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Varones antipatriarcales

Fabbri: “La violencia también está generizada aun cuando específicamente no sea violencia de género”

El flamante Secretario de Formación y Capacitación para la Igualdad de Santa Fe, Luciano Fabbri, repasó su historia académica y política, y trazó los lineamientos de una gestión que sumará la temática de masculinidades a la agenda provincial


Foto gentileza Gabriela Carvalho - Periódico Pausa

Con el desafío de expandir territorialmente distintas experiencias militantes, académicas y políticas en torno a la  perspectiva de género y diversidad, el rosarino Luciano Fabbri asumió la conducción de la flamante Secretaría de Formación y Capacitación para la Igualdad en el ámbito del Ministerio de Igualdad, Género y Diversidad de Santa Fe. Politólogo, doctor en Ciencias Sociales y con amplia trayectoria en el campo de los feminismos, se destacó en la última década por su trabajo en relación a las masculinidades. Hasta hace unos años, asistir a las marchas del 8 de marzo o del Orgullo era cosa de mujeres o de putos, pero casi nunca de pibes o señores aun cuando profesaran la igualdad de oportunidades en sus militancias políticas.

“Conocer espacios de mujeres me empezó  a acercar a una agenda de género con base popular”, cuenta Fabbri, y agrega que fueron sus propias compañeras quienes le habilitaron un lugar y una participación que en general los varones no tenían. “Yo creo que fue un poco por el hecho de no ser heterosexual y otro poco porque me estaban  formando más o menos conscientemente para que desarrollara este trabajo después con otros varones”, explica. 

El escenario era el 2001, y en la universidad pública las agrupaciones estudiantiles se organizaban para resistir a las políticas de ajuste del gobierno de la Alianza en articulación con los movimientos sociales. Sin embargo, Fabbri cuenta que fue en el acto de cierre del Encuentro de Mujeres del 2003 cuando sintió que las consignas sobre la desobediencia a los mandatos de género, la politización sobre la sexualidad y la soberanía sobre el propio cuerpo resonaban en su interior. 

“Eso me generó una muy fuerte identificación en principio más emocional, y después más politizada con los feminismos, y me generó también mucha inquietud intelectual porque estudiaba la carrera de Ciencia Política y no tenían ningún tipo de mención a la problemática de género, aun cuando se supone que su objeto de estudio son las relaciones de poder. Pero las relaciones de poder atravesadas por el sexo, la sexualidad y el género estaban completamente ausentes de la currícula”, recuerda. 

Estos episodios marcaron su trayectoria estudiantil en la Universidad Nacional de Rosario a tal punto que su tesina de grado abordó la cuestión del feminismo y los movimientos sociales y puede leerse como una gran síntesis de su recorrido político, personal y colectivo durante esos años.  En el 2013, fue editada como libro bajo el título Apuntes sobre feminismo y poder popular y en la actualidad es utilizada como fuente de consulta en espacios militantes y académicos. 

“Es un ensayo político orientado a fomentar el cruce entre esos dos universos: el de las organizaciones populares y el de los feminismos que todavía en ese entonces presentaban muchas resistencias porque se los solía asociar a una problemática de clases medias o académicas. Y al mismo tiempo muchos feminismos solían pensar a las organizaciones populares como irremediablemente patriarcales. Entonces era como un ensayo que intentaba justificar las potencialidades de ese cruce”, dice. 

En febrero Luciano Fabbri asumió como secretario de Formación y Capacitación para la Igualdad
Antipatriarcales y organizados

Al oírlo por primera vez parece un oxímoron: varones antripatriarcales. Con el tiempo, la construcción de un sujeto político que cuestiona sus privilegios cobra sentido al desandar el camino que un grupo de varones empezaron en la ciudad de La Plata allá por el 2008. Fabbri estuvo entre los iniciadores de esa experiencia que se replicó en distintos lugares de Latinoamérica hasta sobrepasar los límites de la organización y transformarse en una nueva forma de nombrar a las masculinidades involucradas en la agenda de género.  

“Fue una escuela de aprendizaje metodológico y pedagógico sobre cómo trabajar con otros varones para vencer muchas de las resistencias que hay para reconocernos como sujetos de género”, sintetiza Fabbri al rememorar aquellos años. “Fue reparador poder encontrar que había otros varones haciéndose preguntas similares y que podíamos construir espacios colectivos donde sostenernos y donde hacer este proceso de revisión”, detalla. 

En general, los grupos estaban integrados por personas cis con distintas orientaciones sexuales y algunas masculinidades trans. “Quienes nos reconocíamos como putos o maricas teníamos un rol más organizador o promotor de esos colectivos”, comenta el militante y señala que una de las estrategias era organizar a varones cis heterosexuales que siempre fueron “quienes más reproducen las desigualdades y violencias de género”.

En sus comienzos, el encuentro con los espacios de género y diversidad estuvo vinculada a la campaña por el derecho al aborto y a la militancia por el matrimonio igualitario, aunque también participaron activamente de las acciones para pedir justicia por el femicidio de Sandra Ayala Gamboa, una joven peruana estudiante de enfermería que fue asesinada en La Plata. Al respecto, Fabbri recuerda el impacto de la primera intervención pública de los antipatriarcales al presentarse con polleras en un acto para cuestionar la masculinidad hegemónica. 

