Cultura

tres décadas de luchas obreras

Forestal, Semana Trágica, anarquistas y huelgas de la Patagonia desmenuzadas en un libro

A partir de análisis y testimonios, Roberto Perdía y Horacio Silva intentan ligar los levantamientos obreros más vehementes con las luchas y los genocidios de los pueblos originarios en el siglo XIX y las represiones a trabajadores durante el siglo XX


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“Lo de «trienio» tiene que ver con un momento temporal en el que ocurren sucesos semejantes en distintos lugares, a pesar que los separan miles de kilómetros de distancia. Allí, desde un lado y el otro del enfrentamiento, están los mismos protagonistas. Por un lado los trabajadores y por el otro el poder, esto es, un poder al servicio de intereses oligárquicos que niega su propia historia al ocuparlo para terminar ejerciendo una represión contra la que habían luchado largas décadas. Eso demuestra la habilidad de la oligarquía, del poder económico, y la ingenuidad u oportunismo de los sectores medios”, señala Roberto Perdía uno de los autores del libro Trienio en rojo y negro. La Semana trágica, las huelgas de la Patagonia, la lucha de los trabajadores de La Forestal y los anarquistas, en el que junto a Horacio Ricardo Silva analizan en conjunto los tres procesos que forman parte de uno de los más radicalizados ciclos de huelgas que atravesó nuestro país.

En una entrevista con El Ciudadano, el autor y antiguo militante montonero explica su visión de esa parte de la historia a la que cree que se debe analizar en clave nacional ligando las luchas y los genocidios de los pueblos originarios en el siglo XIX, con las represiones a obreros durante el siglo XX.

 

 

—Por qué piensa no se unían las historias de las principales huelgas que formaron un ciclo, porque ya hay varios historiadores que plantean un ciclo pero lo de ustedes es pionero por reunir esos acontecimientos.

—Porque la historia no está constituida por sucesos aislados. Estos siempre están entrelazados en el tiempo y el espacio, quién relate un suceso sin tenerlo en cuenta en el mejor de los casos es un tonto o, como suele ocurrir, un interesado en ocultar lo que ese suceso significa.

—Usted hace una relación entre la resistencia indígena a la avanzada de los blancos con la posterior Patagonia Trágica, ¿fue importante el contexto internacional de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa?

—Es innegable la influencia de los sucesos externos, es decir, el fin de la guerra y el estallido de la Revolución Rusa, pero lo determinante es la evolución de los fenómenos internos. Esta rotunda afirmación requiere de una breve fundamentación. En Europa sobrevolaba la crisis del capitalismo, con el fin de viejos imperios y una reconfiguración regional y como se solía decir, el “fantasma” del comunismo recorría Europa. Esto llenó de terror a nuestras clases dirigentes y es una de las razones que le da importancia de los sucesos externos. Pero en el interior de nuestra sociedad pasaba otro fenómeno. Se trataba de la necesidad de nuestras clases dominantes de vincularse al mundo industrial en pleno auge, con lo que ellos llamaban “la civilización”. Para eso era necesario terminar con los “bárbaros”, con los indios y el gauchaje, ése que se muestra en el Martín Fierro, en su primera parte. Para ello, Julio Argentino Roca y el general Manuel Obligado mataron a los indios, en la Patagonia el primero, y en el Chaco santafesino, el segundo. Sobre esos territorios, que ellos consideraron “vacíos”, vinieron los capitales para “hacerse la América”. Se completó el sueño de la “Generación del 80” y fuimos integrados al mundo desarrollado de la época. Así se hizo la Argentina que hoy conocemos. Se ha dicho que la legitimidad de la Constitución de 1853 y de nuestro ordenamiento institucional nace del genocidio previo. En el libro hay algunos detalles de ese proceso, entre los cuales consta el corrimiento de fronteras. Por ejemplo la de Santa Fe a costa de la del Chaco, para pagarle con tierras a los presuntos acreedores británicos y también está el rol del estado oligárquico y de muchos truchos patriotas en esa maniobra.

—¿Es importante y es posible narrar una historia del país, desde el interior?

—Sobre la posibilidad de narrar la historia desde el interior, no sólo es posible, sino que es imprescindible hacerlo si pretendemos recuperar de la historia los datos para una emancipación, nacional y social. La historia portuaria es la historia de la entrega. Por allí se iba nuestra riqueza y venían los valores con los cuales se formó a los hijos de esta tierra en una concepción eurocéntrica que impide que pensemos por nosotros mismos y que es la que todavía impera en la sociedad. La educación ha sido la principal forma de trasmisión de esa cultura.

—¿Qué lectura hicieron de estos acontecimientos en las décadas del 60 y 70, y qué lecturas hacen hoy tanto del Trienio como de los conflictos sociales de los que usted fue protagonistas?

—En los 60 y 70 teníamos una visión, posiblemente menos racional pero profundamente pasional de aquellos hechos. Por algo el nombre de la agrupación, Montoneros, a la que pertenecía, se reconocía como continuadora de los caudillos federales derrotados en el siglo XIX. Por otro lado los colores de nuestras banderas eran del mismo color rojinegro que utilizaron los luchadores que protagonizaron las tres grandes huelgas relatadas en el libro.

 

Una vida signada por las grandes luchas obreras

Con el libro Trienio en rojo y negro la historiografía del movimiento obrero vuelve a su primera tradición, la de la historia contada por sus propios militantes obreros o políticos. Como hicieron tantos dirigentes sindicales como Sebastián Marotta o Alberto Belloni, Roberto Perdía tiene su historia de vida signada junto a las luchas obreras.

Nacido en Rancagua en 1941 y recibido de abogado en la Universidad Católica de Buenos Aires, Perdía fundó una agrupación sindical bancaria y participó de la huelga de 1959 junto a ese gremio. Posteriormente, se fue a vivir al norte santafesino en la parte boscosa que aún quedaba de esa región. Allí colaboró con los trabajadores de diversos gremios y en abril de 1963, junto a Raimundo Ongaro y el cura tercermundista Rafael Yacuzzi, organizó la “Marcha del hambre del Norte santafesino”.

Desde 1967, participó junto a otros jóvenes en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y luego en Montoneros. Por su parte, Horacio Ricardo Silva es actualmente militante de derechos humanos y periodista. Nacido en 1959 en Buenos Aires, vive en Mendoza donde escribe en el diario Una voz de Cañada Seca. Silva ya había realizado un trabajo sobre la Semana trágica, de enero de 1919, en Buenos Aires en su libro Días rojos, verano negro. La Semana trágica en Buenos Aires, en el que había analizado la huelga de los metalúrgicos a los talleres Vasena.

 

Montoneros, una historia

Roberto Cirilo Perdía es también el autor de Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona, un libro publicado en 2013 que aborda su participación en buena parte de los sucesos que eligió protagonizar como militante de la organización armada.

Allí se discurre sobre los encuentros con Perón en Puerta de Hierro, el plan para encarcelar a López Rega, el deslinde de responsabilidades en la muerte de Rucci, las críticas a Cámpora sobre cómo pararse frente a Perón, el pase a la clandestinidad, la lectura política del Mundial 78, el sueño de una insurrección popular en 1979, la lógica de la “contraofensiva”, el ofrecimiento de combatir en Malvinas, la tensión entre mística y realismo en la organización. El libro registra numerosos hechos políticos a los que se presenta como equivocaciones de Montoneros. En no pocos pasajes se mencionan las palabras error y autocrítica, por lo que levantó polémica entre ex militantes de la organización.

 

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