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Grandes médicos, mejores humanos

Por:  Liliana Nartallo

A lo largo de nuestra vida nos enteramos por distintos medios de la existencia de muchos profesionales que no sólo han ejercido la medicina para bien de la humanidad, sino que se han destacado por su dedicación y su constante preocupación por todos los aspectos de sus pacientes y de la sociedad en general.

Hay muchos nombres que harían honor al título de esta nota, entre ellos y no muy lejos en el tiempo, el doctor Julio Maiztegui, el doctor Esteban Laureano Maradona, el querido doctor René Favaloro, entre otros. En fin, la lista sería demasiado larga.

En esta ocasión me voy a referir a la figura de Gregorio Marañón, este médico que a menudo es evocado por otro grande, el doctor Abel Albino quien siempre en sus conferencias recita parte de un texto que Marañón escribió para explicar lo que era ser médico. Este médico al que evoco, fue ejemplo tanto por la obra humanitaria que llevó a efecto ejerciendo su profesión, como por su obra literaria. Dueño de un espíritu inquieto, Marañón incursionó en múltiples disciplinas. Su vocación de servicio y de entrega, el trabajo incansable y la valoración del tiempo, hicieron que su presencia dejara una marca imborrable de su paso por la vida.

Tuvo un hermano gemelo que luego de tres meses del alumbramiento fallece. Cuando tenía apenas tres años de edad, a causa de las complicaciones en otro parto de su madre, ésta muere, razón por la cuál él y sus cuatro hermanos se crían alrededor de su padre, con la ayuda de su abuela y una tía materna. Su infancia transcurre durante los inviernos en Madrid y en los veranos en Santander. En este sitio conoce a los amigos más cercanos de su padre entre los que se encontraba el escritor Benito Pérez Galdós, quién influyó notablemente en la personalidad de Marañón. Entre las enseñanzas que le brindó le inculcó el amor a Toledo, lugar que fue determinante en su decisión de dedicarse a la medicina. Dos pilares son fundamentales para él: el deber y la generosidad. Por aquel entonces, los intelectuales se involucraban con genuina firmeza en el destino de su pueblo, prevalecía en los hombres el espíritu de sacrificio. Apasionado por las circunstancias y tratando de crear para el futuro una sociedad mejor y más equitativa, desde su posición de médico logra convencer a Alfonso XIII, que era quien tenía a su cargo los destinos de la patria, para viajar juntos, sin más medios que sus pies y un par de caballos, a las regiones más pobres de España. Su finalidad era lograr para toda esa gente mejor calidad de vida y además erradicar una serie de enfermedades endémicas, cosa que logra.

Preocupado permanentemente por el destino de sus semejantes, exploró todo lo relativo a las aberraciones sociales (terrorismo, sectarismo, acosos tanto en lo laboral como en lo educativo). Pero no sólo la medicina lo atrapa sino que alimenta su saber y escribe también sobre historia, arte y temas como la moda. Además analiza las grandes pasiones humanas y sus características desde el punto de vista psicológico y fisiológico.

Acerca de lo que es ser médico, Marañón dijo: “Si ser médico es entregar la vida a la misión elegida; si ser médico es no cansarse nunca de estudiar y tener todos los días la humildad de aprender la nueva lección de cada día; si ser médico es hacer de la ambición nobleza, del interés, generosidad, del tiempo destiempo y de la ciencia servicio al hombre que es el hijo de Dios; si ser médico es amor, infinito amor a nuestro semejante, entonces ser médico es la divina ilusión de que el dolor sea goce, la enfermedad salud y la muerte vida”.

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