La multinacional discográfica Sony Music anunció públicamente que firmó un acuerdo con los herederos de Prince para relanzar la mayor parte de su obra, convirtiéndose esta situación en el último intento de generar dinero –y tal vez mucho– con el legado de la leyenda del pop.
Casi como una ironía del destino, como suele decirse, –Prince fue un artista que se enfrentó a la industria de la música en todos los niveles que pudo–, hoy sus herederos alcanzaron acuerdos con las tres mayores disqueras, es decir con la mencionada Sony Music Entertainment, Universal Music Group y Warner Music Group.
Sony anunció que su marca Legacy Recordings, que trabajó con los archivos de artistas clásicos, adquirirá inmediatamente los derechos de 19 álbumes producidos entre 1995 y 2010, cuando Prince terminó su larga relación con Warner Brothers y con quien grabó prácticamente sus mejores discos, al menos los que tuvieron mayor elaboración.
A partir de 2021 la misma Sony también tendrá los derechos de 12 álbumes de la era dorada de Prince, incluyendo Controversy, 1999 y Around the world in a day. El contrato excluye el trabajo más conocido de Prince, Purple Rain, que es de 1984.
Prince, muerto repentinamente en abril de 2016, fue un duro crítico de las grandes casas disqueras y luego de internet, pues decía que las corporaciones colocaban a los artistas en una esclavitud virtual de la que era imposible escapar. Por esa razón rompió con Warner a mitad de la década del 90, sentando un precedente para aquellos artistas que también renegaban de las discográficas pero no se animaban a dar ese paso.
Por intermedio de negociadores de ambas partes y luego de obtener una serie de ventajas en los modos de grabación y en el mismo contrato, Prince se reconcilió con Warner. Tras su muerte, la compañía relanzó el álbum Purple Rain y le agregó nuevas canciones.
Universal Music anunció el año pasado un acuerdo de 31 millones de dólares con los herederos de Prince, aunque luego se canceló a solicitud de la propia compañía, que alegaba que no estaba claro el alcance de sus derechos sobre la obra del fallecido artista y que en muchos casos se sobreponían con los de Warner.
Una lucha de largo aliento
Pero hubo un tiempo en que Prince estuvo embarcado en una pelea a muerte contra las disqueras. Todo empezó cuando Warner Music intentó quedarse con su nombre artístico en 1990. El músico estaba completamente en desacuerdo con las dinámicas de mercadeo de estos monopolios que lo obligaban a no lanzar más de un disco al año. Muy pronto Prince tomó esto como una pelea personal y jamás se dejó usar por ellas. El músico oriundo de Minneapolis fue uno de los más prolíficos y era autosuficiente en buena parte de los aspectos relacionados con la producción de un disco. Su pelea fue constante por los derechos de su música y le costaron la popularidad en los rankings mundiales desde muy temprano. Su último verdadero éxito fue “The Most Beautiful Girl In The World”, que llegó al puesto número 3 en el ranking estadounidense y en el británico en 1994, y después de eso desapareció por completo del radar discográfico, ante la mirada despectiva de todos ejecutivos de las discográficas y aun de críticos musicales de cierto predicamento, que le reprocharon siempre su deseo insaciable de lanzar material constantemente sin importar que su calidad no fuera la mejor.
Un visionario
Además de un artista completo, Prince fue un visionario porque se animó a romper con un statu quo que venía sosteniéndose inmutable desde la década del sesenta, cuando los primeros síntomas de la globalización permitían que las músicas navegaran el mundo y se concentrara la explotación de artistas en pocas manos. Y por otro lado, resistió que sus conceptos acerca de cada obra que producía, cada disco que sacaba, fueran manoseados por ejecutivos de las compañías. Su lucha por mantener el control sobre su música lo llevó a construir un camino a mediados de la década del noventa para desarrollar nuevas estrategias de distribución ajenas a las mecánicas discográficas, que obligaron a la revista especializada (y una de las más antiguas en registrar los rankings musicales) Billboard a revisar sus registros de ventas: regaló su disco Musicology a cambio de entradas para sus conciertos en 2004, y en 2007 regaló su álbum masivamente junto a copias del periódico londinense Daily Mail. A la vez fanático y detractor de internet, supo desde muy temprano –ya cuando compuso 1999 en 1982– que el futuro del negocio de la música, para los artistas, sería vivir de sus conciertos, al punto de ofrecer una serie de shows sin precedentes en el O2 Arena londinense en 2007: 21 conciertos seguidos con entradas agotadas en todas las funciones. Y no hubo aquí ningún control de las disqueras, que miraron con mucho enojo semejante desafío.
¿Y dónde está la música?
En 2014 –24 años después de pelearse con Warner Music–, Prince logró lo que parecía inalcanzable y despertó admiración en sus colegas de todo el mundo: recuperó todos los derechos de su música. Y aprovechó el envión para hacer lo impensable en la era digital: la retiró de todos y cada uno de los lugares donde se encontraba. Sólo la dejó en Tidal, la plataforma que brinda un servicio de música de emisión continua que combina audio sin pérdida de datos y videos musicales de alta definición. Cualquiera que buscase su música en Spotify o Youtube no la encontraba y eso fue una inédita acción radical. Luego de su muerte, no fueron pocos quienes aventuraron que la música le había costado la vida a Prince y hasta que sus actitudes habían perjudicado a las discográficas en montos impresionantes y que eso, claro, debía pagarlo de alguna manera. Lo cierto, es que su decisión de enfrentar a las corporaciones definió nuevos valores y nuevos estándares en las relaciones entre los músicos y las compañías, y abrió caminos de libertad, de respeto por los derechos del artista, sin que contaran demasiado los medios y las propias disqueras. Sobre el final de su vida, Prince entendía el valor de su música mejor que cualquier otro artista de la era digital. Y se supo que en su legado, había dejado expresas directivas en ese sentido. Sin duda, más allá de legítimas necesidades, sus herederos no tuvieron inconvenientes en dar una vuelta de página sobre esa parte de su legado.
Comentarios