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De regreso

Gustavo Guirado: “Seguimos viviendo en un campo minado como el de la Guerra de Malvinas”

El actor, dramaturgo y director habla de la reposición de este sábado de “Carne de juguete”, obra estrenada originalmente en 2015 que está de regreso a 40 años del conflicto bélico, que cuenta con las actuaciones de Federico De Batista, Yanina Mennelli, Edgardo Molinelli y Claudia Schujman


Un día, cien días, mil días, cuarenta años. Pasaron cuatro décadas del comienzo de la Guerra de Malvinas y las tragedias, horrores y espantos que dejó ese último y fallido intento de la dictadura cívico-militar-eclesiástica por sostener su Statu quo sigue latiendo en el imaginario de un par de generaciones de argentinos que la vivieron y en otro par que, a lo lejos, perciben en tono de relato histórico aquello que pasó y que implicó, entre otras cosas, el final anunciado de un tiempo nefasto para la Argentina que daría paso, tiempo después, al regreso de la democracia.

En ese recorrido, fueron muchas las películas, los ensayos, novelas y obras de teatro que se urdieron al calor de una multiplicidad de sentidos más o menos dispersos o puntuales en relación con los efectos que dejó la guerra. Pero hay un material escénico producido en Rosario que, entre la conmoción, cierto humor negro y una raíz profundamente poética, marcó la agenda local en 2015 y los años siguientes y que en el contexto del 40° aniversario de la Guerra de Malvinas regresa este sábado a la cartelera local.

El actor, dramaturgo, director y docente Gustavo Guirado.

Se trata de Carne de juguete, donde el actor, dramaturgo, director y docente Gustavo Guirado pone en tensión su propio imaginario, el de la generación del 62, con las contradicciones de unos personajes que habitan una especie de limbo escénico en el que conviven el dolor, la frustración, la espera eterna (siempre tan teatral), el hastío y la congoja, entre vivos y muertos que deambulan en un galpón de esos tantos que en el 82 juntaron comida, ropa, cartas y otros objetos destinados a los soldados que nunca llegaron a las islas.

Un soldado, su novia, el padre y la madre, interpretados respectivamente por Federico De Batista, Yanina Mennelli, Edgardo Molinelli y Claudia Schujman, interpelan al espectador en esa epifanía, en ese sueño de héroes sin sepultura de “pichiciegos”, en esa trágica escena tantas veces repetida, en esa mentira del “estamos ganando”, en la complicidad mediática aciaga y hegemónica que destruye y fagocita todas las verdades posibles.

Carne de juguete es una obra que nos emociona mucho, que nos interpela, que tiene el dolor de la guerra pero que también tiene mucho humor; incluso tiene algo de magia: hay objetos que se mueven solos, juguetes que van y vienen entre estos cuatro personajes”, evocó Guirado en diálogo con El Ciudadano. Y sumó: “Es una obra que reflexiona, más allá de lo concreto de la guerra, sobre los comportamientos argentinos, sobre algunos momentos de nuestra historia y sobre esa tendencia filofascista que suele haber en ciertos sectores de nuestra Patria que son capaces, por ejemplo, de un día ir y gritar «Galtieri corazón» y apoyar el envío de muchachos a una guerra desquiciada desde el primer momento”.

La guerra eterna

“Son cuarenta años pero esos son números porque para mí el aniversario de la guerra es conmovedor todos los años, siempre; es algo que me pasa desde que ocurrió, desde abril de 1982: yo soy clase 62, podría haber ido a Malvinas y no fui, por lo tanto siempre es algo muy conmovedor. Pero por supuesto este número tan redondo nos da un impulso especial y por eso volvemos con esta obra”, expresó el también director de memorables versiones de Fausto o Medea, acerca de este material que recorrió el país con más de 120 funciones desde el norte hasta Ushuaia, entre 2015 y 2018.

