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Rosario Makers

Hágalo usted misma: la pandemia contagió la tendencia de reciclar muebles y darles otra oportunidad

Al contrario de otros rubros, el “quedate en casa”, el teletrabajo y la crisis económica hicieron despegar a los emprendimientos locales de restauración y explotaron las consultas de quienes buscaron aprovechar el aislamiento para renovar sus espacios. Cuatro emprendedoras cuentan sus experiencias


Arte El Ciudadano/Ana Stutz

Heredaron el gusto por el reciclaje de su familia y hoy integran un movimiento local en pleno auge. Aburridas de su trabajo formal, decidieron dejarlo todo para hacer de su pasión un trabajo y un estilo de vida. Recomiendan siempre restaurar, nunca tirar, y coinciden en que la demanda aumentó desde que empezó la pandemia. Reciben cientos de consultas al mes y uno de los pedidos más disparatados que tuvieron fue transformar una mesa cuadrada en redonda. Cuatro restauradoras de la ciudad cuentan a El Ciudadano los secretos del arte de dar a un mueble una segunda oportunidad.

Tina Aranguren

Tina Aranguren es arquitecta y una de las pioneras del reciclaje de muebles en la ciudad. Después de trabajar por varios años en estudios y constructoras decidió lanzarse a la venta de muebles restaurados. “Salía amargada, me quejaba, no me gustaba la relación de dependencia, no encontraba cómo poder desplegarme, estaba muy encerrada. Hablando con mi mamá pensamos en comprar muebles usados para intervenirlos y ofrecerlos a la venta”, recuerda. La propuesta resultó un éxito rotundo, y como valor extra la convirtió en una pionera de la restauración en Rosario.

“Me gusta la oportunidad de disponer de mi tiempo. No tengo un horario fijo. Al ser mi propia jefa parece que te podés dar más gustos, pero es al revés porque termino trabajando horas extras. Tengo dos nenes de 2 y 4 años y este trabajo me permite dedicarles tiempo”, cuenta sobre el emprendimiento que lleva adelante desde hace más de 10 años.

Tina asegura que no soporta la rutina y que gracias a su trabajo todos los días son diferentes: escucha música mientras pinta, atiende al público en su taller, idea nuevos proyectos y sube contenido a las redes sociales. Por mes recibe cerca de 10 consultas diarias, entre pedidos de presupuestos, consejos para restaurar muebles en casa y hasta preguntas sobre su vida privada. “Me llegan muchísimas consultas. Hay gente interesada en el reciclado, pero como tengo una cuenta bastante abierta también me consultan sobre cosas relacionadas a mi vida como, por ejemplo, a qué jardín llevo a mis hijos o dónde compré la sillita para el auto. Trato de responderlas a todas pero a veces no llego con el tiempo. Es muy difícil llevar una cuenta con tantos seguidores”, explica.

Para la restauradora hubo un incremento de consultas desde abril de 2020. “Cuando las personas se dieron cuenta de que la pandemia venía para largo y que iban a estar bastante encerradas se empezaron a preocupar por la decoración. Mucha gente se cansó de ver sus muebles como los tenía y, al estar más horas en su hogar descubrieron defectos o molestias y empezaron a consultar. El año pasado estuve desbordada de trabajo, llegué a dar turnos a seis meses, y en un momento dejé de tomar pedidos porque no daba abasto”, señala, y precisa que la demanda se extendió hasta noviembre, mermó durante las fiestas y el verano, pero retomó para el otoño. “Si bien en Rosario somos 10 o 15 equipos, las consultas siguen dándonos el 100 por ciento de los trabajos. Es un nicho que está siendo muy solicitado”, cuenta.

Tina aconseja siempre reciclar un mueble y darle una segunda oportunidad. “Hay veces donde hasta hemos reciclado muebles de la basura que parecían que estaban para desarmar y usar la madera para un asado”, ejemplifica y agrega: “Trato de ponerle todo y revivirlo, pero hay otras veces donde arreglarlo implica un gasto muy alto de dinero y de tiempo cuando la madera es mala o es aglomerado o melanina. En esos casos sale más barato comprar algo nuevo, o un mueble usado de mejor calidad, para reciclar”.

La restauradora considera que cualquier persona puede reciclar desde su casa, sólo hay que tener carisma, paciencia y un poco de estado físico: “Hay que mover cosas pesadas, agacharse, clavar, lijar, martillar. Es mucho esfuerzo físico y es importante contar con ambientes ventilados. Doy muchos tutoriales sobre cómo hacerlo y tutorías personalizadas. No hay secretos, sino práctica y paciencia”.

Las consultas más frecuentes que recibe son si pinta muebles a domicilio y qué productos usar en cada remodelación. “Es mucho tiempo el traslado y me resulta incómodo trabajar fuera de mi taller con mis herramientas. Sí doy asesorías o cursos para que las personas puedan trabajar desde su casa”, explica.

