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Hace 40 años, Estados Unidos caía en Vietnam

La potencia más poderosa del mundo fue derrotada por un ejército pobre en una guerra simbólica.


La imagen del último helicóptero Chinook elevándose desde la terraza de la embajada de los Estados Unidos con un grupo de ciudadanos de ese país retirándose para siempre de la asediada Saigón quedó como el símbolo del fin de la guerra de Vietnam, hace 40 años, que conmovió al mundo y asestó a Washington su mayor derrota militar y ética.

Con los milicianos del Vietcong a las puertas de la otrora “Perla de Asia” preparados para tomarla, una multitud de sur vietnamitas impotentes quedó abandonada a su suerte alrededor de la sede diplomática, pese a las promesas de evacuación de los estadounidenses a los que querían huir a Occidente.

El 30 de abril de 1975, la marea humana había logrado previamente forzar la entrada del edificio y llegar hasta la pista de aterrizaje, donde racimos de hombres, mujeres y niños protagonizaron escenas de violenta desesperación.

Era la hora del derrumbe: alrededor de medio millón de soldados estadounidenses fueron a Vietnam, de los cuáles más de 58.000 nunca regresaron vivos a su país. Los heridos, mutilados y afectados psicológicamente se estima que superan los 300.000.

A su vez, dos millones de vietnamitas murieron en la guerra, muchos de ellos alcanzados por toneladas de explosivos, el napalm o víctimas del “agente naranja”, letal sustancia tóxica, arrojados por los temibles superbombarderos B52 durante no menos de un decenio.

Los guerrilleros del Vietcong tenían como líderes a dos veteranos de la guerra de Indochina: el fallecido ex presidente de Vietnam del Norte, Ho Chi Minh, y Von Nguyen Giap, el más importante estratega militar.

Habían derrotado a los franceses en la definitoria batalla de Dien Bien Phu, en 1954, que dividió a la península en dos zonas: la del Sur, con Saigón como capital y que quedó bajo control de los Estados Unidos, y la del Norte, con Hanoi como principal enclave, apoyada por la ex Unión Soviética y China.

Los últimos días antes de la caída de la ciudad, buena parte del territorio del sur ya estaba en manos del Frente de Liberación Nacional (FLN). En Saigón, en cuyos alrededores se habían amontonado más de un millón de desplazados, se respiraban aires de derrota. Los cohetes disparados por el Vietcong sobre la ciudad, el cierre de establecimientos (incluso varios de los tugurios donde reinaban el juego, la prostitución y el tráfico de drogas asegurados por los norteamericanos), los cortes de luz y la escasez de alimentos, deterioraban la situación de hora a hora.

En ese marco, el presidente de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu, ordenó el repliegue hacia la capital de varias divisiones ubicadas en las Altas Mesetas, alrededor de 250.000 efectivos, en un intento vano de protegerla. Un error estratégico que pagaría con creces.

El presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, emitió una orden secreta a su embajador en Saigón, Graham Martin: iniciar la “Opción IV”, es decir, la salida definitiva de los últimos ciudadanos estadounidenses y aliados locales aún en Saigón. Los últimos infantes de marina, previo hacer explotar e inutilizar las instalaciones de la embajada, subieron al Chinnok junto con personal superior de la CIA. Thieu y otros muchos funcionarios ya habían huido. No había gobierno. Era el final.

A las 12.05 apareció un jeep por la céntrica calle Catinat enarbolando una gran bandera del Vietcong, con sus colores rojo y azul y una estrella amarilla en el centro.

Soldados casi adolescentes entraron al Palacio Presidencial.

En el balcón se izó la bandera del Vietcong. Eran las 12.15 del sábado 30 de abril.

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