“Reponemos con algunos cambios en el elenco (Edgardo Molinelli en el rol del fallecido Roberto Stábile) pero la obra es la misma; transcurre en un galpón que podría estar en cualquier barrio de Rosario donde quedaron apiladas un montón de cosas que en el 82 se habían juntado en una fiesta solidaria para mandarlas a los muchachos que estaban en las islas, algo que nunca pasó. Resulta que la guerra terminó antes y las cosas quedaron allí, abandonadas. El padre de ese soldado que fue a Malvinas y nunca volvió, conserva y guarda todo tal cual está desde hace cuarenta años, incluso las galletitas y los chocolates que ya no están en buen estado; mantiene viva la esperanza que por algún milagro del espacio y el tiempo todo se conserve intacto más allá de que todo ya se degradó”, explicó el creador en relación con una de las metáforas que encierra el material.

Respecto de quiénes son en ciernes estos cuatro personajes, Guirado evaluó: “Hay en este limbo dos muertos, son dos fantasmas que vienen, que son el soldado que quedó en Malvinas y que no se sabe dónde murió, dónde está su cuerpo de soldado desconocido, y su madre, que murió un par de años después de la guerra. Y si bien son dos fantasmas, tienen una vitalidad inusual, que los aleja del imaginario lábil de los fantasmas. Son jodones, malhumorados; aprovechan para decir todas las barbaridades que se les ocurren porque están más allá de la vida y de la muerte; ellos se ríen de nosotros, los vivos, hacen chistes fuera de lugar, la madre se desnuda porque se le ocurre. Y frente a ellos están los otros dos personajes, que son los vivos, el padre de más de 80 años y la novia del soldado que por alguna razón no envejece. Todo eso acontece en un clima onírico, mágico, es ese mismo limbo que por momentos se vuelve muy cruel, muy doloroso, muy brutal, porque hace referencia a cierta insania; es esa especie de psicosis colectiva que de vez en cuando aparece en la sociedad argentina y provoca esos brotes exitistas o esas adherencias a comportamientos fascistas que uno se pregunta de dónde salen, y siempre salen de nosotros mismos”.

Guirado, un director que deposita siempre su confianza en el talento de los grandes actores que, como en este caso, suelen acompañarlo, habló finalmente de esta reposición luego de transitar los años del macrismo y una pandemia, ambos momentos asociados, entre otras cosas, a las ideas de pérdida y de muerte que Carne de juguete ya traía en su código genético. “Este es, en principio, el reencuentro con un material que amo; es algo que he estado escribiendo durante más de treinta años, algo que siempre me dio vueltas en la cabeza. Y por otro lado, si bien es una obra con cosas muy potentes a nivel visual, siempre están por delante los actores que es lo que a mí más me interesa”, dijo el director.

Y reflexionó finalmente: “Es una obra que tenemos que seguir ensayando, que me interpela como director, porque hay cosas que cambiaron en el país y que también modificaron la cuestión dramática. Después del macrismo y después de la pandemia, es decir después de dos pandemias, seguimos viviendo en un país donde esta guerra, lo que representa, se sigue librando. Porque la Guerra de Malvinas continúa; el colonialismo, la estafa extraordinaria, impresionante e indescriptible que ha hecho el macrismo con el pueblo argentino nos han dejado en un estado de guerra; seguimos viviendo en un campo minado como el de la Guerra de Malvinas. Hay un momento de la obra donde el padre le dice al hijo, con un diario en la mano, «vamos ganando». Ese discurso de mentira de algunos medios hegemónicos lo volvimos a vivir en tiempos del macrismo. Por eso que en la obra se actualizan muchas cosas: es el mismo material que estrenamos hace algunos años pero nosotros no somos los mismos y este país tampoco es el mismo”.

Para agendar

Carne de juguete, de Gustavo Guirado, regresa a la cartelera rosarina este sábado, a partir de las 21, al teatro El Rayo (Salta 2991), donde seguirá en cartel los restantes sábados del mes. Las reserva de entradas es a través del WhatsApp +54 9 341 5842730.

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