El crimen de Juan Carlos Mendoza Contrares, un vendedor ambulante de origen peruano, era hasta ayer todo un misterio. El joven de 22 años fue hallado sin vida, cerca de las 21.30 de anteayer, sobre la misma cucheta en la que durmió los últimos dos años, ubicada en la habitación más miserable de una vieja pensión céntrica. La Policía contó seis heridas cortantes en la cabeza del muchacho y estimó que el cuerpo llevaba más de diez horas sin vida. También tomó testimonio al encargado del alojamiento, a un sobrino de la víctima y a vecinos de su misma nacionalidad, que fueron concordantes en que no le conocían enemigos ni había tenido problemas con nadie.
Así lo expresó ayer a El Ciudadano un inquilino de la pensión ubicada en la planta alta de Corrientes 345, tras explicar que conocía a Juan Carlos desde hacía dos años, transcurso en el que tuvieron un trato cordial y respetuoso. El hombre refirió que la víctima vivía en una de las dos pequeñas habitaciones del segundo piso y que para acceder había que escalar una angosta escalera de madera.
El cuerpo de Contrares fue hallado en posición fetal, sobre la parte posterior de una cama cucheta y las heridas cortantes en su cabeza habían dejado un recorrido rojizo en la pared que llegaba hasta el suelo. Tenía el torso desnudo, vestía una bermuda celeste y había cierto desorden en la precaria habitación que habitaba, donde también fueron secuestrados tres celulares.
La Policía dijo que en el cuarto contiguo vivía una pareja desde hacía una semana que fueron quienes descubrieron el cadáver. La mujer, R. O., de 31 años, declaró que el jueves salió a trabajar muy temprano, regresó pasadas las 15 y momentos después se fue su compañero C. M., de 32, quien volvió alrededor de las 21. Fue para la cena, cuando R. O. había terminado de cocinar, que le pidió a su pareja que llame a Juan Carlos para darle un plato de comida. Ante la falta de respuestas a los reiterados llamados, el vecino entró y vio el cadáver.
Pista uno: la alfombra azul
Efectivos de la Brigada de Homicidios tomaron testimonio a la pareja y revisaron su habitación, donde les llamó la atención una alfombra azul que tenía manchas que “podrían ser de sangre”, y que fue secuestrada. De manera preventiva, tomaron declaración informativa a C. M., que estuvo unas horas demorado y recuperó la libertad.
En su declaración recordó que cerca de las 5.30 del jueves se despertó por el ruido de unas pisadas en la escalera y el sonido de la puerta de su vecino que se abría, pero dijo que siguió durmiendo porque era habitual que llegue a esas horas de la madrugada y no había escuchado ruidos extraños ni de violencia.
Agregó que al despertarse, cerca de las 9, notó que la puerta estaba entreabierta, posición que mantuvo hasta la noche cuando fue a buscarlo para comer.
Pista dos: la plata de la rifa
Los pesquisas también entrevistaron a un sobrino de la víctima, R. M., de 31 años, quien dijo no tener sospechas sobre ninguna persona porque su tío era un vendedor ambulante –con un puesto ubicado sobre calle San Luis– que no se metía con nadie.
Sin embargo recordó que un mes atrás había ganado alrededor de 2.000 pesos en una rifa, dinero que primero prestó a un amigo que se lo había devuelto hace casi una semana y luego usó para invertir en lentes de sol, aunque “se había guardado un resto”.
Al igual que otros testigos de la pensión y el mismo encargado, el familiar de la víctima recordó que Juan Carlos había compartido su habitación durante dos años con otro joven peruano, que dos semanas antes había abandonado el lugar tras una suba del alquiler que le pareció injusta.
El crimen ocurrió en jurisdicción de la seccional 3ª y es investigado por la Brigada de Homicidios y el juzgado de Instrucción en turno.
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