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“Ghosts”, eficaz sátira sobre muertos que andan entre los vivos

“Ghosts” se propone como una aproximación satírica al universo de los clásicos de terror, en particular al de casas encantadas


Ghosts, serie producida y emitida este mes por la cadena BBC, es una nueva aproximación satírica al universo de lo fantástico, en este caso, a los clásicos relatos de terror de casas encantadas. Poco hay aquí, en el tono irreverente y paródico de la serie, de referencias a las vueltas contemporáneas sobre las historias de fantasmas del cine de Hollywood. Por el contrario, se remite a una cierta tradición, principalmente británica, pero no sin hacer guiños a populares películas que se convirtieron en referentes hace ya un par de décadas. Tomando elementos de esas películas que hace años intentaron, con mayor o menor suerte, darle nuevos aires a las historias de fantasmas con abordajes (discutiblemente) renovadores, como Sexto Sentido de M.N Shyamalan y Los otros de Alejandro Amenábar, la serie  retoma la línea de la sátira inglesa para poner en escena una comedia ocurrente y siempre efectiva.

La cabeza entre las manos

Como en Los otros se plantea aquí en un principio la perspectiva de los fantasmas en su cotidianidad, y como en Sexto sentido un personaje “vivo” adquiere el don de ver gente muerta. Pero fiel a su tradición en el humor británico, Ghosts hace de esos elementos la excusa para articular situaciones y personajes que, entre la solemnidad y el absurdo desbocado, disparan con acidez y puntería contra las costumbres y las convenciones sociales. En la primera escena, y por un brevísimo momento, Ghosts juega a descolocarnos mediante la transformación del punto de vista. Una anciana agoniza en su cama. A su alrededor algunos personajes algo anacrónicos, es de suponer que familiares, parecen velar por ella hasta el inminente momento de la muerte. Por un instante apenas, la escena es esa situación reconocible. Aquellos que velan por la anciana, vistos de uno en uno, son un hombre de traje, un militar, y una señora con aires algo antiguos y elegantes en su peinado y en lo que se deja ver de su vestuario. Pero es ahí, y muy rápidamente, que el cuarto personaje que se revela está decapitado y sostiene su cabeza entre las manos. La situación cambia radicalmente, no es lo que se supuso en el breve instante que duró el encubrimiento. La cabeza amputada dispara una línea que desata un diálogo veloz y filoso entre los personajes. Se trata de familiares de la mujer que agoniza, sí, pero familiares muertos que esperan a ver si la última del linaje Button se quedará en la casa con ellos, como fantasma, o si se irá a otro mundo. Estamos ubicados, ya, en la perspectiva de los muertos, un grupo extravagante de un linaje familiar que atraviesa siglos, desde un cavernícola hasta un político muerto en medio de un escándalo sexual en los años 90 (que siempre anda sin pantalones), pasando por una bruja quemada en la hoguera, un barón decapitado, una Lady asesinada, y muchos otros personajes pintorescos enzarzados siempre en un ping pong de diálogos rápidos, absurdos y filosos.

Cosas de vivos y muertos

Inmediatamente después, tras los títulos de apertura, Ghosts nos ubica del otro lado, del lado de los “otros”, una pareja que heredará el antiguo caserón encantado, produciéndose desde allí el encuentro entre los dos mundos que constituye el centro de la serie. La pareja tomará posesión de la casa, y los fantasmas verán alterada su vida cotidiana viéndose obligados a tomar drásticas decisiones. Ghosts juega las cartas del humor en ese punto del encuentro entre esos dos mundos, dos cotidianos muy diversos y en apariencia irreconciliables pero que se desarrollan en un mismo espacio. Los vivos, en principio, no perciben a los muertos, pero estos si ven a aquéllos. Por lo tanto, los que alteran el orden no son los fantasmas, sino los vivos que irrumpen en una vida cotidiana ya pautada con sus propios y singulares códigos de convivencia. Lo extraño, lo inusual, lo que no debería estar allí, es la vida mundana de los vivos.  Y allí es donde la serie despliega toda su inventiva, su humor ácido y eficaz, su irreverencia, su absurdo y delicado tono paródico tan a la inglesa. Los fantasmas, como una comparsa delirante, hablan todo el tiempo. Discuten entre ellos de las minucias de lo cotidiano (por ejemplo, el problema de la Lady que repite su muerte todas las noches y que despierta al resto con un alarido insoportale). Despliegan veloces y mordaces intercambios sobre los pormenores hilarantes de la vida fantasmal. Hablan todo el tiempo, planean actividades. Cada uno desde su singular composición, desde su perspectiva histórica. Todos personajes caricaturescos muy graciosamente delineados. Pero es desde la irrupción de los vivos cuando esas minucias del cotidiano fantasmal cambian radicalmente. Toda discusión, desde allí, pasará justamente por qué hacer con los vivos, ¿como eliminar esa molestia?, ¿echarlos?, ¿matarlos? Maravilloso es el plan en el cual cada uno pone en practica, con dificultad, sus ridículos “poderes” de interacción con los vivos para asustarlos.

Mundos que se hacen visibles

Allí, en el primer capítulo, la cosa parece estar planteada plenamente, y parece ser suficiente para sostener el humor delirante durante los seis breves capítulos con los que cuenta esta primera temporada (como suele ser en las comedias, los capítulos pasan apenas los 20 minutos). Sin embargo Ghosts no se queda en ese punto. Rápidamente un acontecimiento clave cambia el rumbo de la situación planteada. La “invasora”, última pariente muy lejana del linaje Button adquiere el poder de ver “gente muerta” (efectivo incluso en su obviedad es el momento en que un médico le diagnostica su “mal”). Y allí los mundos se hacen visibles desde y para ambos lados. Ahora no sólo los muertos deben pensar que hacer con los vivos, sino también los vivos que hacer con estos fantasmas insoportables que no paran de hablar, de reclamar tonterías y de discutir por situaciones ridículas. Para quien guste de este humor, Ghosts es un descubrimiento saludable. Pequeña y certera, y muy precisa en el ritmo del despliegue del humor, de la ironía y de la irreverencia. El grupo de fantasmas, por su parte, es un hallazgo que da para mucho, mucho más que los vivos. Ellos, los muertos y su insólita y desopilante vida cotidiana son el corazón mismo de la serie. No se puede soslayar aquí, el hecho de remarcar la familiaridad de la propuesta con otra serie reseñada hace poco en esta columna, What we do in the shadows, en la que, de otro modo muy distinto, se presentaba la vida rutinaria de un grupo de vampiros.

Ghosts se acaba de emitir en la cadena británica BBC, y no está disponible en la plataforma Netflix, aunque claro, no resulta difícil rastrearla y encontrarla por las redes. Vale la pena, como siempre, aventurarse mas allá de los límites del circuito de la realimentación. Queda aún la feliz posibilidad del asombro por fuera de la peligrosa comodidad del encapsulamiento.

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