“Eso provocó lógicas reacciones planteando que no era oportuno que hiciéramos una intervención que llevara la atención hacia nosotros y que ese exceso de protagonismo era conflictivo con lo que venían realizando las compañeras para visibilizar esos reclamos, con los que nosotros estábamos de acuerdo y por eso estábamos ahí. Son ruidos que tenían un sentido y fueron permitiéndonos aprender y recalcular en una forma de intervención que era muy nueva también para nosotros”. 

No obstante, Varones Antipatriarcales aparece como un período que fructificó en su biografía política hasta transformarse en un poderoso antecedente para la tarea que hoy le toca desarrollar en la gestión pública provincial: “La importancia estratégica que tienen los dispositivos pedagógicos organizados desde la educación popular para trabajar con varones, para que la reflexión no sea meramente racional o teórica sino que sea encarnada, vivencial, experiencial”, subraya. 

Algo más que resistir con aguante

El triunfo de Macri en el 2015 marcó un punto de inflexión para un arco político ampliado que advirtió tempranamente las consecuencias de la restauración neoliberal en Argentina: “Yo creo que en algún punto nos permitió hacer un proceso de mayor politización de las intersecciones en términos de clases, pertenencias étnico-raciales, de condiciones que contenían y a la vez trascendían la condición sexo – genérica”, asegura Fabbri, quien se sumó a las campañas para impedir la llegada de Cambiemos al gobierno. 

Para el joven politólogo, durante esos años fue posible ensayar “otras formas de transversalidad política” que permitieron correr hacia lugares secundarios los matices del campo popular que habían tenido mayor protagonismo en épocas anteriores.  “Había que enfrentar una amenaza mayor y no podíamos darnos el lujo de priorizar las pequeñas diferencias. Gracias a la articulación con muchos otros sectores pudimos dar algunos saltos cualitativos a la experiencia de nuestro universo de organizaciones”. 

Foto gentileza Gabriela Carvalho – Periódico Pausa


Con los años, la experiencia recogida durante la resistencia al macrismo –y todavía con Macri en la presidencia– sumada a la trayectoria universitaria y al activismo con los varones antipatriarcales, desembocaron en el armado del Instituto de Masculinidades y Cambio Social en el 2018, una apuesta que buscó anticiparse a la nueva etapa política que se aproximaba en el país, con el objetivo de incidir en el armado de las políticas públicas en materia de género y diversidad. 

“Reunimos trayectorias profesionales diversas de compañeros que veníamos trabajando en la gestión pública, en la academia, y también en el activismo para producir contenidos y propuestas que hicieran mella en las instituciones y en los organismos estatales”. 

Un año más tarde, Fabbri aparece como una de las caras visibles del Área de Géneros y Sexualidades de la UNR junto a su secretaria Florencia Rovetto: “Fue darle un espacio institucional concreto, con recursos disponibles para trayectorias que durante muchísimo tiempo fueron desarrolladas desde los márgenes, solo por una cuestión de voluntad militante”, asegura. 

Allí se recogió parte de la experiencia que realizaron al frente la Secretaría de Género y Sexualidad en la Facultad de Ciencia Política y en el Centro de Investigaciones Feministas y Estudios de Género donde impulsaron el primer protocolo para la atención de casos en violencia de género. 

En cuanto a la receptividad de la comunidad universitaria en general para incorporar la perspectiva de género a sus planes de estudio, Fabbri reconoce que hubo ciertas resistencias: “Creían que la temática de género era algo de moda, emergente y pasajero. Encontramos resistencia por parte de aquellos varones catedráticos que siempre tuvieron sus privilegios en el marco de la distribución de los privilegios del sistema universitario”. 

Una política del Estado más allá del 2023

“Muchas veces las cuestiones de género aparecen como secundarias con respecto a los principales problemas de agenda hablando de economía o seguridad”, asegura Fabbri al trazar un diagnóstico sobre dónde estamos parados con respecto a la violencia  hacia las mujeres y disidencias en Santa Fe. Para el funcionario, la perspectiva de género no tiene que ver sólo con lo cultural, sino que debe ser leída en las intersecciones de género, etnia y clase social. 

“La violencia también está generizada aun cuando específicamente no sea violencia de género”, apunta el funcionario. “Los pibes que pasan a ser parte de la narcocriminalidad también buscan mecanismos para satisfacer el mandato de ser reconocidos, de sentirse importantes, de tener el poder y el éxito que no logran mediante el trabajo o la participación en espacios comunitarios. Eso es una problemática de género”, abunda. 

Por eso, el flamante secretario destaca la jerarquización de las políticas de género que hizo el gobierno de Omar Perotti al elevar el rango de Secretaría de Estado a Ministerio la cartera que actualmente conduce Florencia Marinaro tras la mudanza de Celia Arena al Ministerio de Gobierno de la provincia. “Buscamos transversalizar la Ley Micaela en el marco del trabajo de género con el Ministerio de Seguridad, con el Ministerio de Salud, con el Ministerio de Educación”, insiste. 

En relación a masculinidades, adelantó que trabajan en un proyecto específico que se articulará con el resto de las agendas sobre violencia de género y diversidad sexual que ya se vienen implementando en los municipios y comunas de la provincia. En una primera etapa, el objetivo será preparar a un equipo de formadores varones que estén en condiciones de desarrollar distintas tareas pedagógicas y campañas de sensibilización en todo el territorio provincial. 

Por lo demás, Fabbri confía en que el camino emprendido “no sólo sea una política de la gestión central del gobierno provincial sino que también sea tomado por los diferentes equipos de gestión, profesionales, trabajadores y trabajadoras de los diferentes niveles” para lograr que “esta política trascienda a un gobierno en particular”. 

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