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En el aire pero en el mar

Gavieros y gavieras, acróbatas de las velas en la Fragata Libertad

Aunque cada vez que la embarcación ingresa a un puerto se los ve diminutos, formados de pie sobre los palos con sus uniformes a rayas azules horizontales, de ellos depende en gran parte el despliegue de los más de 2.500 metros cuadrados de velas que tiene el buque


Aunque cada vez que la Fragata Libertad ingresa a un puerto se los ve diminutos, formados de pie sobre los palos con sus uniformes a rayas azules horizontales, el rol que los gavieros y gavieras desempeñan en la navegación no es para nada menor y su tarea no es para cualquiera: de ellos depende en gran parte el despliegue de los más de 2.500 metros cuadrados de velas que tiene el buque.

La función de estos tripulantes es liberar las velas cuando están atadas, y volver a sujetarlas una vez que fueron recogidas, y para eso deben trepar rápidamente hasta llegar a su posición, maniobrar como acróbatas entre cuerdas y cabos sin perder el equilibrio sujetos por arneses, soportar el mareo por la oscilación del barco y no dejarse impresionar por lo angosta que puede llegar a verse la cubierta, 10, 20 o 30 metros bajo sus pies.

Una prueba vestibular antes de ser asignados a los palos

El buque escuela de la Armada Argentina, que se encuentra de visita en Mar del Plata, en el marco de la travesía internacional “Velas Latinoamérica 2022”, cuenta con casi 50 gavieros y gavieras que se distribuyen en grupos de 16 personas por cada uno de los tres palos: el trinquete, en la proa: el mayor, en el centro de la embarcación, y el de mesana, hacia la popa.

“Cuando el contramaestre hace sonar el silbato, sabemos que tenemos que dejar lo que estemos haciendo y tenemos que subir lo más rápido posible a las posiciones”, explicó Mirna Flores, nacida hace 25 años en San Pedro, Jujuy, y una de las siete mujeres que ocupan esos puestos.

Según señaló, antes de ser asignados a los palos, todo el personal de cubierta debe superar una prueba vestibular, una evaluación a cargo de la Fuerza Aérea parecida a las que suelen realizar los astronautas, para determinar si sufren vértigo o mareo.

“Durante las maniobras en la navegación algunos lo soportan mejor y otros sufren más el mal del mar y se toman un Dramamine, dependiendo del estado del mar”, comentó, y aseguró que en su posición sobre el trinquete lo lleva bastante bien, aunque recordó una prueba de navegación de casi dos semanas en 2021, que fue “terrible por lo que se movía el barco”.

El miedo del principio y la adrenalina posterior

Débora Marín, de 29 años y oriunda de la localidad tucumana de Donato Álvarez, es otra de las gavieras y reconoció que “al principio da miedo, pero es hasta que te acostumbrás”.

En su caso, ocupa uno de los puestos en uno de los extremos de una de las botavaras que cruzan el palo mayor, a más de 15 metros sobre la cubierta.

“Se siente mucha emoción estar ahí por ejemplo cuando ingresamos a un puerto, y en navegación es muy exigente, hay que estar muy bien físicamente. Cuando hace frío es duro”, comentó.

Erasmo Barreto, de 24 años, y originario de Caá Catí, Corrientes, se estrenó en el puesto de gaviero en esta navegación en el marco de esta travesía internacional, y admitió que “al principio uno tiene miedo, pero después se pasa, y se siente mucha adrenalina”.

“Aunque estemos durmiendo, si suena el silbato tenemos que subir a cubierta, preparar los arneses, subirnos a los palos, y ahí desaferramos las velas y pasamos los cabos por los guinches para desplegar las velas. Todo eso además debe hacerse de forma muy rápida para lo cual tenemos  que estar preparados aunque  recién nos despertemos”, explicó a bordo de la Fragata Libertad, amarrada en la Base Naval marplatense.

Tigres, tortugas y cuervos moviéndose en los palos

Joel Ibáñez, oriundo del pueblo jujeño de Perico, de 23 años, también debutó en el puesto en esta navegación, y aseguró que exige “un esfuerzo físico importante”, y que “la entrada a puerto desde esa posición da un orgullo tremendo”.

La distribución de roles en cada palo tiene su propia jerga a bordo, según detallaron: a los gavieros del palo delantero se los llama “Tigres”, porque se dice que “son los más rápidos”; a los del mayor los bautizaron “tortugas” por su presunta lentitud –“se tarda más porque el palo es más alto”, se defendió Marín, que ocupa uno de esos lugares– y los “cuervos” en el palo mesana, que suelen quedar negros por el hollín de la chimenea de popa.

Adiestramiento y preparación para subir a las alturas

La preparación de los gavierxs consiste en clases teóricas y prácticas. Se trata de un adiestramiento de treinta días aproximadamente, en la cual el gaviero toma conocimiento teórico de las maniobras y se los adiestra de forma técnica en tres etapas para subir a los palos: primero suben a la base de la cofa, llegan hasta la cruceta y empiezan a desplegarse en las vergas hasta que llegan a lo más alto del palo.

Previo a iniciar el curso, es requisito aprobar un estudio de altura el cual determina si la persona está apta para subir a los palos.

A la hora de subir a los palos hay normas de seguridad que deben cumplirse para el cuidado de la persona: no se puede subir con nada suelto, deben usar como calzado zapatillas y la ropa debe estar lo más ajustada posible, acompañado de un arnés o cinto de seguridad. Además, cuando está lloviendo o hay viento mayor a 30 nudos no se permite subir; prima ante todo su seguridad.

La Fragata Libertad tiene 104 metros de longitud, 14,3 de ancho, una superficie total de 2.652 metros cuadrados de un velamen formado por 27 velas, y una altura máxima en su palo mayor de 50 metros.

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