Tina fue una de las pioneras en reciclar muebles y mira con alegría que el camino se haya llenado de nuevas emprendedoras: “Hoy Rosario está lleno y me pone muy contenta. Tenemos grupos donde nos consultamos, compañeras y se formó algo muy lindo”.

Sentidos Chic

Silvina cree que tendría que haber nacido en otra época. Siempre le gustaron los muebles y las historias que esconden. Le intriga saber cómo se vivía en el siglo pasado: las costumbres, la cultura, las ideas. Escuchar anécdotas la traslada al pasado, a las calles de otras décadas, al ambiente, a los aromas. Y cree que los muebles fueron testigos de esas historias. En ellos encuentra rastros de quiénes vivían en esa casa, cómo estaba compuesta la familia, cuáles eran los hábitos. Creció en un negocio de antigüedades: su padre tenía un local donde las comercializaba, pero ella no quería que vendiera nada. Prefería reciclar los objetos y transformarlos, así podía unir su pasión por la historia y el pasado con su gusto por las manualidades y el trabajo artesanal. Desde que era chica hizo talleres de pintura, costura, técnicas en papeles y telas. La inspiraba el trabajo de recicladoras de Buenos Aires y pensaba que en Rosario no había mercado para la actividad. “En esos tiempos había pocas referentes y no eran de la ciudad”, recuerda.

Cuando terminó el secundario estudió la carrera de Diseño Equipacional y continuó tomando talleres de reciclado, de carpintería, de tapicería, de iluminación y de diseño de paisajes. Hace cinco años dejó su trabajo formal para dedicarse a la restauración. Empezó con una socia desde la casa donde vivía en ese momento. La demanda creció y alquilaron un garaje para trabajar y después una casa donde sumaron un showroom con venta al público. Cuando terminó el contrato, ella y su socia continuaron por separado.

Silvina cuenta que disfruta de todo el proceso de transformación de un mueble que empieza con la idea creativa para sacar lo mejor de sí. “Si es buena la madera quiero que se luzca, y si no lo es busco utilizar algún otro recurso para darle valor: color, empapelado, entelados, etcétera. Siempre y cuando el cliente esté abierto a ideas y jugarse”, cuenta.

Lo que más le gusta es pintar, armar los colores y lograr el que imaginó para el objeto: “Abrir la lata de pintura, remover, sentir el olor, agarrar el pincel, el rodillo, escuchar música tranquila y acompañar con el mate siempre. Lo cuento y me quiero ir a pintar”.

En su cuenta recibe entre 100 y 200 consultas mensuales: “En el ámbito económico y laboral la pandemia golpeó bastante. De todas las crisis nacen buenas ideas y el año pasado nacieron muchos proyectos, emprendimientos e ideas para sobrevivir. Hubo quienes pudieron darse el tiempo para dar curso a las ideas y encontraron incentivo para restaurar sus muebles. También hubo quienes lo hicieron por su cuenta y, al no poder salir de la casa, pusieron manos a la obra. Otras personas decidieron invertir en la casa, ya que no podían darse otro tipo de gustos, salidas o vacaciones”.

Silvina recomienda restaurar o reciclar en la mayoría de los casos, ya que “no sólo permite conservar un mueble del pasado, con historia o valor emocional, sino que colabora con la ecología y el reciclado en el mundo”. Según ella, sólo en casos en los que el mueble está muy deteriorado o requiere mucho trabajo y es un objeto de poco valor recomienda descartarlo. “Más que nada cuando no son materiales nobles como la madera y que tampoco son durables en el tiempo”, precisa.

Para ella, reciclar un mueble y cambiarle la cara puede hacerlo cualquier persona con paciencia, amor y predisposición. “La restauración es un trabajo muy lento y de mucho esfuerzo físico y paciencia. Hay casos que son difíciles de resolver y no hay técnica, sino manía. Con un poco de conocimiento de cómo trabajan los materiales, de estructura y herramientas inventamos soluciones. Tenés que estar bastante metido en el tema para resolver ciertos asuntos. No es una producción en serie y eso lo hace misterioso y divertido”, cuenta.

La consulta más frecuente es cómo llevar los muebles a madera lavada, es decir, a su estado original o pintar de blanco. La más disparatada fue de una mujer que quería llevar una mesa de estilo ovalada, a cuadrada, y de otra que quería achicar 5 centímetros una cómoda estilo provenzal.

Las Martínez

Denu y Bren Martínez crecieron mirando programas de manualidades y reciclaje que su mamá ponía en práctica en la casa: pintaba, emparchaba y decoraba hasta un portaservilletas. Denu quiso recuperar la tradición familiar y en 2019 creo una cuenta de Instagram donde mostraba trabajos que había hecho en su casa a sus amistades o familiares. Los encargos no tardaron en llegar y, a medida que crecían, Bren empezó a ayudarla. A fines de 2019 las hermanas encararon de manera formal la iniciativa. “Surgió de la curiosidad de indagar en la restauración de muebles. Lo aprendimos en casa y lo tenemos naturalizado. Fue algo que renació y recuperamos. Lo traemos de la familia y creemos que nos damos maña”, cuentan las Martínez, quienes desde su perfil en Instagram muestran cómo transformar los objetos que las personas descartan, tiran o les niegan otra oportunidad.

