El Hincha

Fiesta de apertura

El Mundial quedó inaugurado con una ceremonia que mezcló mitos maoríes y fábulas del deporte y estuvo marcada por la presencia del ex All Black Jonah Lomu.

Durante media hora, en el estadio Eden Park de Auckland, el más célebre recinto de rugby del país, donde se coronaron por única vez los All Blacks, en la primera edición de la Copa del Mundo en 1987, Nueva Zelanda trató de mostrarse al mundo.

El espectáculo, puesto en escena por la compañía de David Atkins, con experiencia en la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Sidney en 2000 y de los de invierno de Vancouver en 2010, y ejecutado por un millar de figurantes, se inspiró en tradiciones maoríes, el primer pueblo del archipiélago.

Atkins tomó el mito de la separación del Cielo y la Tierra y la llegada de la luz, y le puso ritmo con cantos maoríes (“karakia” y “karanga”) y un haka, danza de bienvenida y desafío, recordando la historia del país, tierra de inmigraciones situada en las antípodas, que será hasta el 23 de octubre, día de la final, el centro del mundo del rugby.

El artista utilizó para su espectáculo a un niño, con un balón de rugby fosforescente en la mano, vestido con una camiseta roja y negra, el color de la región de Christchurch, golpeada por un violento sismo en febrero y que debía recibir varios partidos del Mundial.

Tras haber dejado atrás los obstáculos de “Gladiadores” y marcar simbólicamente un try, vio llegar al césped al célebre All Black Jonah Lomu, fenómeno de las ediciones 1995 y 1999, que inscribió un récord de 15 tries en Copa del Mundo, aclamado por los 60.000 espectadores.

El Primer ministro neozelandés, John Key, y el presidente de la International Rugby Board (IRB, órgano supremo del rugby), el francés Bernard Lapasset, ante una representación de siete metros del trofeo, la Copa Webb Ellis, declararon inaugurado oficialmente el torneo.

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