resistencia, mostraron su fortaleza frente a miembros de un ejército desbordado y violento. El hecho que refiere Osvaldo Bayer en el Capítulo XV del tomo II de La Patagonia rebelde, y que la obra recrea, ocurrió el 17 de febrero de 1922 durante la denominada “Patagonia trágica”, cuando Hipólito Yrigoyen era presidente de la Nación, y tuvo como protagonistas a prostitutas o pupilas de cabaret que ofrecían sus virtudes en La Catalana de Puerto San Julián, en la provincia de Santa Cruz.

Ese día, cuando los soldados llegaron al lugar, ellas se negaron a atenderlos por considerar que tenían las manos manchadas de sangre. Ellos buscaban sus servicios como premio y espacio de descanso, luego de ejecutar y enterrar en fosas comunes a los peones y trabajadores del lugar que se habían levantado en huelga.

En Las putas de San Julián, el mismo Bayer comparte escena con el numeroso elenco. A través de su memoria, de sus recuerdos, de los valores que lo sostuvieron ante la adversidad, el exilio y la muerte que lo rondaban de manera cierta, se va desarrollando el relato.

Mariela Acosta, Valeria Castro, Daniela Caldora, Lucio Cerdá, Natalia Giardinieri, Hilario Laffitte, Laura Ortigoza, el rosarino Pablo Palavecino, Sergio Pascual, Alejandra Shanahan, Mónica Soruco y Laura Wich componen el elenco que, junto a Bayer, recrea la historia de estas mujeres heroicas.

El espectáculo tiene banda de sonido de Agustín Demicheli, coreografía de Mónica Soruco, diseño de iluminación de David Seldes, y de vestuario y escenografía de Vanesa Abramovich. La asistencia de dirección es de Michelle Saffores y la producción del TNC de Lucero Margulis.

Origen de una gran propuesta

Las putas de San Julián, espectáculo declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de La Nación, tiene  su origen en un capítulo del libro Los vengadores de la Patagonia trágica, luego llamado La Patagonia rebelde, a partir de la película que lo popularizó, y narra la negativa de las pupilas de un prostíbulo a atender a miembros del Ejército que en 1921 masacraron a obreros en el entonces Territorio Nacional de Santa Cruz.

A modo de folletín, con tangos de la época, la pieza se inicia con la aparición de Bayer, muy elegante y con sus 86 años a cuestas, en su primera comparecencia en un escenario teatral.

Bayer cuenta al público que el episodio debía rematar la película homónima, un clásico del cine nacional filmado en 1974 por el director Héctor Olivera, pero que a pesar de estar por esos días bajo un gobierno elegido por las urnas los militares metieron presión para que el hecho no llegara a la pantalla.

De a poco, empieza a ser cortejado en escena por una bella mujer, que no es otra de las prostitutas sino la mismísima Muerte, un personaje con el que el escritor se ha cruzado muchas veces y con el que coquetea a lo largo de toda su obra.

La parte dramática destaca la relación doméstica de esas chicas en estado de prostitución con la madama del lugar y los humildes clientes, peones en estado de semiesclavitud que cada vez que cobran su sueldo buscan algo de compañía.

Pero ese régimen en verdad feudal en el que los terratenientes eran dueños de vidas y haciendas se vio conmovido con la llegada, hacia 1920, de obreros anarquistas polacos, españoles e italianos a los que Bayer viene homenajeando desde las páginas de sus libros y sus columnas periodísticas.

Con esos arribos, la mansedumbre se transforma en lucha y la consiguiente represión a la que el autor no duda en adjudicarle verdugos: los patrones rurales, el Ejército representado por el teniente coronel Varela y el presidente de la Nación de esos años, a los que acusa de matanzas multitudinarias negadas por la historiografía liberal.

Frente a esa carnicería, reflejada en los diarios porteños de la época como hechos sucedidos en la enorme lejanía que significaba la Patagonia, las cinco mujeres del prostíbulo deciden realizar ante los asesinos una huelga sexual al mejor estilo de la Lisístrata de Aristófanes emprendía hace 25 siglos.

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