Ciudad

Entrevista

Ezequiel Adamovsky lanzó su libro “Del antiperonismo al individualismo autoritario: Ensayos e intervenciones”

En diálogo con El Ciudadano, el historiador reflexionó sobre estas categorías y sobre el escenario político y social del presente


Por Paulo Menotti

 

A pocos días del triunfo electoral de Javier Milei, su gobierno ya mostró sus cartas con un mega decreto que deroga leyes históricas que tiran por tierra con 300 leyes que costaron luchas y conquistas de los trabajadores, además de acuerdos entre distintas ideas políticas. La confianza del nuevo presidente que está siendo rechazada por una gran parte de la sociedad, reside en la legitimidad de los votos, pero también en una ideología que vino creciendo en los últimos años y que, en nombre de la libertad, propone autoritarismo además de la peligrosa idea de que le vaya mal al prójimo. Ezequiel Adamovsky viene analizando esta corriente desde hace casi una década a partir de los conceptos de antiperonismo, antipopulismo y del “individualismo autoritario”, y los reunió en su libro Del antiperonismo al individualismo autoritario: Ensayos e intervenciones (2015-2023), editado por la Universidad de San Martín. En una entrevista con El Ciudadano, el historiador reflexionó sobre estas categorías y sobre el escenario político y social del presente.

 

¿Antiperonismo es lo mismo que antipopulismo?

 

No son lo mismo pero tienen muchas conexiones. El antiperonismo es una identidad política argentina de enorme influencia desde 1945 hasta la actualidad. Gira por supuesto en torno del rechazo de Perón y de su legado. El antipopulismo, en cambio, es una ideología transnacional que, en un sentido general, rechaza la movilización de un sujeto popular por parte de un líder, allí donde está orientada a cuestionar o criticar a alguna élite, sea las clases altas, sea los elencos políticos. Los puntos de conexión es que ambos ponen el foco en un cierto estilo de liderazgo, al que suponen afectivo, emocional (y por ello irracional), demagógico. En la Argentina antipopulismo y antiperonismo tuvieron una sintonía inmediata: el antipopulismo nuestro retomó prácticamente todos los motivos del antiperonismo histórico, incluyendo el profundo desprecio que tuvo hacia las clases bajas, descritas como incapaces, dependientes del Estado, manipulables, electorado cautivo, moralmente reprobables y racialmente inferiores, culpables de apoyar a Perón en 1945 o a los Kirchner en la actualidad. En eso nuestro antipopulismo carga más las tintas contra el bajo pueblo que los de otros países. No es casual que hayan tenido esa sintonía: tanto el antiperonismo como el antipopulismo están organizados con las categorías que ofrece la tradición liberal. Son narrativas particulares que surgen de la desconfianza tradicional que siempre tuvo el liberalismo respecto de la democracia y de la participación popular en la vida política, allí donde encuentran liderazgos que expresen al menos parcialmente sus intereses.

 

¿Qué significa individualismo autoritario?

En mi libro llamo “individualismo autoritario” a un giro que se viene percibiendo en las subjetividades políticas en Argentina y en otros países. Es una derivación posible de la pedagogía a la que el liberalismo nos viene sometiendo desde hace 200 años: la que nos enseña que la mejor manera de alcanzar una sociedad feliz es que cada uno se dedique egoístamente a sus propios intereses desentendiéndose completamente de los demás. Esa idea, que estaba presente por ejemplo en el pensamiento de Juan Bautista Alberdi, nos acompaña hace mucho. Y siempre estuvo asociada a una noción de reciprocidad esperable. Se ve bien en esa frase que nos enseñan de niño: “Tu derecho termina donde empieza el de los demás”. Como si cada uno tuviese un espacio personal inviolable para procurar su propio proyecto de vida, un espacio que nadie debe alterar, pero también la obligación de no meterse en el espacio personal de los demás. Esa idea por supuesto es una fantasía: no existe ese espacio, nuestras vidas están interconectadas. En verdad, nuestro derecho empieza y muere justo en el mismo punto en el que empieza y muere el del prójimo. “Individualismo autoritario” es el giro que están teniendo las subjetividades así formadas en el momento actual del capitalismo. Estamos en un momento implosivo: el capital ocupó todo el mundo, ya no puede crecer hacia afuera. Solo le queda crecer hacia adentro, incrementando la explotación, saqueando recursos espacios, merodeando sobre lo poco que queda de espacio público o bienes estatales. En este contexto, es cada vez menos posible procurarse proyectos de vida y sostener esa fantasía del espacio individual. Estamos cada vez más apretados unos contra otros. Y es en ese escenario que las personas sienten que la promesa de su espacio inviolable no se está cumpliendo, que el vecino me invade con sus demandas, que los derechos de las minorías me cuestan dinero, que sostener el bienestar colectivo significa mantener vagos, etc. Las frustraciones por no poder sostener un proyecto de vida más o menos gratificante se cargan sobre el vecino. Y el sujeto que cree que su espacio es inviolable también cree que, entonces, tiene el derecho a defenderlo rifle en mano. Y proyecta esa potestad en el deseo de que llegue un líder político que restaure el espacio personal, si hace falta, pasando por encima del Estado y de la ley.

 

¿Con este gobierno se combinan antiperonismo con individualismo autoritario?

 

En la Argentina lo estamos viendo con toda claridad: en nombre de “la libertad”, lo que avanza es un autoritarismo espantoso. Que se apoya justamente en ese deseo que tiene parte de la base votante de Milei (no toda) de que se castigue al prójimo. Que alguien pague. Que se queden sin trabajo, que sufran, así aprenden a mantenerse en su lugar. Es el deseo de que todos nos sometamos sin chistar a la lógica disciplinadora del mercado, que dejemos de demandar derechos colectivos, que nos arreglemos como podamos o muramos en el intento. Por supuesto, ese autoritarismo desde abajo conecta muy bien con ese otro autoritarismo desde arriba, mucho más antiguo, que es el de nuestras clases altas, que exigen que nos sometamos completamente al mercado porque en ello se juegan sus mayores ganancias y su autoridad sobre los trabajadores.

 

¿Milei forma parte de un fenómeno internacional de crecimiento de la derecha? ¿Qué similitudes y diferencias hay con otros casos o con el fascismo?

Sí, forma parte de un entramado internacional de derecha, con partidos de varios países que mantienen reuniones, comparten agendas y canalizan fondos. Milei se abrió camino, en parte, con fondos de la derecha estadounidense. Los agrupamientos que componen esta derecha pueden tener rasgos diferentes. Milei, por caso, tiene una filosofía anarco capitalista que otros grupos no comparten. Pero en verdad esos son matices: desde Bolsonaro a Vox, Trump o Milei todos encarnan un proyecto que es similar, que tiene que ver con la reafirmación del imperio del capital, del hombre blanco y del varón heterosexual en este contexto implosivo del capitalismo, que exige que todos los proyectos de vida se sometan a sus reglas completamente. Las derechas radicalizadas son uno de los síntomas de un giro totalitario que es el del propio capital.

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