Para ellas, el objetivo es agregarle un valor a la historia que trae consigo cada mueble. “Todos los días hay un desafío nuevo con el cual aprendemos. Nos encontramos con cosas por resolver y eso hace que el trabajo sea dinámico y entretenido. Es lindo ver cómo los muebles llegan tristes, rotos y viejos para descubrir que había un diamante en ellos y que lo transformaste con tus manos”, amplían.

Las Martínez recibe un promedio de 30 consultas al día de personas que piden presupuestos, sugerencias o alguna ayuda para mejorar un mueble chico. “Hay quienes no tienen idea de lo que quieren y quienes lo tienen en claro. Tenemos un buen equipo de trabajo pero se nos complica mantener la comunicación instantánea, porque nos llegan muchas consultas y te insume un tiempo considerable. Hacemos lo posible para tener tiempo de responderlas, subir contenido a las redes y trabajar con los muebles”, explican.

Para las hermanas, la pandemia fue un disparador que derivó en un crecimiento de los emprendimientos de restauración. “El teletrabajo y el hecho de estar en casa por la cuarentena hizo que la gente empezara a notar que no le gustan sus muebles, que le generan tristeza, que las sillas no son cómodas. Los rubros que más se movieron en la pandemia fueron las pinturerías, ferreterías, carpinterías y decoración. La demanda de trabajo creció exponencialmente pese a la crisis. La gente prefiere estar bien en su casa y que sus muebles estén acordes y armoniosos”, opinan.

La pregunta más frecuente que reciben es “si restauran muebles” pero también le consultan por los materiales con los que trabajan. “Nos preguntan con qué protegemos las maderas y con qué pintamos. A la gente le interesa porque están tratando de hacerlo en su casa con muebles chicos. El pedido más raro que tuvimos fue transformar una mesa rectangular en redonda, a lo que sugerimos comprar una nueva”, cuentan.

Para Bren y Denu restaurar un mueble depende siempre del estado en que se encuentre. No lo sugieren en melanina o aglomerados deteriorados donde la calidad no justifica el gasto. Tampoco en muebles antiguos muy deteriorados. Por lo demás, aseguran que “todo se puede hacer” y que “sale más barato”. “Cuesta menos restaurar un juego de comedor que comprarlo nuevo. La gente lo puede hacer en su casa pero hay que contar con herramientas que quizás no todo el mundo tenga”, señalan, aunque no descartan organizar talleres para enseñar cómo hacerlo en casa.

Ana Reina Deco

Ana asegura que tiene padres muy habilidosos. “Un día se levantaban y de pronto todos los muebles de la casa habían cambiado de color o de lugar. Siempre nos gustó meter mano en todo”, recuerda. Hace cinco años, ella pintaba un mueble cuando un amigo le sugirió dedicarse a eso. Abrió una cuenta de Instagram y empezó el recorrido de lo que hoy es oficialmente su trabajo. “Me encanta la parte creativa. El desafío de lograr que un mueble que parece no tener potencial vuelva a brillar y sorprenda a sus dueños”, cuenta la emprendedora, quien recibe cerca de 50 consultas mensuales.

Al igual que sus colegas, notó que la demanda creció a partir de la pandemia. “Muchas personas que no se animaban a emprender por estar atados a un trabajo fijo encontraron el tiempo no sólo para hacerlo, sino también para reflexionar sobre lo que realmente querían hacer. Por otro lado, la gente pasó más tiempo en su casa y se volcó a embellecerla. Algunos por sus propios medios y otros recurriendo a emprendedores”, señala.

Para ella, la disyuntiva no está en comprar o restaurar un mueble sino en poner en valor un objeto. “Mi trabajo es generalmente el mismo en una silla de estilo que en una, por ejemplo, de pino. Hay muebles que merecen el costo y otros que sobrepasan el precio de uno nuevo. Aun así muchos clientes optan por hacerlo más allá de mis aclaraciones y su comparación económica. Algunos porque tienen un cariño o una historia que los une a los objetos, otros porque si bien el mueble no es de estilo, su madera y calidad es superior a los que encontramos hoy en el mercado”, explica.

Ana considera que para reciclar un mueble sólo hay que animarse. “Sólo hay investigar sobre los materiales adecuados. Cuando es un mueble muy deteriorado que requiere reparaciones complejas ya se necesitan otro tipo de habilidades y sobre todo de maquinarias”, cuenta y menciona, entre las consultas más disparatadas que recibió, le pidieron cortar a la mitad de forma horizontal un ropero provenzal para hacer dos muebles.

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