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Fabulador con pretensión de artista

El director Gustavo Di Pinto habla del regreso de “Vittorino Pacheco (En donde el camino siguió por otro lado)”, uno de los textos emblemáticos del grupo Esse Est Percip.


En la noble tradición de la dramaturgia rosarina, siempre teñida de los vaivenes de la producción teatral local y de los cambios de época, hay un texto que marcó en varios momentos el recorrido del prolífico y siempre vigente grupo Esse Est Percipi en sus dos décadas de trabajo. Se trata de Vittorino Pacheco (En donde el camino siguió por otro lado), de fines de los años 90, un texto que tuvo su estreno en los albores del nuevo siglo, material que lleva la firma conjunta de dos referentes de ese grupo: Gustavo Di Pinto y David Anica, quien falleció en 2012.

Este material, muy representado también por otros grupos y creadores, revisitado recientemente con su publicación en el libro Esse Est Percipi 20 años en la construcción teatral desde Rosario, e incluso trabajado en las escuelas de teatro, se potencia a partir de una idea fundante que plantea que los seres humanos realmente mueren cuando dejan de ser recordados.

Así, bellamente poética y trascendente en su esencia, la obra  habla sobre la vida y la muerte, sobre los anhelos y los fracasos. También, acerca de lo dicho y lo no dicho, de los sueños y los obstáculos, y de las elecciones y el destino.

“Es un texto que habla sobre la acción o el resignarse, la valentía o la cobardía, el amor y el desamor y también el paso del tiempo”, sostiene Di Pinto, antaño como actor,  y ahora en su rol de director y puestista.

Ahora con las actuaciones de María Sol Olarte y Santiago Pereiro, y asistencia de dirección de  Paula Otegui, al frente de un gran equipo que comanda Di Pinto, por ese afán itinerante que mueve la producción de los Percipi, Vittorino Pacheco volvió recientemente a los escenarios con aires renovados, pero no a los espacios locales. Fue la ciudad entrerriana de Victoria, particularmente la sala de su Sociedad Italiana, la que hace unos días fue testigo del regreso de Vittorino Pacheco, circunstancia que hoy y mañana tendrá su réplica en Rosario, para montar una temporada y otros recorridos por el país recién durante el año próximo.

Vittorino Pacheco narra la historia de un alma torturada, “de todos esos seres marginales que suelen poblar las calles de nuestras ciudades”, sostiene Di Pinto. Y agrega: “Claramente, es un tipo extraño, un fabulador con pretensiones de artista, habitando un tiempo que no le pertenece. Para él, el camino «siguió para otro lado», y un hecho fortuito produce el desencuentro entre Él y Ella, su novia, que es el otro personaje. Vittorino debía estar allí, esperándola en el altar. Ella no se resigna a pasar al olvido y se revela, se hace presente. Y él es incapaz de actuar, con el objeto de alterar su propio destino”.

Respecto del tiempo y su acción en la memoria, Di Pinto, que cierra un año exitoso marcado por estrenos y reposiciones, analizó: “Tomamos una frase de una milonga de Borges (“Milonga de Manuel Flores”) que dice: «Morir es una costumbre que sabe tener la gente», y pensamos, ante lo irremediable de esa «costumbre», qué podíamos ofrecer. Llegamos a la conclusión que eso que nos queda es la memoria; en ese sentido, este regreso es porque lo tenemos muy presente en la memoria a David, nuestro compañero, reforzando y confirmando aquello que planteamos en el texto con él, al momento de escribirlo hace casi dos décadas, que sostiene que las personas que mueren siguen vivas mientras las tengamos presentes”.

Un viaje de regreso

“Revisando los textos de nuestras obras para la edición del libro, me encontré, tras  la lectura de Vittorino Pacheco, con una obra que tenía muchas más posibilidades de las que desarrollamos en el momento del estreno, allá por el 2000. Si bien siempre supe que la obra tenía múltiples posibilidades de lectura, sin dudas, la más significativa está relacionada con este hecho de plantear que uno realmente muere cuando deja de ser recordado. Esa idea fue la que, en su momento, nos llevó a David y a mí a escribir el texto, pensando justamente en personas cercanas que habíamos perdido”, sostiene Di Pinto. Y agrega: “Hacer las correcciones para la publicación del libro fue muy fuerte para mí, porque David ya no está y eso resignificó completamente el texto y la idea de la obra. Fue así que decidí que tenía cosas para decir desde otro lugar, reforzar algunos puntos, con una estética un poco más actual que me permita emular un poco lo que pasa con A la gran masa argentina, que es otra obra de nuestra producción de absoluta vigencia, con muchos años de recorrido, pero que sigue su camino”.

“De hecho –completa el director–, con Percipi siempre estamos tratando de recorrer otros caminos, buscando llevar nuestra propuesta a otros lugares y hacer cosas que no hicimos. Y si bien Vittorino Pacheco es una obra que ya montamos, la estamos revisitando desde otro lugar, con nuevos actores; esta es una obra distinta. Desde la producción estamos llevando nuestro trabajo a la mayor cantidad de lugares posibles. Y es así que surge esta coproducción entre Rosario y Victoria. De allí son María Sol Olarte, la actriz, y también Virginia Sosa, quien tuvo a su cargo el diseño de vestuario y escenografía, y Paula Otegui que es la asistente de dirección. Y el resto del equipo está integrado por rosarinos. Y ahora volvemos a estrenarla en El Rayo que fue la sala que conoció, aunque en otro espacio, la primera versión de esta obra, con la que esperamos poder recorrer distintas provincias como venimos haciéndolo con otros trabajos de nuestra producción”.