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Hay puentes que unen escuelas con los barrios y sus chicos

Por Paola Cándido.- Romina Scott y Leonardo Campos son consejeros juveniles del plan “Vuelvo a Estudiar” y cuentan su experiencia. “Muchos pibes cumplen roles de adultos: trabajan porque ya son padres o se hacen cargo de sus hermanos”, sostienen.


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“Vuelvo a Estudiar” es un Plan de Inclusión Socioeducativa impulsado por el Ministerio de Educación en conjunto con la Municipalidad de Rosario, presentado en febrero, en el marco del Gabinete Social provincial. El plan nació destinado, en su primera etapa, a los jóvenes que en 2011 se encontraban escolarizados, pero que el año pasado no cursaron en ninguna institución educativa. Cuando los jóvenes ya se incorporaron a la escuela o a las instituciones sociales funciona como puente el rol de los “consejeros juveniles”, que acompañan la trayectoria de los alumnos recuperados. Romina Scott y Leonardo Campos trabajan como consejeros en los barrios Santa Lucía y Las Flores para contener, acompañar, y resolver los obstáculos de los chicos que vuelven a estudiar dentro –y también afuera– del ámbito educativo.

—¿Cuál es el rol de los consejeros?

—R.S.: En principio fue un tema ir construyéndolo. Somos vanguardistas en esta tarea, lo que implica mucha responsabilidad. Sobre todo tratándose de cuestiones que tienen que ver con la vulneración de derechos de muchos chicos, y de grandes también. Con la capacitación empezamos en agosto, y en septiembre ya iniciamos las primeras intervenciones en los barrios, que es la de contactar a los chicos. Algunos consejeros vamos hasta las casas de ellos, otros a las instituciones, que es el nexo más difícil. Todo lleva su tiempo.

—L.C.: En principio nuestro papel es que los jóvenes terminen el secundario. Pero hay problemáticas que necesitan otro tipo de abordajes, y vamos generando lazos con otras instituciones como centros de salud y ONG. Son instancias que en la marcha vamos viendo, en función de cuál es la necesidad y la problemática de cada joven, y a partir de ahí, actuamos. Hay chicos para los que el problema era el cambio de escuela y fue radical. Hay temas que son más complejos.

—¿Qué lectura hicieron de los chicos en general?

—L.C.: Hay muchos chicos que están cumpliendo roles de adultos. Algunos trabajan porque ya son padres, otros se hacen cargo de sus hermanitos porque sus padres tienen problemas judiciales, de adicciones o con enfermedades; son procesos diferentes. No podemos pensar en un joven adentro de una escuela cuando su cabeza está en otro tema.

—R.S.: Si identificamos una situación en particular, tenemos la información y una herramienta hacia quiénes dirigirnos, lo tenemos que hacer, porque vale la pena.

—¿Cómo es su trabajo en los barrios?

—L.C.: Trabajamos con las dependencias que corresponden y no criminalizando. A veces no es la escuela sino otra institución, como un taller, y lo alternamos con el deseo. Tratamos de ir generando diferentes dinámicas y estrategias para que el joven termine el colegio.

—R.S.: Cada situación tiene su receta y la vamos armando cada uno de los consejeros con sus propias herramientas. A cada uno nos tocó salir a jugar en una cancha diferente y nos encontramos con un montón de jugadores. Hay que jugar con lo que toque, es un proceso. Son tres meses en los que ya muchos chicos pudieron volver e incorporarse a la escuela.

—¿Qué experiencias tuvieron hasta ahora?

—R.S.: Cada consejero se arma un archivo con una lista completa con los nombres de los alumnos, las escuelas que tiene a cargo, la mesa barrial, las instituciones, el centro de salud, el Centro de Convivencia Barrial, entre otros. Hemos visto hasta suicidios. Lamentamos mucho la pérdida de una alumna, pero el resto de los chicos tienen que contar con nosotros y necesitan que accionemos. Una positiva es la de una chica de 16 años, que no tiene un buen vínculo con su mamá y trabaja en dos cooperativas. Tiene toda la voluntad y piensa en el año que viene cómo hacer para ir la escuela. Ella necesita que la vayamos a buscar y la acompañemos.

—L.C.: En los informes semanales siempre sale algo nuevo. Por ejemplo uno de los alumnos, Agustín,  tuvo un cambio radical. Pasó de ser un chico conflictivo, que tenía malas notas e inconvenientes en la escuela anterior, a tener un 10 en la libreta. En el caso que tengamos que derivarlos, lo hacemos. Pero no nos quedamos con eso, lo seguimos trabajando y generando instancias de participación en conjunto de una manera integral, estamos comprometidos. A nosotros nos pone muy contentos, se puede con este plan. Hay que seguir a los chicos, visitarlos en las escuelas, en sus casas, hacer lo que sea necesario para sostenerlos y que no decaigan. Cada joven implica una estrategia distinta para armar.

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