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Alemania presiona

Grecia no saldrá de la crisis aunque haya acuerdo

La aprobación que el Parlamento griego dio anteanoche al plan de ajuste exigido por los acreedores no garantiza que estos den su bendición a esta propuesta y, aunque así ocurriese, su puesta en marcha podría profundizar la recesión y no dar una solución inmediata al acuciante problema del corralito.

A estas horas, los ministros de Finanzas de la eurozona debaten la propuesta remitida por Grecia ayer por la mañana y que no es otra que la última presentada por los acreedores pocos días antes del referendum del 5 de julio.

A pesar del rotundo “no” con el que los griegos respaldaron a Tsipras y su gobierno, el primer ministro admitió anteanoche en el Parlamento que el programa que este votó ayer por la madrugada a su petición es un ajuste, que se aleja de su compromiso con el electorado.

Tsipras se ha valido de esa masiva votación en su favor para pergeñar un acuerdo con todos los partidos griegos que votaron este plan anteanoche, aislando así al ala izquierda de su partido Syriza, que se opuso a aceptar un nuevo plan de rescate europeo a cambio de mayor austeridad.

De esta manera, el primer ministro logró alejar momentáneamente la posibilidad de una crisis de gobierno que llevara a una caída del Ejecutivo y a la convocatoria de nuevas legislativas en medio de la negociación con Bruselas.

Pero, bien mirado, esto dista de asegurarle alguna estabilidad: la reunión del Eurogrupo (ministros de Finanzas de la eurozona) que se desarrolla hoy en Bruselas se muestra profundamente dividida sobre el nuevo pedido de rescate griego por 53.500 millones de euros.

Un paquete que se elevaría a más de 80.000 millones en el caso de que se atiendan las perentorias necesidades de recapitalización de los bancos griegos, cerrados desde hace dos semanas por falta de liquidez después de las continuas fugas de capitales de los últimos meses.

Mientras Francia y Estados Unidos a través del FMI propugnan la aceptación de la petición griega, incluyendo quizá medidas adicionales aún más rigurosas, el grupo de países más ricos con Alemania a la cabeza no parece estar a favor de esta labor. El inflexible ortodoxo germano Wolfgan Schauble, superministro de la canciller Angela Merkel, dijo a su arribo a la capital europea: “Vamos a tener negociaciones extraordinariamente difíciles”, mientras su homólogo francés, Michel Sapin, consideraba la propuesta griega como una “buena base” para alcanzar un rápido acuerdo.

Grecia introdujo, con toda claridad, una seria división en el eje franco-alemán, alrededor del cual gira no sólo la eurozona sino la Unión Europea (UE), esto es, el proceso de unidad continental desde sus inicios hace 60 años.

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