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Haskalá: emancipación judía y el problema de la “sobre representación”

La Haskalá fue un movimiento que se desarrolló en esa comunidad europea a fines del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, cuando abandona los guetos y se integra en la vida social y cultural de los distintos países siguiendo la idea de asimilación que defendía el filósofo Moses Mendelssohn


Mónica Fernández / Especial para El Ciudadano

A finales del siglo XVII tuvo lugar un movimiento libertario y revolucionario que pretendía poner al ser humano y sus derechos como centro del universo. Esa época acabó siendo conocida como la Ilustración y fue clave para el devenir de los derechos y el pueblo judío. Eternamente relegados y discriminados, los judíos comenzaron una larga y dolorosa marcha hacia su emancipación.

El objetivo era la preservación de la cultura judía como un elemento diferenciador, especial y único y por otra parte, reavivar el hebreo como una lengua moderna y primaria para prensa y literatura judía. Pero al mismo tiempo, se buscaba la integración de los hebreos en los países y sociedades donde vivían. En ese movimiento fue clave la figura de Moses Mendelssohn, filósofo judío que tradujo la Torá (y otros libros bíblicos) al alemán, lo que para los sectores más ortodoxos del judaísmo era una herejía.

Un judaísmo ansioso por disponer de libertad y de derechos

En 1783 en Koenisberg varios alumnos de Moses Mendelssohn publicaron la revista Hame`assef, para fomentar el uso del hebreo y difundir la cultura entre la población judía. El propio Mendelssohn colaboró en varias ocasiones, aunque siempre sin firmar. La revista tuvo sus momentos más radicales y más moderados pero fue vital para la expansión de la cultura judía a través de poemas, artículos, exégesis bíblicas, estudios históricos o biografías de judíos famosos.

También tuvo cabida el incipiente movimiento sionista con escritos de naturaleza nacionalista, contrario a la idea de asimilación que defendía Mendelssohn. La emancipación acabó desembocando en dos corrientes dentro de ese judaísmo ansioso por disponer, por fin, de libertad y de derechos. Algunos acabaron simpatizando con el socialismo y otros se volvieron hacia el nacionalismo judío, el ya citado sionismo, del que saldría la figura de Theodor Herzl.

A partir del siglo XIX e impulsados por la Haskalá los judíos de algunos países europeos como Alemania, Francia o Italia, abandonan el guetto y consigue integrarse en la vida social y cultural de los distintos países. En Europa del Este, aunque en algunos países como Hungría tuvieron una presencia importante, la desconfianza y la segregación siguieron siendo la tónica habitual. Asimismo, muchas comunidades se tornaron en contra de la Haskalá y durante este siglo la comunidad askenazí se dividió en varias corrientes contrarias a la emancipación, que optaron por un camino apegado a las tradiciones de vertientes ultraortodoxas.

Caso Dreyfus: la constatación de que los judíos no podían estar a salvo nunca

Desgraciadamente, el éxito de la Haskalá se baraja como una de las causas que revivieron un antisemitismo feroz que sería el germen de la Shoah. La asimilación provocó que los judíos acabaran “sobre representados” en la economía, la política, la cultura o la literatura, un éxito mayúsculo que se empezó a ver con desconfianza. Siempre se ha puesto como caso paradigmático el famosísimo caso Dreyfus, cuando un capitán del ejército francés de origen judío fue acusado de espionaje.

Con pruebas endebles fue condenado a cadena perpetua y al destierro en la Isla del Diablo y el caso acaparó la atención mediática francesa durante una década, una polémica azuzada por una prensa antisemita y una opinión pública racista. Para la historia quedó el manifiesto <J`accuse< de Emile Zola, que hizo variar la opinión de los intelectuales y el lamentable papel de la monarquía y el conservadurismo. Para el pueblo judío fue la constatación de que no podían estar a salvo nunca. ¿Si eso había pasado en la liberal y pionera Francia, un lugar con altas tasas de integración, qué quedaba, qué se podía esperar?, se debían preguntar en todos los rincones hebreos.

La “sobre representación” de los judíos en varios sectores

El antisemitismo moderno tiene un componente diferente al tradicional racismo y desprecio: el miedo a una minoría a la que se acusaría de querer dominar el mundo para sus “oscuros” intereses. Lo cierto es que la ilustración no consiguió la completa asimilación y varias causas concurrieron para que a pesar de ese rechazo hubiera una “sobre representación” de los judíos en ciertos sectores. Los hebreos tenían alto grado de alfabetización, ya que era una religión donde la lectura y comprensión eran vitales.

A los 13 años, un niño judío debía saber explicar un pasaje de la Torá. Además, durante siglos los judíos no pudieron dedicarse a la agricultura, que la tenían vetada, así que cuando podían desplazarse se fueron a la ciudad y se tornó una comunidad eminentemente urbana. Por último, en la “sobre representación” y la antipatía que causó jugó un papel destacado que se dedicarán al préstamo.

El escándalo financiero del Canal de Panamá fue aprovechado por la prensa antisemita francesa para culpar de la bancarrota de los inversionistas católicos al capital judío y que la trama había sido confabulada internacionalmente por los judíos. Esas ideas antisemitas fueron creciendo en Francia con la publicación en el país galo de La France Juive, donde se describía el antagonismo entre arios y semitas y se instaba a repartirse el capital judío, al tiempo que se describía a éstos como avaros, codiciosos, un ser que pertenecía antes a una raza que a una religión.

No, la emancipación no supuso el fin de las desgracias del pueblo judío. Las llamas del odio acababan de prender y harían más daño que nunca

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