Le ponen la firma

Reflexiones

Francisco y el abrazo que invita a conciliar

El Papa genera la revolución del amor en un Vaticano que encontró corrompido.


Desde que el hombre puede expresarse oralmente, la palabra cobró un valor mayúsculo. Fue la herramienta por excelencia para expresarse en la vida. Tanta importancia tiene que el hombre estudia cómo rescatarla del cosmos, donde queda alojada en una enorme e infinita biblioteca oral de la humanidad.

Esta semana apareció en escena con fuerza mayúscula el silencio. Tan puntal como eficaz. En una escala inferior, pero no menor, completó esta instancia el gesto. El conmovedor abrazo del papa Francisco junto con el islámico Omar Abboud y el rabino Abraham Skorka fue la síntesis de un lenguaje superador a las palabras. Esta visita de Francisco fue absolutamente gestual, en donde las palabras sólo acentuaron la fuerza del silencio y de los gestos. En un momento en donde en Europa, en los países árabes, en los países de la ex órbita soviética, en nuestro país, en realidad en el mundo, se registra un endurecimiento del corazón a través de políticas xenófobas en algunos casos, excluyentes en otros, en donde la cultura del descarte es el resultado de un sistema económico básicamente injusto y para algunos absolutamente inhumano, aparece este líder espiritual quien a través de este abrazo tripartito muestra al mundo por dónde debería encauzarse el accionar político. El rezo, la oración, seguramente es uno de los momentos de mayor introspección de una persona, y si tiene fe es la conexión con su Dios sin intermediarios. Pero el Papa fue más allá y siguió la línea de Juan Pablo II cuando decía: “No recemos más unos contra otros, recemos uno con el otro”. La política debe mirar con atención este primer profundo mensaje. Se pueden conciliar las diferencias.

Francisco caminó los pasos que caminó Jesús, no sólo los que lo condujeron al cadalso, sino los previos, los que lo hacían huir como a tantos niños de la ferocidad de Herodes. El papa Francisco y sus compinches en esta aventura extraordinaria por el camino de la paz se plantaron frente al muro. Ese muro externo que evidencia el muro interno que lleva el hombre en su orillo. ¿O acaso el problema principal no sigue siendo el choque entre la ambición de poder del hombre como bien personal, contra la ambición del poder del amor para todos los hombres?

Otra de las conductas que debe ser mirada con atención por la política tiene que ver con el contacto directo entre los problemas de las sociedades y su líder (no lo imagino a Bergoglio pendiente de las encuestas para decidir si debe detenerse a rezar en el muro o si debe ir al encuentro de los refugiados en Jordania). Y un tercer elemento, no menor, tiene que ver con su humildad, su coraje y la alegría que manifiesta por cumplir su misión.

Indudablemente este avance a través de los valores y las convicciones permiten que las condiciones estén dadas para obtener logros. El camino es largo y duro, pero el primer resultado es la aceptación del presidente israelí Shimon Peres y del presidente palestino Mahmud Abbas para rezar juntos próximamente en el Vaticano.

Pero no siempre coincide la aceptación de un liderazgo, el ejemplo que el mismo transmite, con la decisión de seguir a ese líder. A aceptar, entender y seguir sus políticas. Mientras Francisco avanza sobre los problemas sin resignarse a no poder cambiarlos, la mayoría de los dirigentes políticos resigna y cambia sus convicciones para adecuarse al formato de los votos. Para ser más clara: en nuestra querida patria muchos ciudadanos al descobijo del Estado, protagonizaron la mal llamada justicia por propias manos. Luego de ello, muchos políticos progresistas cambiaron sus posturas y lenguaje al advertir que endureciendo sus palabras conseguían mayor adhesión.

El papa Francisco llegó a un Vaticano con corrupción, con pedofilia, con desprestigio, con desconfianza, y rápidamente con la plataforma de sus valores, la diplomacia de sus gestos y a la actitud de su humildad; está generando el inicio de la revolución del amor.

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