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Caso de gatillo fácil

Fiscalía pide 14 años para un policía por homicidio

El juicio oral contra ex el jefe de Logística de la PAT, de 33 años, acusado de matar de un tiro por la espalda a un joven de 19 años en 2011, llegó a su etapa final ayer con los alegatos de clausura.


El juicio oral contra ex el jefe de Logística de la PAT, de 33 años, acusado de matar de un tiro por la espalda a un joven de 19 años en 2011, llegó a su etapa final ayer con los alegatos de clausura. La Fiscalía, representada por Carlos Covani y Cristina Herrara, modificó su planteo en la apertura de la instancia al indicar que no se demostró el abuso en el ejercicio de la función; sí que el crimen se cometió en funciones y pidió 14 años de prisión. Por su parte, la querella, a cargo de Oscar Pandiani, solicitó perpetua al mantener su postura en el delito de homicidio calificado por el abuso de función. El defensor Sergio Casas requirió la absolución al argumentar que el disparo no fue intencional. En la apertura del juicio oral del lunes pasado, el uniformado reconoció lo que las pruebas ya habían echado por tierra: falsificó el acta y sostuvo que “el arma se le disparó cuando tropezó tras pisar un pozo”. Esta declaración fue desmentida por un testigo presencial, quien aseguró que primero se hizo la detonación y luego  trastabilló. El veredicto del tribunal, conformado por los jueces María Isabel Más Varela, Edgardo Fertitta y Julio Kesuani, se presentará el próximo martes.

Un caso de gatillo

El crimen de Ezequiel Sergio “Plomito” Luján, de 19 años, ocurrió el 2 de diciembre de 2011, en Pueblo Esther. El día del homicidio, Urquiza prestaba servicios en la subcomisaría 15ª de esa localidad. La versión oficial se basó en que un llamado al 911 alertó que dos jóvenes estaban “apretando” a un panadero en Juan Domingo Perón y Venezuela, por lo que Urquiza y Gustavo S. se subieron al móvil y fueron al lugar. La dupla de policías recorría las inmediaciones cuando se topó con dos jóvenes caminando. Según testigos, Gustavo S. salió en su persecución y efectuó un disparo al aire. El otro chico era Luján y fue detenido por Urquiza, quien lo subió a la chata. Cuando el uniformado intentó ayudar a su compañero, Luján no estaba esposado y aprovechó para correr. El acusado sacó su arma y, sin dar la voz de alto, dispar. Producto de la detonación, el joven terminó agonizante con un disparo en la cintura. En el acta policial se incluyó que cuando el pibe cayó tenía un revólver calibre 22 a su lado, arma que fue secuestrada.

Los policías lo cargaron y lo llevaron al hospital Gamen de Villa Gobernador Gálvez, pero el proyectil le había afectado órganos vitales y falleció en el camino.

En abril de 2015, Mario Urquiza se desempeñaba como jefe de Logística de la Policía de Acción Táctica (PAT) cuando fue apresado por el crimen. Al mes siguiente, el juez Juan Andrés Donnola lo procesó por homicidio agravado por el uso de arma de fuego y calificado por su función o cargo, encuadre con perspectiva de prisión perpetua, y le dictó preventiva.

El juicio

A cinco años del asesinato de Luján, el lunes pasado comenzó el juicio. En el primer día el policía dijo que quería confesar que mintió al elaborar el acta. Urquiza contó que tenía el arma montada porque era una práctica que arrastraba de las épocas en las que trabaja en el Comando Radioeléctrico, que se tropezó y se le disparó. Y sostuvo que no recuerda de donde salió el arma que supuestamente le encontraron a Luján.

También declaró un uniformado que acompañaba a Urquiza; dijo que existe documentación que dice que no pueden andar con el arma montada. A su vez, prestó testimonio Cristian P., el joven que estaba con Luján. Fue testigo del crimen y sostuvo que Urquiza se tropezó después de disparar y no antes. A estos relatos contrarios a los dichos del uniformado, se suman el del panadero, quien declaró que los dos jóvenes nunca lo apretaron, que no estaban armados y que lo único que hicieron fue pedirle diez pesos para comprar cerveza. Además de las declaraciones, los peritajes determinaron que el revólver calibre 22 que apareció al lado del cuerpo de Luján no tenía rastros ni huellas dactilares, hecho por el que se suma un dermotest falso.

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